En septiembre de 1946 René Magritte escribe su «Manifiesto del amentalismo», con el que se desvincula de los surrealistas materialistas, comprometidos con el Partido Comunista, y aboga por un hombre liberado de toda preocupación intelectual, política o filosófica, capaz de imaginar objetos cautivadores que despierten su instinto de placer. «El amentalista es aquel para quien la noción de aislamiento de su universo mental es un sol que ilumina y vivifica cada uno de sus placeres, incluso los más insignificantes», escribe en su manifiesto, con un idealismo que, como el sol de sus palabras, tiene el poder de disipar todas las sombras de la vida.
Ese manifiesto, debidamente refinado a través de un proceso de introspección narrativa, es lo que ha dado como resultado Amentalista, la primera novela de Tamara Andrés, publicada en Diversidad Literaria. Amanda, con sus tres consonantes y sus tres aes, es el nombre de la amentalista en cuestión, una criatura que se siente hastiada de cuanto la rodea y que ha interpuesto entre el mundo y su pensamiento un muro imaginario en forma de cocina, convirtiéndose en prisionera de sí misma. Sin embargo, lejos del aparente pesimismo del planteamiento inicial, esta breve novela, además de libro, posee la singularidad de tener forma de llave, porque es el relato del viaje interior para abrir esa puerta que encerraba a Amanda en sí misma, como se anuncia en las primeras palabras del prefacio.
Más allá del surrealismo, el amentalismo de Amanda hunde sus raíces en la genialidad oscura y autodestructiva de los artistas románticos. Está en Lautreamont o en Gerard de Nerval, abismos profundos de desesperación; pero también en Salvador Dalí o en Charlie Parker. Sobre este último el poeta Miguel D´ors escribió un texto titulado «Bird» donde habla del «esplendor de la rosa y el estiércol» para describir cómo el ser humano logra crear la belleza más sublime con las manos llenas de la podredumbre más humana. Sí, Charlie Parker era otro de los ilustres amentalistas, por eso esta novela de Tamara Andrés recuerda tanto al cortaziano relato de «El perseguidor», aunque con un tono menos incierto y una conclusión más positiva y esperanzadora, como si el saxofonista también pudiera convertirse en cronopio.
Leer Amentalista, además, es como estar frente a un cuadro de Magritte. No solo por la importancia de lo pictórico; porque haya un personaje llamado Dalí y otro Leonardo ‒en referencia, quizá, a da Vinci‒, o porque uno de los rituales terapéuticos de Amanda consista en sustituir de las paredes de su prisión la oscuridad de las pinturas negras de Goya por la luz de Renoir. Amentalista es Magritte por su componente surrealista, por su similar manera de funcionar, cuestionándose los límites de la percepción y haciendo saltar de su quicio los goznes de la realidad. La narración se sale de lo convencional por momentos. El que la protagonista de la historia padezca lo que la medicina ha determinado someramente como «síndrome surrealista» permite al narrador poner patas arriba la lógica de la razón e introducir algunos episodios sin sentido racional, fabricados por la quijotesca imaginación del personaje, no ajenos a una intención lúdica que, por ejemplo, nos obliga a leer determinados pasajes en voz alta.
Y también, como un cuadro del pintor belga, Amentalista está llena de símbolos. Una cocina, una ventana, un estante con libros, un gato negro, un marco de fotografías vacío ‒el Marco‒, las propias fotografías, el contraste entre orden y caos; todas son piezas de un puzle que a medida que se van llenando de contenido nos permiten reconstruir un mapa mental de Amanda y del amentalismo.
Con sus escasas setenta páginas, el relato de Tamara Andrés se lee de una sentada. La brevedad de sus capítulos y su exquisito estilo, en el que se percibe que cada palabra ha sido cuidadosamente sopesada y elegida, llevan a pensar que uno se encuentra, más que ante una novela al uso, ante un largo poema en prosa. A pesar de ser una obra primeriza, o quizá precisamente por eso, Amentalista parece plantearse como un lienzo con infinitas posibilidades. De su lectura no hay que esperar certezas: como ocurre con la realidad, cada uno deberá interpretarla a su manera y sacar sus propias conclusiones. En palabras de Magritte, «el arte evoca el misterio sin el cual el mundo no existiría».
Si quieres formar parte del universo de Amanda, quizá porque sospechas que tienes un poco o mucho de amentalista, o porque no quieres que la rutina de tus días no siga avasallándote sin ponerle un poco de amentalismo, puedes hacerte con el libro de Tamara Andrés en Amazon o en la página de Diversidad Literaria. Tu lado más imaginativo te lo agradecerá.
MUY BUEN COMENTARIO. VAMOS A ESPERA LA NOVELA DE TAMARA