Las siniestras y aberrantes esculturas de Jonathan Payne

Las siniestras y aberrantes esculturas de Jonathan Payne

   En su libro El abuso de la belleza Arthur C. Danto sostiene que, para una obra de arte contemporáneo, la belleza es una especie de delito estético. A comienzos del siglo XX la belleza, como en toda la historia del arte, era uno de los propósitos: se trataba de crear un objeto hermoso con el fin de lograr la delectación estética. Empezado ya el siglo XXI, nos encontramos en una situación muy distinta. La belleza es ahora una opción y no una obligación o una necesidad porque lo verdaderamente relevante es el significado de la obra. Es este cambio de perspectiva lo que nos permite admirar las siniestras y aberrantes esculturas de Jonathan Payne como el arte más sublime.

   En su serie titulada Fleshlettes Payne trocea y mezcla partes del cuerpo humano como si fuera un científico loco. No en vano el término Fleshlettes proviene de la unión de «flesh» ‒es decir, carne‒ y el sufijo «‒lettes», que implica disminución o división. El artista explora el concepto de la fragmentación y los límites entre el cuerpo y lo siniestro con una galería de los horrores que incluye siniestros muñones mutados de lenguas, dientes, genitales, dedos, ojos o pechos.

   «El cuerpo humano es familiar y hermoso pero también maravillosamente extraño. Fleshlettes es una manera de volver a examinar nuestras cualidades únicas desde un ángulo nuevo y desconocido», dijo Payne a The Huffington Post.

   Las esculturas, elaboradas con arcilla polimérica, acrílico y cabello real, están hechas con un hiperrealismo que da poco margen a la imaginación. El hecho de ver aberrantes órganos sin cuerpo que reconocemos como auténticos produce una sensación inquietante, casi de pesadilla, muy lejos de la experiencia clásica de lo sublime, y que sin embargo no dudamos en reconocer como arte.

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