Lo mínimo que hay que pedirle a la cubierta de un libro es que no lo traicione y, por lo menos, que sea lo más transparente posible. Un requisito que la cubierta de Coburn, escrito por Pablo García Naranjo y publicado por Tyrannosaurus Books, cumple con nota. O la amas o la odias, pero no te va a dejar indiferente. La tipografía de western barato y el pistolero con peinado a lo Charles Bronson entreverado a través de una persiana apuntando con su Magnum 44 Smith & Wesson, que bien podrían ser la de Harry el Sucio, son lo que parecen a primera vista: un cañonazo de pulp setentero en toda la cara. La novela, por cierto, es el tercer ensayo de García Naranjo en la estética de serie B, después de su grindhouse de monstruos titulada Laguna Negra y de su noirsci-fi El Hombre Spam, escrita esta última bajo el seudónimo de Talbot Torrance.
En Coburn García Naranjo cambia de tercios para pararse al género negro, otro de los pilares del pulp, y lo hace con bastante solvencia. La historia se centra en un pistolero a sueldo llamado Coburn, de esos que matan por dinero sin hacer preguntas, un perro viejo que araña la cincuentena, lo que, teniendo en cuenta la ferocidad del negocio, nos hace pensar en un tipo bastante duro de roer, con una buena cantidad de muertos a sus espaldas y la recelosa costumbre de coger el dinero y correr después de cumplir cada encargo. A pesar de haberse mantenido vivo casi medio siglo, este individuo, perfilado a la manera de un antihéroe, desprende aroma a perdedor a mil kilómetros. Es bueno en su trabajo, eso sí, pero si ha sobrevivido ha sido casi por milagro. Cuando estás en el oficio de liquidar y no dejar cabos sueltos cuentas con el hecho de no vivir para ver el mañana.
La novela arranca en mitad de un trabajo, una historia turbia en Nueva York con mafiosos italianos y judíos usureros que nos mostrará la sangre fría y el pulso firme de Coburn para cumplir con su misión. Como ocurre a veces en el negocio, cuando el pistolero está a punto de cobrar su pasta y de echar a correr, la cosa se tuerce en el último momento y se verá obligado desaparecer de Nueva York, no sin antes aceptar un atípico encargo que implica una madre preocupada, una bolsa con quince mil dólares, una promesa incierta, una foto arrugada y una chica desaparecida con una maleta llena de sueños. Con estos elementos Coburn se traslada a Los Ángeles, donde seguirá haciendo su trabajo, que es lo único que sabe hacer a estas alturas, pero dejando entrever, como el pistolero de la cubierta, que el tipo duro y frío también tiene sus dobleces.
Aunque no haya mucho más donde rascar: lo que se ve es lo que hay. Los personajes, incluido Coburn, se construyen sobre estereotipos del género, en base a matones de medio pelo y mafiosos de trajes caros. Solo uno de los personajes, Dennis Buchinski ‒que por cierto es el nombre real de Charles Bronson‒, parece salirse levemente del patrón: además de poli corrupto es un amantísimo padre de familia que sueña con escapar del envilecimiento. Por lo demás, el resto de personajes son casi intercambiables: solo compiten en dureza y crueldad. Sin embargo, este detalle, lejos de ser un defecto, forma parte del espíritu de la novela. García Naranjo no solo no pretende huir de los estereotipos del género en ningún momento sino que más bien disfruta exprimiéndolos hasta sacarles la última gota, como si estuvieras en medio de un cuadro de Edward Hopper pero con muchísima más suciedad, sangre y sudor.
Porque uno de los detalles que más entusiasman de Corbun desde la primera frase es la habilidad de su autor para explotar los estereotipos del cine policíaco de bajo presupuesto de los setenta con un uso milimétrico del lenguaje. No es solo por su lenguaje preciso y rotundo o por su capacidad para crear diálogos llenos de lirismo o para reproducir ambientes certeros con una capacidad casi cinematográfica, es que cada palabra está en el sitio exacto y que su prosa se deja leer a un ritmo que hace que la novela se acabe en un suspiro.
Quizá lo único que habría que reprocharle a la historia es su brevedad. Que su desenlace sea tan vertiginoso que uno no puede creerse que a pocas páginas del final todo vaya a resolverse. Más que por la rapidez de la trama porque después de que el lector haya entrado de lleno en ese universo de asesinos y mafiosos echa de menos unas cuantas páginas más antes de volver al mundo real. Aunque, quién sabe, tal vez el punto y final del libro no lo sea del mundo literario de Corbun y García Naranjo sorprenda a sus agradecidos lectores con una continuación. Puede que ese barniz de pulp y de serie B hagan que Corbun parezca una historieta de escasas pretensiones más allá del sencillo divertimento o, yendo todavía más lejos, una novelilla de segunda categoría. Pero no hay que olvidar que la serie B consiste en conseguir lo imposible con medios limitados, lo que supone una inmejorable demostración de ingenio. Ese, creo, es el sentido en que el García Naranjo escribe sus novelas y eso es lo que lo perfila como un gran escritor. En Corbun, desde luego, hay mucho de eso.
Esta novela es uno de los libros nominados al Premio Guillermo Baskerville organizado por Libros Prohibidos.
Magnífica reseña. Además de despertar la curiosidad del potencial lector, profundiza en el mundillo Pulp y de la serie B. Un saludo
Es cierto que la portada (que a mí personalmente no me hubiera animado a leerlo) y también el libro no traicionan. Cumplen lo que se espera de ellos. Una buena y entretenida novela.
Y una buena reseña la tuya.
Saludos.