Sin duda, un lector como tú habrá notado que las Grandes Obras, esas que se escriben con mayúsculas y que todo el mundo parece haber leído, se han multiplicado con el tiempo. Te asomas a una estantería y ves diez o veinte de estos grandes volúmenes de grandes autores. Preguntas a un par de amigos y cada uno tiene su propia lista de más de cien libros, y tan solo unos pocos coinciden.

los grandes libros

   Si buscas por «grandes libros de la historia» en nuestro común amigo Google, encontramos una lista muy corta en horizontal. Pero, justo debajo, encontramos «los 100 mejores», «la lista definitiva», «los 25 mejores»,… Cada lista posee tan solo unos de los pocos títulos de la lista anterior, y las listas siguen apareciendo. Hace tiempo escribí sobre un proceso llamado «subducción informática», un proceso virtual que emula de un modo inconsciente a lo que hacen las capas terrestres en los límites de su vida: se hunden al ser «pisadas» por otra capa. Al igual que ocurre con la roca y los blogs, los libros parecen seguir un proceso parecido. El grueso de ellos se hunde y desaparece. Quedan rastros apuntando a ninguna parte en otros escritos, en referencias. Pero casi todos los libros acaban perdidos en última instancia.

   No ocurre así con los llamados clásicos que, a fin de cuentas, son aquellos libros que merece la pena leer, y sin los cuales en nuestro cerebro no deberíamos morir. Sin duda habréis visto esos libros masoquistas de «1001…», como el 1001 Libros Que Hay Que Leer Antes De Morir. Y aquí viene el problema: ya hay demasiados clásicos. Ya hay demasiados Grandes Libros. Y, con los que hay ahora, es muy improbable que nos dé tiempo a leerlos todos. Ya no hay tiempo suficiente.

   El problema (porque para los adictos a los libros y la información es un problema) es que, cada vez más, libros que desconocías entran en el podio de los clásicos para no bajarse jamás de él. Y, claro, hay que leerlos, porque dentro de tu cerebro hay un pequeño timbre que no parará hasta que lo hagas. El acceso a la escritura hace que todo el mundo pueda publicar, y esto aumenta de manera exponencial el número de los Grandes Libros que leer, dejándote a ti con –aproximadamente- entre media hora y un par de minutos para disfrutar de cada uno de ellos. Y el tiempo se reduce poco a poco.

   Lo sé, no es justo. Pero piénsalo por el lado bueno: si seguimos así, nunca llegaremos al final. Eso es, por otro lado, una gran noticia.

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