La Odisea y la Ilíada son los primeros textos conocidos de la épica grecolatina y, por tanto, de la literatura occidental. Se suelen considerar compuestos ocho siglos antes del nacimiento de Cristo y cuatro siglos después de la caída de Troya, aunque teniendo en cuenta las complejas y múltiples circunstancias de su composición, transmisión y transcripción, su datación exacta es una labor cuanto menos insoluble ‒por no decir una odisea, continuando con el juego de palabras‒. Eso no ha impedido que durante generaciones infinidad de estudiosos y críticos las hayan analizado para intentar dar una respuesta a esta cuestión. Algunos creen que se empezaron a transmitir de forma oral en dialectos de la Antigua Grecia y que a partir del siglo IX a.C., con la aparición del alfabeto, fueron transcritas, aunque la mayoría de expertos se inclina a datar su composición en el siglo VIII a.C. También los hay que retrasan su composición total hasta el siglo VII a.C.
Sin embargo, aunque dar una fecha exacta para la composición de la Odisea y la Iliada sea imposible, sí es factible aventurar una fecha para los acontecimientos que tienen lugar en ambas historias. Según asegura el diario The Independent, dos investigadores, Constantino Baikouzis del Observatorio Astronómico de la Plata en Argentina y Marcelo Magnasco de la Universidad Rockefeller de Nueva York, se han apoyado en una serie de fenómenos astronómicos que aparecen en la Odisea para dar una fecha bastante exacta que nos permitiría saber no solo cuándo se produce el regreso de Ulises a Ítaca sino incluso cuándo tiene lugar la caída de Troya que, si creemos en lo que nos cuenta la Odisea, sucede diez años antes.
La premisa inicial sería un eclipse total de sol al que se alude en el vigésimo canto del poema y que permitiría determinar que el 16 de abril del año 1178 a.C. fue el día en que Ulises regresó a su casa para matar a los múltiples pretendientes de su esposa Penélope. La referencia tiene lugar en un discurso del vidente Teoclímeno, que en ausencia de Ulises prevé la muerte de los pretendientes de Penélope diciendo que se producirá cuando el sol se borre del cielo y una oscuridad invada el mundo.
La interpretación de estas palabras como una referencia a un eclipse total de sol no es una teoría nueva ni mucho menos. Ya en tiempos de Plutarco y Heráclito se creía que en el poema había una referencia a un eclipse total de sol, un fenómeno considerado como la señal de una profecía. Y en la década de 1920 hubo astrónomos que calcularon que el 16 de abril del año 1178 a.C. se produjo un eclipse sobre Grecia. Sin embargo, de ahí a interpretar las palabras de Homero como una referencia real al eclipse hay un abismo. Para muchos expertos homéricos esa alusión es más un símbolo usado como licencia poética que una referencia a un fenómeno astronónimo real, por lo que estas palabras, por sí solas, no eran suficientes para sustentar la hipótesis de la fecha. Es por eso que Baikouzis y Magnasco aluden a otros cuatro eventos astronómicos que se sabe se mencionan en diversos pasajes del poema y que se sabe que ocurrieron de manera independiente unos de otros.
Según los dos investigadores además del eclipse total de sol en la Odisea se mencionan una luna nueva, la aparición simultánea de dos constelaciones estelares en el cielo de la tarde y la aparición de los planetas Mercurio y Venus. Treinta y tres días antes del asesinato de los pretendientes del 16 de abril se describe cómo Mercurio, el dios Hermes, sube hacia el crepúsculo y está cerca del oeste, al final de su trayectoria; veintinueve días y medio antes las constelaciones de Bootes y las Pléyades, estrellas usadas en la navegación, podían ser vistas en el cielo del crepúsculo; se dice que Ulises regresa con la Estrella de la Mañana, una referencia al planeta Venus, que es visible al amanecer; y por último el día antes hay luna nueva, prerrequisito para un eclipse total.
Después de analizar la coincidencia de estos cuatro eventos y establecer un patrón de lo ocurrido en 135 años, el resultado fue un único día, el mencionado 16 de abril del año 1178 a.C. «¿Cuáles son las posibilidades de tener dos formas diferentes de fechar el texto y que ambas coincidan en la misma fecha? Nosotros calculamos las probabilidades de que estas dos fechas coincidieran y son de una entre cincuenta mil», dijo el profesor Magnasco. A pesar de todo el investigador deja claro que el hecho de tener una fecha exacta indique que los acontecimientos narrados en el poema homérico sean ni mucho menos reales, pero al menos permite acercarse al texto con otra mirada. En cualquier caso, la fecha de la Iliada estaría todavía más cogida con pinzas, porque esa no se basa en ningún evento astronómico sino simplemente en la creencia de que Ulises habría tardado diez años en regresar a Ítaca.
Para Magnasco el punto débil de la teoría es vincular la aparición de los planetas con los dioses, lo cual fue un invento babilonio que se remonta aproximadamente al año 1000 a.C. Pero aunque no hay evidencia de que esas ideas hubieran llegado a Grecia cientos de años más tarde, en época de Homero, al menos abre la puerta a una nueva teoría sobre la obra homérica.
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