No deja de ser para mí un engorro tener que marcar la dirección de algo común como la «positiva» o la «negativa». Por ejemplo, tener que señalar que las abscisas crecen hacia la derecha y las ordenadas lo hacen hacia arriba resulta un tanto bobo dado que ya hay un estándar o norma que rige este tipo de configuraciones. Una que falta en los libros.
Otro ejemplo son el norte-sur y este-oeste. Hace unos días, por WhatsApp, le dije a un amigo dónde me encontraba. Estaba en la puerta de un establecimiento conocido, de los cuales hay tres en la misma calle de Madrid que da a la Plaza de Sol. Para evitar confusiones, establecí que estaba en «la salida noroeste de la tienda localizada más al sur». En principio, las instrucciones están bastante claras: localizas la tienda más al sur, y andas hacia el norte de la misma, donde hay una salida. ¿El problema? Que no sabemos hacia dónde está el norte. Tener que decir dónde está el norte para establecer la dirección «norte» es tan absurdo como tener que decir hacia dónde crecen las abscisas y ordenadas cada vez que tratas de representar un punto en el plano.
Tener que definir un concepto preestablecido, repito, vuelve a ser un engorro, ya que se supone que la vida en sociedad consiste en fijar una serie de reglas o mecanismos, y no tener que repetirlos constantemente. Análogo a la hora, sería como tener que preguntar a alguien si la aguja corta es, o no, la de las horas cada vez que miramos el reloj. Se marcan unas directrices para ahorrar tiempo y entendernos entre nosotros.
Un problema aún peor aparece cuando estas directrices no están del todo claras, o diversas personas las establecen de modo contradictorio. Imaginaos qué mundo más divertido sería –No– en aquél en que la mitad de la población llamase «norte» al «sur» y viceversa. O peor, que el norte fuese cualquier dirección para cualquier grupo de personas. Se han empezado guerras por disputas más simples que esas.
La dirección de un libro
Pues precisamente eso ocurre con los libros, donde no está muy claro la dirección del mismo. Y me explico. Todo el mundo sabe que, cuando se coge un libro occidental, la trama o avance natural del libro es desde la tapa frontal a la trasera, pasando por cada una de las páginas y leyéndolas de arriba abajo y de izquierda a derecha. Hasta aquí, todo bien. Pero, sin embargo, hay disputas en lo que constituye la dirección «hacia delante».
Para muchas personas, «hacia delante» significa avanzar de la tapa delantera a la trasera, siguiendo la trama o desarrollo mencionado previamente. Sin embargo, para otras muchas, hacia delante significa todo lo contrario, ir «hacia la tapa frontal o delantera». Lo que, a todas luces, constituye una discrepancia excluyente. O bien una es cierta, o lo es la otra, o no lo es ninguna de las dos.
Lo que resulta, a todas luces, una putada para alguien como yo, cuyo sentido del orden pasa por la neurosis compulsiva. Es por ello que hoy planteo un cuestionario sencillo, con dos opciones. A o B. Me niego a admitir que no valga ninguna de las dos porque ello sería una solución de consenso. Y, si algo he venido yo a hacer aquí es a crear disputa. Recuerda, se han empezado guerras por cosas de mayor nimiedad.
En unas semanas de dar vueltas por el ciberespacio, haremos público el resultado.
No olvidéis que podéis sembrar vuestra discordia en la casilla de comentarios e irritar a otras personas compartiendo este artículo.
Creo que ninguna de las dos respuestas sirva para algo.
Un libro se empieza por el principio y se acaba por el final del mismo, sean el principio y el final las páginas que el autor elige como tales ( delante, detrás, en medio o en cualquier otra parte).
Es curioso que a veces, unos pocos libros, los empiezas y los acabas ràpidamente, pensando que no deberían acabarse nunca, pero esperas también con ansia el final de la historia que estás leyendo, …
¡Muchas gracias por la respuesta, Biblioaprenent!
Estoy de acuerdo con tu apreciación sobre los libros infinitos.
Lo cierto es que la primera vez que vi este «problema» estaba yo en el colegio y era un muchacho imberbe con nulo interés por las letras salvo consumirlas. Sin embargo, la profesora de lengua nos dijo algo así como (parafraseo): «Id a la parte de delante del libro, encontraréis un esquema».
Y se desató el debate, quizá más por aquello de no dar clase que por un interés real.
¡Un abrazo!
Creo que el problema está en mezclar dos conceptos distintos. Uno es la parte delantera del libro, que suele corresponder con la cubierta, y el otro es avanzar hacia delante, que puede ser en el libro o en la propia historia y que equivale a leerse el libro en la dirección de la propia lectura, de tal manera que ese avanzar hacia delante es ir hacia el final. Cuando se indica «hacia delante del libro» es una expresión ambigua que no deja lo suficientemente claro si se refiere a la parte inicial del libro o en dirección de la lectura. No sé si me explico 😀
Te explicas a la perfección. Y sí, coincido en que esa ambigüedad es la que crea el malentendido. ^^