Libros

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   Si leer es un placer, por qué hacerlo de forma apresurada en lugar de disfrutarlo con deleite. Como lector siempre me he posicionado a favor de la lectura lenta y reposada, sin presiones ni prisas, algo que por desgracia no siempre es posible teniendo en cuenta el ritmo de vida que habitualmente nos rodea y que nos empuja a vivir de forma apresurada. De cualquier forma, incluso los lectores lentos nos lamentamos de no leer todo lo que quisiéramos y entre nuestros propósitos de año nuevo solemos apuntar el de leer más.

   Alguna vez he compartido algún método aumentar el número de libros leídos al año, como la regla del 10% del coach y speaker Sam Thomas Davies, que permite llegar a leer hasta hasta 42 libros al año sin grandes esfuerzos. Existen otros métodos para aumentar la cantidad de libros leídos mucho más ambiciosos, como el de la fotolectura, un sistema que según su autor permite alcanzar la alucinante velocidad de 25.000 palabras por minuto. Imagina cuántos libros se podrán leer al año con este ritmo si se tiene en cuenta que la media de palabras que puede leer una persona en un minuto es de unas 300. En un punto intermedio, tirando a locura lectora, está lo que el escritor, bloguero y también coach y speaker Conner Habib ha denominado bibliolujuria, un sistema para leer nada más y nada menos que un libro al día durante un año. O lo que es lo mismo, 365 libros al año, 366 si es bisiesto.

   Creo que la palabra que mejor define este sistema es la de bibliobulimia, pero he de admitir que la bibliolujuria tiene su encanto, sobre todo porque le da un toque pecaminoso ‒además de todo lo señalado Habib es actor porno‒ y porque, no nos engañemos, nos encanta formar palabras con el prefijo biblio.

   Explica Habib en su blog que de Susan Sontag ‒y también de Noam Chomsky‒ se cuenta la proeza de que consiguen leer un libro al día, actividad que compaginaban con la escritura, con dar conferencias y con todo tipo de ocupaciones de intelectuales. Habib, que tenía tendencia a disfrutar acumulando libros y a leerlos con un ritmo de lectura de un libro cada dos semanas o, en el mejor de los casos, uno o dos a la semana, se propuso emular a esos grandes lectores. Así es como empezó su intento de leer un libro al día durante un año. Un método que Habib comparte con todos aquellos que se atrevan a intentarlo y que consiste en once pasos:

   1. Elige los libros que vas a leer cada semana varios días antes de que empiece la semana.

   2. Elige más de siete libros, para asegurarte de que tengas un margen.

   3. En general, elige libros de menos de 200 páginas de extensión.

   4. Incluye algunos libros fáciles de leer: obras de teatro, poesía, libros muy cortos. Como último recurso también puedes elegir libros que alguna vez empezaste y que estuviste a punto de terminar.

   5. Si quieres leer un libro extenso o si empezaste uno y parece que no lo terminarás antes de que finalice el día, recurre a uno de los libros breves. De esta manera podrás leer en parte el libro extenso pero terminar el corto. Al día siguiente puedes terminar el libro inconcluso.

   6. Si tienes que desvelarte para terminar el libro, saca el café y ponte a ello.

   7. Avisa a tus seres queridos. Pregúntales si les gustaría salir a algún lado para leer contigo o, si quieres involucrarlos en serio (¡y si ellos quieren!), léeles en voz alta, poesía o cuentos cortos.

   8. Acepta que durante las primeras semanas te costará un poco acostumbrarte. Esto implica que quizá falles en tu trabajo trabajo, que quedes mal con algunas personas con quienes habías hecho planes, etc. Conforme te acostumbres todo volverá a la normalidad.

   9. Puedes tener un día libre a la semana. Pero mejor evítalo. Aunque si sucede una vez, no pasa nada.

   10. No pienses si esta es una buena manera o no de leer libros. Toda la vida lo has hecho de otra manera: con calma. Ahora estás haciendo algo nuevo.

   11. Resiste al menos un mes. Después saca tus propias conclusiones.

   Si no me parece un método completamente inservible es por los dos últimos puntos. Porque es una manera distinta de leer libros a la que estamos acostumbrados y porque da pie a la reflexión sobre la validez del propio sistema. Al fin y al cabo, Habib acaba diciendo que después de haberlo probado durante un par de semanas al leer varias horas cada día sintió cómo, curiosamente, tenía más tiempo y se sentía menos estresado. Eso sí, también dice que las ganas de leer un libro al día se le atenuaron y que pasó de una bibliolujuria a una biblicastidad.

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