Inquieto lector, este espacio en el que ahora estás fue construido reproduciendo con sumo cuidado los Gabinetes de Curiosidades que surgieron en el siglo XVI y que con el devenir de los siglos darían lugar a los modernos museos. A poco que transites por él podrás toparte con rarezas y extravagancias de todo tipo. Es por eso que me da tanto placer hablar de Libros malditos, malditos libros, un ensayo escrito por Juan Carlos Díez Jayo y publicado por Piel de Zapa que es otro Gabinete de Curiosidades, hecho este de papel y dedicado en exclusiva al mundo del libro. Porque Libros malditos, malditos libros es una recopilación de 59 brevísimos artículos, de unas dos o tres páginas cada uno, que nos llevan por los caminos más tortuosos, intricados y truculentos de la literatura.
Por sus páginas desfilan libros encuadernados en piel humana, volúmenes que ocupan una pagoda entera o que caben en la cabeza de un alfiler, bibliófilos que enloquecieron por su pasión insana, ejemplares legendarios que nunca existieron o que por desgracia sí lo hicieron, escritores atormentados por sus creaciones y personajes que consiguen vencer a sus creadores, miserables ladrones de libros, desdichados impostores, manuscritos prohibidos, libros sometidos a juicio y condenados a muerte, artistas capaces de pintar el futuro, autores muy famosos o muy tímidos, valientes editores o bibliotecas infernales. Un anecdotario que no tiene el más mínimo desperdicio, que se lee de corrido y que, más allá del dato puntual, muestra un profundo amor por los libros.
El planteamiento puede recordar a los libros de curiosidades de Santiago Posteguillo ‒a La noche que Frankenstein leyó el Quijote o a La sangre de los libros‒, pero Juan Carlos Díez Jayo se aleja del populismo de Posteguillo para dirigirse a un público más específico, en la misma línea que Enfermos del libro de Miguel Albero. No significa eso que haya que ser un experto en el mundo de los libros o un bibliófilo redomado para leer este ensayo. El planteamiento en forma de artículos cortos e independientes y su tono divulgativo lo hacen una lectura perfecta para enganchar a cualquier amante de los libros. Pero lo es cierto que las curiosidades que se cuentan en los libros de Posteguillo son más conocidas por el público medio; el interés se deriva sobre todo de los aderezos narrativos y literarios que hay alrededor de cada anécdota. La labor de investigación de Díez Jayo es en ese sentido mucho más profusa. Sus historias, mucho más singulares, difícilmente dejarán indiferentes a los lectores.
Me ha alegrado comprobar que algunas de las anécdotas ya las había comentado yo en La piedra de Sísifo ‒por supuesto con mucho menos gracia que Juan Carlos Díez Jayo‒. Alguna vez he hablado, por ejemplo, de cómo el escritor Dante Gabriel Rossetti desenterró el cadáver de su mujer para recuperar el manuscrito con sus poemas, o cómo un amante de los libros engañó a los bibliomaníacos más sibatiras de todo el mundo; me he referido a libros que han sabido adelantar hechos que ocurrirían en el futuro, como la Narración de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe, o comentado el misterio que hay en torno a la tumba de este autor. Y me he detenido, además, en escritores tan famosos por su timidez como por sus obras. Y me alegra también decir que algunas de las anécdotas las tenía en mente para hablar de ellas en un futuro, como la tortuosa batalla de monsieur Berbiguier contra los duendes infernales o la noche que cambió la vida de Blaise Pascal para siempre.
El asombro que produce Libros malditos, malditos libros parece no tener límites. A pesar de que acostumbro a documentarme para escribir sobre este tipo de historias, hay anécdotas que me han dejado boquiabierto. He alucinado con el libro viviente de los sijs, que tiene una consideración jurídica de persona y al que se le trata como si fuera un ser humano; me he quedado sin palabras al leer el relato de Antonio Magliabecchi, una persona con una memoria tan prodigiosa que era considerado como una biblioteca humana; he disfrutado como nunca leyendo sobre William Henry Ireland, el hombre que decidió falsificar a William Shakespeare para conseguir el amor y el respeto de su padre. Una fuente, en fin, inagotable de sorpresas.
Un libro, por cierto, borgiano en muchos aspectos. No solo porque trate el tema del doble borgiano en uno de sus relatos ‒«Los dos Borges»‒ o porque le dedique un artículo a hablar del plano ideal borgiano a escala 1:1, sino por la mezcla que hace, perfectamente hilvanada, de realidad y ficción, donde la literatura parece ser más veraz que la propia vida. Cuando Juan Carlos Díez Jayo no puede acceder a un dato ‒porque por suerte no toda la información es accesible‒, lo recrea a través de la imaginación, con una maestría borgiana en una prosa depurada, en el uso de la palabra exacta y en la sutil ironía. Razón de más para enamorarse de este libro que trata sobre libros.
A la vista de tanto libro maldito, en el prólogo Juan Carlos Díez Jayo declara que no todos los libros merecen existir. Libros malditos, malditos libros es un ejemplar que se ha ganado por mérito propio no solo el derecho a existir sino a ser leído. Existen libros cuya lectura ha cambiado las vidas de los que se han acercado a ellos. Quizá este ensayo no pretenda tanto, pero que su ambición no vaya más allá de dejar constancia de unas pocas curiosidades librescas no significa que no lo pueda conseguir. De hecho, si amas los libros y la lectura es muy probable que lo consiga. Y con eso basta.
Me ha encantado vuestro articulo y me ha sabido a poco pero ya sabeis lo que dice el dicho «si lo bueno es breve es dos veces bueno». Me gustara volver a leeros de nuevo.
Saludos
Sé bienvenido. Estamos constantemente comentando curiosidades literarias. Seguro que el libro te encanta.