Cuando escribo una reseña siempre intento limitarme al libro en cuestión. ¿Qué sentido tendría juzgar un libro basándose en que el escritor se dedicara a tal oficio, que tuviera tal forma de pensar o que fuera difícil en el trato? Salvo que algunas de estas cuestiones influyera, si acaso de forma tangencial, algún aspecto del libro. Sin embargo, me resulta difícil seguir este principio al hablar de Simulados, no solo porque su autor, Marcos Martínez, sea un buen amigo, sino porque es una historia que he visto nacer en La piedra de Sísifo, donde se han publicado hasta cinco relatos distintos mucho antes de que el libro fuera editado. Relatos cuya lectura por supuesto recomiendo y que pueden ser un argumento mucho más pausible que mis propias palabras.
Los que sigan a Marcos en La piedra de Sísifo sabrán que es un profundo conocedor del género de ciencia ficción. En multitud de artículos ha desarrollado la problemática derivada del desarrollo tecnológico. Porque aunque la tecnología supuestamente se concibe para facilitarnos la vida, de ella se derivan también determinados inconvenientes, daños colaterales por llamarlos de alguna manera, que tendremos que decidir cómo resolver. De eso trata precisamente el conjunto de relatos que se engloba bajo el título de Simulados.
El ser humano ha conseguido desarrollar entornos virtuales con programas idénticos a seres humanos que son capaces de percibirse como seres humanos, los llamados simulados, algo así como los replicantes de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Estos simulados no son conscientes de que el mundo en el que viven es una creación digital, son incapaces de distinguir simulación y realidad, pero por lo demás se comportan y actúan como seres humanos reales, piensan y sienten como nosotros e, incluso, en algunas momentos se llega a sugerir que somos nosotros mismos, ya que en sentido estricto, al haber multitud de niveles, nadie es capaz de asegurar que no se encuentre dentro de la simulación ‒una duda que acecha a los personajes en diversos momentos‒. Tan estrecha es la unión entre la realidad y la simulación que hay personajes que sienten la vida computacional más real y más llena de significado que la propia realidad. Si la frontera que separa ambos mundos es, al cabo, conceptual, ¿por qué no plantear entonces que esos programas sepan lo que son y que tengan los mismos derechos y obligaciones que los seres humanos que pueblan la realidad?
Esa es la premisa que se desarrolla en muchos de los relatos de Simulados. Si bien, no en todos, porque por encima de esta idea se encuentra una determinada concepción de la ciencia ficción, una puesta en escena que tiende a usar medios limitados ‒salvo alguna excepción como «Los juegos de Escher, prueba olímpica 2132»‒, como si cada historia fuera un episodio botella, con escenarios pequeños y pocos personajes; y una perspectiva realista del género, casi prosaica e intimista podría decirse. Lo importante aquí no es tanto el hallazgo tecnológico como cuál es la actitud del ser humano ante ese descubrimiento.
Y no desvelo ningún secreto diciendo que la tecnología no solo no viene para salvarnos la vida sino ni siquiera para facilitárnosla. Desde la cubierta se nos deja muy clara la idea advirtiendo que es «un libro de relatos para resolver problemas que aún no hemos creado», muy en la línea de Haz algo diferente, primer libro de Marcos. Aunque, para ser honestos, en el libro se resuelve poco y se problematiza mucho. La tecnología viene rodeada de una oscuridad que si bien no llega a los extremos de Black Mirror ‒serie a la que por cierto recuerda bastante‒, sí sirve para profundizar en las relaciones humanas, en cómo afrontamos los problemas que nos surgen en el día a día, generando lo que Marcos llama «un estado perpetuo de incomodidad». Independientemente de que las historias estén ambientadas en un futuro más o menos lejano, «los personajes son como los actuales, tan perdidos y con tanto miedo del mundo que les rodea como cualquier persona que viva en el presente», en palabras del autor.
Ciencia ficción con un importante componente filosófico que en realidad no trata de responder a ninguna pregunta metafísica, porque, como intuimos al leerlo, no se trata de dar la respuesta correcta, sino de encontrar la pregunta más acertada.
Si después de estas palabras te ha picado la curiosidad puedes echarle un vistazo a los relatos publicados en La piedra de Sísifo y si tienes ganas de más puedes hacerte con el libro en Amazon. ¿Quién sabe si nuestros ojos verán los problemas que se plantean en el libro? Lo que está claro es que tarde o temprano pasar va a pasar.
Yo leí todos esos artículos y me encantaron. Evidentemente, ya he comprado el libro, incluso antes de comentar. Es algo que tengo muchísimas ganas de seguir leyendo. Enhorabuena Marcos. Sé que merecerá la pena. Biquiños!
Muchas gracias, Cris, y muchas más todavía a Alex.
Lo cierto es que me ha encantado la reseña, y me quedo con eso de «no se trata de dar la respuesta correcta, sino de encontrar la pregunta más acertada». Es cierto que, en ocasiones, las respuestas y su resolución dicen mucho menos que la duda que plantean sus preguntas 🙂
Un abrazo a ambos 😀