David Bowie nos ha dejado, pero su eco todavía resuena por todos lados. La suya fue una despedida a lo grande y no es que se fuera como James Dean o Marilyn Monroe —parece que las muertes dramáticas ya han pasado de moda—, el suyo fue un adiós más tranquilo. Han sido sus legiones de seguidores los que han hecho que su eco resuene por la red. Hace semanas que nos dejó y seguimos levantando la cabeza a las estrellas buscando su mirada extraña y desigual.

   Bowie hizo algo más que revolucionar el panorama músical, la Araña de Marte nos hizo creer que hay vida en el espacio, nos hizo padecer por la suerte del Mayor Tom y nos arrullaba asegurando que todavía queda esperanza, porque alguien, ahí fuera, nos escucha y le encanta nuestro rock’n roll. Además, Bowie siempre fue un icono cultural, pionero en muchos aspectos, polémico en muchos otros, vivió de la forma que quiso durante toda su vida, su estilo de vida marcó tendencias y creó modas.

   Pero si hubo una época polémica en la vida del Duque Blanco esa fue la que pasó en Berlín. Se mudó al piso de Iggy Pop y vivió allí la parte más extraña y experimental de su carrera, allá por los años 70. Ese era un David Bowie joven y flacucho. Pasó por muchos malos momentos, algunos señalan que en Berlín vivió lo peor de carrera y que eso se dejaba notar en las extrañas grabaciones de Hansa, el estudio en el que trabajaba junto al muro de Berlín y que fue testigo de una época de decadencia, de un sonido espectral, muy diferente del Bowie que miraba a las estrellas, pero del resurgió como el fénix, con un himno generacional, Heroes, dedicado a los valientes que cruzaban el muro cada día.

   Pero en Berlín también hizo cosas muy grandes, cruzó al sector oriental numerosas ocasiones y fue protagonista de uno de los conciertos más recordados de la historia; pocos días antes del famoso discurso de Reagan, Bowie cantó y la ciudad, desde entonces, pasó a ser parte esencial de su vida. Pero en Berlín también hubo tiempo para el amor y para eso escogió a Romy Haag, coristas y cantante de cabaret transexual que fue su amor y su musa en la capital dividida.

   Romy Haag era una de las transexuales más conocidas de Europa, además era una reputada cantante de cabaret y regentaba su propio establecimiento el club Chez Romy Haag. Durante los años 70 Haag fue la amante y la musa de Bowie, algunos señalan que fue ella el verdadero motivo por el que la estrella británica se mudó a Alemania. Su influencia es notable en las producciones de aquella época, por ejemplo, en el vídeo de The Boys Keep Swinging, donde se ve a Bowie transformado en un coro de drag queens.

   Haag tuvo problemas de género desde que nació. Desarrolló pechos de forma natural, su familia no aceptaba su condición así que tuvo que, con 13 años, tuvo que abandonar su hogar. Se unió a un grupo de payasos y luego empezó a trabajar como trapezista para la compañía circense Circus Strassburger. Un tiempo después se mudó a París donde comenzó a vivir como una mujer.

   Pasó algún tiempo en Estados Unidos actuando en locales de variedades y casinos, hasta que regresó a su Alemania natal. A los 23 años abrió su local, que rápidamente se convertiría en uno de los locales de moda de la noche berlinesa. Ella solía cantar y actuar en él y cada noche recibía a algunas de las mayores estrellas del momento, David Bowie e Iggy Pop eran clientes habituales, aunque no los únicos, famosos de la talla de Bryan Ferry, Freddy Mercury o Lou Reed —quien también tenía una musa transexual—, visitaban a menudo el local. Uno de los rostros más conocidos de Chez Romy Haag era Mick Jagger, quien se supone que también tuvo un affaire con ella.

   Rommy Haag siguió cantando y sigue siendo una estrella reputada y bien considerada en Alemania. En 1983, a los 30 años, pasó por una operación de cambio de sexo y en 1999 escribió su autobiografía, un libro titulado A Woman and then some.

Foto de portada: Tomorrowstarted.com

Comentarios

comentarios