Por generaciones, por temáticas, por épocas, por géneros, por estilos o por países. La historia de la literatura es esa disciplina que se encarga de hacer toda clase de clasificaciones simplistas que no reflejan la complejidad del hecho literario. Rizando el rizo, y muy lejos de lo que podría considerarse historia literaria academicista, a Robert Bruce, de 101books, se le ha ocurrido una curiosa y absurda ‒aunque original‒ forma de clasificar a los escritores: según su físico. Para ello ha usado Blinq, una aplicación que, a partir de una fotografía, determina el grado de atractivo de una persona, calificándola desde «Hmm…» hasta «Divina». Según sus desarrolladores el algoritmo es capaz de identificar las características que determinan el grado de atractivo de una persona, así como su edad, usando más de 100.000 imágenes y 20 millones de ratios de una base de datos propia. Una chorrada, vamos.
Para este estéril experimento he cogido algunos de los escritores de la lista de Bruce y he añadido otros de mi cosecha propia. Aprovecho que tenía curiosidad por ver quién ganaba el duelo de belleza entre Góngora y Quevedo. Adelanto que no estoy de acuerdo con los resultados ‒¿cómo estarlo?‒, que dependen en gran medida de la calidad de la fotografía y de la edad del autor. Mientras que en la parte más alta de la escala no parece que haya ningún escritor ni escritora, aunque Albert Camus se acerca mucho, por abajo destacan Cortázar y Agatha Christie.
Los escritores son esas personas que consiguen seducirnos a través de las palabras. Bueno, en realidad, es el lector quien se deja seducir en función de sus gustos personales. Eso sí, a veces sucede que nos enamoramos de un libro y cuando conocemos al autor experimentamos una especie de desengaño amoroso, por llamarlo de alguna manera. De lo contrario, en cambio, no conozco ningún caso, aunque todo es posible. Veamos qué es lo que nos dice Blinq.
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