Las Sinsombrero

Las Sinsombrero

   La literatura ha sido históricamente un campo reservado a los varones. Frente a estos, a las mujeres se les ha relegado a un lugar secundario, limitando su función a la vida familiar, al cuidado de los hijos y demás tareas domésticas, llegando a poner en duda su autonomía o, incluso, su inteligencia. Sin embargo, desde mediados del siglo XIX empiezan a surgir valientes figuras revolucionarias que se atrevieron a rebelarse contra lo establecido, a desafiar los cánones impuestos por una encorsetada sociedad y a luchar por formar parte del hasta entonces masculino mundillo literario. Autoras como Jane Austen, Mary Shelley o Virginia Woolf, o como Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán por barrer para casa.

   Una situación que tampoco es que hubiera cambiado mucho en la España del primer cuarto del siglo XX, momento en el que nos encontramos en uno de los periodos más fructíferos y brillantes de nuestra historia de la literatura, la Generación del 27. Vaya por delante que ante el propio término de «Generación del 27» no hay unanimidad de opiniones. El preciso concepto de generación de Julius Petersen no parece dar cuenta real del heterogéneo grupo de autores que se suelen encuadrar en la lista. Con unos criterios más laxos, todos sabemos los autores que suelen incorporar al grupo. Las jerarquías están claras. El núcleo duro suele estar conformado por alrededor de una docena de poetas, incluidos en la primera antología poética de Gerardo Diego. A los poetas se les suele añadir, como de refilón, toda una serie de novelistas, ensayistas, dramaturgos y otros artistas, muchos de ellos olvidados no solo por el gran público en general sino por la crítica.

Hombres y mujeres del 27, juntos pero no revueltos

Hombres y mujeres del 27, juntos pero no revueltos

   Y, por desgracia, muchas de esas figuras injustamente olvidadas eran mujeres. Mujeres muchas de ellas de un talento excepcional, nada envidiable al de sus compañeros varones, que tuvieron el coraje de desafiar a través del arte, de la literatura y del pensamiento las normas sociales de la España de los años 20 y 30. Mujeres transgresoras, rompedoras, sin complejos, que llevaron a cabo una obra que es necesaria para comprender ese momento que llamamos Generación del 27 en su totalidad. No es solo que no se les hayan reconocido sus méritos, es que durante mucho tiempo ni siquiera se planteó que formaran parte de ese grupo. Algo que ocurrió desde el momento en que Gerardo Diego las excluyó de forma explícita e intencionada de su antología.

Mujeres como Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin, MargaritaGil Röesset, María Teresa Leon, Maruja Mallo, Concha Mendez, AngelesSantos, María Zambrano. Una generación que la filóloga y ensayista Mercedes Gómez Blesa no duda en llamar el «eslabón perdido de la cultura femenina en España», ya que su recuperación permite salvar la grieta que se produjo con del franquismo y el exilio y llenar ese vacío con mujeres valientes y luchadoras que habían alcanzado cotas de libertad mucho más elevadas de las que hubo en décadas posteriores y que de alguna manera anticiparon a las mujeres de hoy en día.

Las mujeres del 27

Las mujeres del 27

   Precisamente con la intención de rescatarlas y restituirlas al lugar que se merecen en la historia, así como divulgar su obra y perpetuar su legado, surge la iniciativa de las Sinsombrero. El término fue acuñado a partir de una entrevista con Maruja Mallo, en la que explica que el sombrero era un signo de diferencia social y que cuando a García Lorca, a Dalí, a Margarita Manso y a ella se les ocurrió pasear sin él se despertaron furibundas críticas referidas a su ambigua sexualidad. Bajo el proyecto de las Sinsombrero encontramos una producción única en España, ya que utiliza diferentes formatos y plataformas y ofrece documentos de un valor incuestionable. Desde un documental de sesenta minutos emitido por TVE hasta un libro publicado por Espasa, pasando por una exposición, un documental interactivo, campañas en Facebook y Twitter y elaboración de materiales con carácter educativo.

   Hay que decirlo: hacía falta algo así. Ya era hora de que alguien se decidiera a completar la historia de la literatura llenando esos incómodos huecos que se han visto silenciados durante décadas. Y vaya si lo han hecho.

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