Se cumplen cuatrocientos años de la muerte de Shakespeare y los homenajes al autor de Stratford-upon-Avon se extienden por todo el mundo. A principios de año el primer ministro británico David Cameron anunciaba que 2016 estaría dedicado por completo a la conmemoración de la muerte de su autor más universal, a través del Shakespeare lives, cuyo programa incluye actividades en un centenar y medio de países. Hasta los cervantinos se han vuelto shakesperianos, como si hermanar a ambos escritores fuera el único camino para reivindicar a nuestro genio patrio.
De cualquier modo, en La piedra de Sísifo siempre nos hemos declarado contagiados en cuerpo y alma de bardolatría, por usar el término que acuñara otro gran devoto, George Bernard Shaw. Pero incluso los extremos tienen un límite que es insano sobrepasar. Pensemos en el bardólatra por excelencia, que no puede ser otro sino el crítico estadounidense Harold Bloom. No es solo que Shakespeare esté en la cúspide de su canon occidental, es que cualquier historia que merezca la pena ser contada bebe en las fuentes del Bardo, piensa Bloom. Pues bien, cuando parecía que no se podía llevar más lejos la enfermiza pasión por Shakespeare, un escritor chino ha dado un paso más, invirtiendo una verdadera fortuna en operaciones de cirugía con la intención de parecerse físicamente al autor de Stratford-upon-Avon. Y eso que ni siquiera sabemos a ciencia cierta cómo era el auténtico rostro de Shakespeare.
El escritor en cuestión es Zhang Yiyi, un autor más bien desconocido fuera de las fronteras de su país pero familiar para los lectores chinos, más que por sus libros por su capacidad para saltar de polémica en polémica. En 2006 saltó a la fama por publicar una carta dirigida a la presentadora de televisión de un conocido programa donde exponía una lista con seis razones para que se casara con él. Dos años más tarde escribió un libro donde criticaba a los habitantes de las provincias y los municipios y que provocó la indignación de no pocas personas que sintieron que se les faltaba al respecto. En 2011 fue incluido en una lista con los diez mejores tontos chinos elaborada con motivo del Día de los Inocentes. El motivo, en este caso, fue incluirse a sí mismo como uno de los mejores autores de la historia de su país, al mismo nivel de gigantes como Confucio o Laozi.
Cierto es que con este historia cabría pensar que Yiyi pretendía alimentar su controvertida leyenda en lugar de dar rienda suelta a su desmedida pasión shakesperiana. Sin embargo, gastarse cerca de 200.000 euros en una mera impostura intelectual está a la altura de matar mosquitos a cañonazos. En fin, tras un total de 10 operaciones que han tenido lugar durante varios meses y que incluyen la reconstrucción de los ojos, cirugía de párpados, de nariz y del contorno de la cara, Yiyi da por finalizada su transformación física en Shakespeare.
Yiyi, que ha pagado estas operaciones con el dinero obtenido de los derechos de autor de sus libros, afirmó que sus similitudes con el Bardo eran anteriores a la cirugía. Ambos autores tuvieron un origen humilde y una formación autodidacta tras la cual consiguieron convertirse en reconocidas figuras literarias, afirma Yiyi.
Las reacciones a raíz de la cirugía han sido encontradas. Hay quienes afirman que Yiyi es ahora como una gota de agua con respecto a Shakespeare y quienes sostienen que se parecen tanto como una lechuga y una berenjena. También los hay quienes dicen que debería dedicar más tiempo a escribir y hacer menos tonterías.
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