El hecho de que el 23 de abril se celebre el Día del Libro en honor a las muertes de Shakespeare y de Cervantes ‒una coincidencia que solo se debe a un desfase de calendario‒ y de que ambos escritores sean los dos grandes genios de las letras en lengua inglesa y española respectivamente, ha hecho que innumerables expertos a lo largo de la historia los hayan comparado, encontrando paralelismos y similitudes entre ambos a pesar de ser distintos por completo. Si a este cóctel se le añade que en mayor o menor medida los dos autores están rodeados de un halo de misterio, tenemos la combinación explosiva para dar rienda suelta a hipótesis de lo más disparatadas, como por ejemplo el hecho de que Shakespeare y Cervantes fueran en realidad una misma persona.
La verdadera identidad de Shakespeare es una de las leyendas urbanas literarias más populares, una teoría que se va visto respaldada por numerosos académicos, estudiosos y expertos en Shakespeare así como por conocidos intelectuales y artistas como Charles Dickens, Sigmund Freud, Orson Welles o Charlie Chaplin. Entre los sospechosos de ser los verdaderos autores de las obras de Shakespeare se encuentran escritores como Edward de Vere, Sir Francis Bacon o, sobre todo, Christopher Marlowe, que a pesar de morir mucho antes de que la mayor parte de las obras de Shakespeare fueran escritas tuvo una muerte un tanto misteriosa, sobre la que planea la sospecha de que pudiera ser un montaje para hacer desaparecer al polémico escritor, que también era espía. De Cervantes es mucho más lo que se sabe. Sus orígenes están documentados. El enigma está, si acaso, en su posible ascendencia conversa.
Aunque no está tan clara esta cuestión para el escritor Jordi Bilbeny, que en 2005 presentó una insólita teoría: que Cervantes no es quien siempre se ha pensado que es sino un tal Joan Miquel Servent, personaje de la corte nacido en Xixona, tesorero real, con antepasados en la cancillería. Afirmó Bilbeny en su día que el Quijote se escribió originalmente en catalán y más tarde traducido al castellano, una idea que sostiene por la catalanidad de los nombres que aparecen en la obra, por su visión crítica de la política castellana y su «tendencia a la catalanofilia». Además sostuvo que hubo una conspiración para que la obra no sobreviviera en su versión original, que Cervantes se vio obligado a castellanizarse, a adoptar una nueva identidad y a ocultar sus orígenes por la presión política y religiosa. Las pruebas que presenta para semejante teoría son bastante débiles y se basan sobre todo en coincidencias biográficas mínimas ‒por ejemplo, que ambos tengan tres hermanos‒ o en detalles insignificantes, como el hecho de que en los escudos de armas de ambas familias aparezca un ciervo, que el Tirant lo Blanc le parezca a Cervantes la mejor novela la la historia o que piense que Valencia es la ciudad más bonita del mundo.
Sobre Bilbeny hay que recordar que empezó a hacerse conocido por defender la tesis de que Cristobal Colón era catalán, lo que finalmente le valió el abandono del Centro de Estudios Colombinos en 2004. Y, no contento con eso, en 2007 publicó un libro en el que afirmaba que el autor del Lazarillo de Tormes era el valenciano Joan Timoneda, que estaba escrito en lengua valenciana y que la trama transcurría originamente en el Reino de Valencia pero que más tarde fue manipulada sustituyendo los topónimos valencianos por otros castellanos, reubicada así en Toledo. Una práctica que, según defendía, era habitual en el Siglo de Oro y afectaba a otras obras como La Celestina. Unas teorías que defiende desde el Institut de Nova Història y que han encontrado eco en otros autores como Lluís Maria Mandado, que en 2012 publicó El Quixote va esborrar (borró) el Quixot sobre la catalanidad de Cervantes.
Y qué tiene que ver Shakespeare con todo esto, se preguntará más de uno. La teoría de que Shakespeare y Cervantes sean una misma persona no es de Bilbeny. De hecho, uno de los primeros autores que aventura dicha posibilidad es el escritor Carlos Fuentes en un ensayo de 1988 titulado «Cervantes o la crítica de la lectura», que a pesar de tener un profundo estudio de la obra de ambos no pasa de ser un ejercicio de imaginación. Fuentes explica que, según Eduardo Lizalde, Augusto Monterroso podía pensar que Shakespeare y Cervantes fueran la misma persona, algo sobre lo que no aporta ninguna prueba y parece más una extravagancia que otra cosa.
Recientemente la hipótesis la ha retomado el escritor ‒y seguidor de Bilbeny‒ Miquel Izquierdo i Perán, que en su libro Shakespeare és Cervantes. Joan Miquel Sirvent, l’escriptor emmascarat, editado por Llibres de l’Índex, defiende que Shakespeare no es otro sino, una vez más, Joan Miquel Servent. La teoría de Izquierdo parte de la de Bilbeny, que Sirvent se hizo pasar por castellano adoptando el nombre de Cervantes y que tradujo él mismo su obra del catalán, para añadir que más tarde huiría a Inglaterra para escapar del absolutismo de los Habsburgo y que comenzaría a publicar con el nombre de William Shakespeare, alguien que existió de verdad pero que no era tan buen escritor. Y por si fuera poco, este Cervantes‒Sirvent‒Shakespeare sería el responsable de introducir la masonería en Gran Bretaña. «¿Es una casualidad que, durante los años en que Cervantes no escribió nada, se escribieran todas las obras de Shakespeare?», dice Izquierdo.
Las pocas pruebas que Izquierdo presenta en su libro se basan en una lectura muy sesgada de ambos autores y no son capaces de sostenerse por sí solas. Por ejemplo, que en ambos autores se repitan algunas frases, como «Conócete a ti mismo» o «La verdad desnuda», o que William sea un nombre simbólico compuesto por Will-I-am, lo que forma la afirmación catalana «Sóc i seré». Ambos son genios y desarrollan el concepto de la obra dentro de la obra, cada uno en sus respectivos géneros. Aunque las pruebas determinantes las aporta la masonería. Para ocultarse Sirvent escribía la clave alfanumérica de la masonería de la época, que permite establecer correspondencias entre números y letras. Así comprueba que la suma de los valores de las letras de «Sirvent», de «Cervantes» y de «Shakespeare» dan el mismo resultado, 102, aunque como en este último no le encaja exactamente utiliza la transcripción fonética «Seikspiar». Así cualquiera consigue cuadrar cualquier nombre. Lo que no explica Izquierdo es la ausencia de catalanismos en la obra de Shakespeare, que supuestamente tradujo al inglés.
La teoría que identifica a Shakespeare y Cervantes como una misma persona puede parecer descabellada, pero no es para nada inocente. Parte de una visión política muy determinada. Pretende demostrar que en el Siglo de Oro se produjo en España una conspiración para borrar todo rastro de la grandeza catalana. Una idea que se defiende con cualquier artimaña, incluso con la descarada falsificación de la historia. La verdad es que no sé que es peor: que haya gente que pierda su tiempo poniendo en pie estas absurdas teorías o que otros les den crédito.
Yo no podría asegurar que Servent sea en realidad Cervantes pero, en cualquier caso, tampoco se puede asegurar lo contrario, como hace determinada crítica apriorística y nacionalista española. No creo que sean insignificantes determinadas contradicciones que tienen una naturaleza muy diversa en el Quijote: textuales -la RAE reconoce que Quijote proviene del catalán Cuixot-, ideológicas, históricas, biográficas, relativas a la traducción, y aún otras, que cobran todas ellas sentido si consideramos el Quijote como una traducción del catalán y como una obra que se escribió para parodiar el carácter castellano y para arremeter contra la política unificadora de la monarquía hispánica (Felipe II). Como ejemplo cito lo que dice el cura cuando están separando libros para su quema: ‘Quién es ese tonel?’, cosa que no tiene sentido si no se trata de una traducción mal hecha (‘Quin és eixe tomell?’). Además, ¿por qué aparece Roque Guinart -en realidad el nombre de Rocaguinarda, un guerrilero que luchaba contra la monarquía- si se trata de una obra compuesta desde la adhesión a la corona? ¿ Alguien se imagina una obra actual española en la que se ensalzara a Arnaldo Otegi? Pues viene a ser lo mismo. A un hombre con la cultura literaria de Cervantes solo se le conocen un par de libros en su estancia. Como mínimo curioso. Y, al fin, el Quijote sólo se revaloriza en España en el siglo XIX cuando lo redescubre la embajada inglesa. Jorge Luis Borges decía que consideraba el castellano del Quijote un mal castellano y claro que podía ser así si se trata de una traducción y además mala. En fin, hay un largo sinfín de indicios y algunas pruebas menores que indican la catalanidad del Quijote. Y ante esa posibilidad uno puede hacer dos cosas: leer y debatir con argumentos filológicos e históricos esa teoría o bien desacreditarla y ridiculizarla sin apenas haber leíod nada de ella. Lo realmente curioso del caso es el silencio que se guarda en la academia: sin duda existe una buena dosis de desprecio, pero también hay miedo de que todo sea verdad.
Claro que se puede asegurar lo contrario. La vida de Cervantes está bien documentada y falsificar a esos niveles para ocultar algo así parece una teoría de la conspiración. Por esta misma regla de tres no se puede asegurar que Cervantes no fuera, por ejemplo, Lope de Vega, o Góngora, pero tampoco se puede negar.
Hablas de argumentos filológicos cuando el único que tú das es la relación entre el nombre de Quijote y Cuixot. Decir que su autor es catalán por esto tiene tanto sentido como decir que el autor del Mio Cid era musulman, es decir, ninguno. Cualquiera de las pruebas que das no van más allá de simples coincidencias que se han querido remarcar con una lectura muy enfocada. No es que se hayan encontrado en el libro pruebas que demuestren esa teoría, es que la teoría ya estaba confirmada de antemano y se han buscado en el libro las pruebas necesarias (y además cogidas con alfileres) para demostrar ese despropósito.
¿Cómo que el Quijote está escrito en un mal castellano? Vaya barbaridad. Una vez más nos agarramos al testimonio que nos conviene. De sobra es sabido que Borges era un excéntrico en sus declaraciones, y que hizo algunas valoraciones que no se ajustan para nada a la realidad. Decía, por ejemplo, que Lorca era un mal poeta. Dile a cualquier cervantista que el Quijote está escrito en un mal castellano, a ver si alguien te toma en serio. El Quijote es la cumbre del castellano.
Por supuesto que la Academia guarda silencio. ¿Acaso tendría que pronunciarse por cualquier teoría absurda que saliera? Su silencio no es miedo ni mucho menos, es que esta teoría les importa un bledo. Es lógico que no pierdan ni un segundo en refutarla.
¿Por qué no hacemos caso de lo que nos dice el propio Cervantes en su obra? Lo único que pretende es ridiculizar los libros de caballerías, cosa que consiguió, no «arremeter contra la política unificadora de la monarquía hispánica». No es solo que sea una interpretación anacrónica, es que no se sostiene.