Pensemos en una cafetería, grupos de personas chateando en su teléfono móvil, o consultando el correo electrónico. Ahora pensemos en una persona que ha emigrado al extranjero, hablando con sus familiares y amigos por Skype. Es evidente que las redes sociales, el acceso a Internet, el Wasap, etcétera, están alterando nuestro modo de relacionarnos, en distintos sentidos. Por otro lado, en lo que respecta a la cultura, ocurre algo parecido, asistimos a un proceso de democratización de la cultura y libre acceso a la información, pero quizás también a un cierto proceso de devaluación de la información que recibimos.
Se podría hablar largo y tendido al respecto, pero por mi parte quisiera rescatar un aspecto muy concreto, muy limitado, que es de la más o menos reciente aparición de los memes, y más en concreto todavía, de lo que podemos llamar memes filosóficos.
Se trata de frases motivacionales, reflexivas, burlescas, o de superación personal, que en algún momento algún filósofo escribió, y que hoy se rescatan, junto a su fotografía, o retrato, o busto, en forma de cápsula filosófica, y que de alguna manera se avienen al estado emocional o el ánimo de la persona que lo comparte, lo difunde, o a la que sencillamente “le gusta”. A modo de ejemplo, tras una rápida búsqueda en Google: sólo se, que nada se. Platón. Si no quieres repetir el pasado, estúdialo. Spinoza. Dios a muerto. Y que me la chupen todos los camellos. Nietzsche.
Habréis advertido varias cosas. Lo primero, que esa frase de sólo sé que no se nada, que en el meme se atribuye a Platón (por supuesto, sin acentos), en principio la pronunció Sócrates, y que en cualquier caso no es algo comprobable, ya que este último no dejó nada escrito. Y que reducir el pensamiento de Nietzsche a que me la chupen todos los camellos, es cuanto menos irrisorio, sobre todo cuando se escribe “ha” (tercera persona del presente de indicativo del verbo “haber”) sin hache.
Pero hablemos del meme sobre Spinoza: si no quieres repetir el pasado, estúdialo. Spinoza es ese filósofo judío, holandés y con raíces españolas que describió un proyecto metafísico inmenso en su Ética demostrada según el orden geométrico, en un sistema articulado a través de axiomas y definiciones en el que abarca cuestiones relacionadas con la antropología, la política, o la ética, y cuyas proposiciones se demuestran deduciéndose unas de las de las otras y en relación con los axiomas previos y las definiciones. Una auténtica obra de arte, de la que se han escrito miles y miles de tesis y de la que hay múltiples interpretaciones, un planteamiento sumamente complejo y difícil de entender.
Sólo a modo de ejemplo, quizás la frase más conocida de la Ética, la primera definición del primer libro: por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente.
Es decir, Dios, la sustancia, es causa de sí. Y por ende es ilimitada, infinita. Después, el filósofo nos enseñará que el resto de entidades son modos (finitos) de la sustancia, afecciones de la sustancia según sus infinitos atributos. Y que el ser humano es uno de esos modos según los atributos del pensamiento y de la extensión, el alma y el cuerpo, que además operan en paralelo: todo lo que afecta al alma se replica en el cuerpo y viceversa.
Yo sinceramente, he leído bastante a Spinoza, y no sé que en que lugar dejó escrito aquello de si no quieres repetir el pasado, estúdialo. Sospecho que si escribió algo parecido, sería en el Tratado teológico-político, pero en cualquier caso no es una frase que caracterice nada especialmente relevante de su pensamiento. Se trata de un tópico, el de no repetir los errores que nos enseña la historia, el de no tropezar dos veces en la misma piedra, que en este caso se identifica con Spinoza, pero que no refleja en absoluto la profundidad y el valor precisamente histórico de su pensamiento.
El mismo proceso se podría seguir con Sócrates, Platón, Nietzsche, o cualquier filósofo del que algún anónimo usuario de las redes decida hacer uso para difundir un meme. Siempre veremos la imagen del filósofo, y la frase en letras bien grandes, pero seguramente nadie se preocupará de indagar qué dijo, o qué más dijo, por qué lo dijo, cómo lo dijo, y qué sentido histórico tenía que el lo dijera. Resulta triste ver como el superlativo armazón conceptual de los grandes pensadores de nuestra historia queda hoy reducido a ciertas frases motivacionales, o pseudo-intelectuales, mientras sus obras cogen polvo en las bibliotecas. En este caso concreto quizás sí podamos hablar de un proceso de devaluación de la cultura.
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