1. El recurso del cliffhanger

El recurso del cliffhanger

   Lo conoces muy bien. Lo has visto y sentido en tus carnes multitud de veces. Si eres seguidor habitual de series ya estarás acostumbrado a ellos: los cliffhangers. ¡Sí! Así se llaman, y una parte de ti los ama y los odia. Pero, ¿cómo resistirse y no quererlos? Hoy vengo a hablaros un poco acerca de los cliffhangers, este recurso tan despiadado y tan usado en los tiempos que corren. ¿Qué es un cliffhanger? La palabra tiene una traducción que vendría a interpretarse literalmente como «colgando de un acantilado» (también; «al borde del precipicio» o «al borde del abismo»), y se usa para denominar esos momentos, por norma general finales, de una película o capítulo de una serie de televisión que deja con la miel en los labios al espectador. Ya sabéis, esa trama que de pronto se da la vuelta, ese momento en el que todo se pone patas arriba, esa situación que deja entrever algo increíble pero… se interrumpe. Y entonces todos tenemos que esperar impacientes para ver la revelación. Eso es un cliffhanger.

   Ya os situáis, ¿verdad? El cliffhanger es un recurso narrativo muy de moda hoy día. No solo hace que el argumento de la historia se complique y nos deje con tremendas ganas de ver qué pasará, sino que también se usa sobre todo para crear expectativas y hacer que la audiencia no decaiga. Como ya os habréis dado cuenta los más seguidores de series, el cliffhanger es una manera perfecta de terminar una temporada. La historia queda pendida de un hilo y las ganas por ver la continuación son inevitables, con lo cual, para cuando la próxima temporada se estrena, ahí están todos pendientes del gran acontecimiento. Y no solo ahí funciona, de capítulo en capítulo normales también va muy bien. Incluso entre bloques de un mismo capítulo, donde pueden aprovechar para meter la pausa publicitaria. Es todo un arte meditado y estudiado.

   Lo curioso es que este recurso viene trabajándose desde hace ya muchísimo. La palabra no apareció en el diccionario de Oxford hasta 1937. Se cree, sin embargo, que el término pudo haberse originado en la novela serializada pulp A pair of Blue Eyes, del año 1873. Se publicaba en periódicos con capítulos mensuales y su escritor, Thomas Hardy, decidió un día dejar a su protagonista colgado literalmente de un acantilado al final de una de las entregas. Aquello se convirtió rápidamente en un tópico y tanto Thomas como sus compañeros contemporáneos estrujaron aquella estructura que generaba suspense sin igual. No obstante, dicha artimaña fue catalogada y criticada de facilona, pues no era más que un método sinsentido que usaban para crear las ansias en el público por ver una continuación que más tarde sabía a poco. El secreto del cliffhanger radicaba, en realidad, no en crearlo, sino en resolverlo satisfactoriamente.

   Después de aquello el cliffhanger fue evolucionando y saltando a otros medios. Se comprobó que funcionaba además de en libros (se dice, por cierto, que ya el clásico Quijote había hecho uno entre el capítulo VIII y el IX), en la gran pantalla y la TV, pues fue allí hacia donde comenzó a extenderse el recurso durante el siglo XX. Se comprobó que donde mejores frutos daba era, por supuesto, en aquellos seriales en blanco y negro que se emitían semanalmente y seguían estructuras típicas de las novelas pulp. En The Perils of Pauline, de 1914, hubo un episodio que terminaba con la damisela en apuros pendida de un precipicio a punto de caerse. Muchos años después llegaría la clásica serie de Batman con Adam West, la cual siempre terminaba con aquella voz del narrador que decía: «Les esperamos a la misma bat-hora en el mismo bat-canal». A partir de los años 80, el recurso cobró muchísima fuerza gracias a series como Dinastía, Falcon Crest o Dallas, que hicieron de los cliffhangers sus señas de identidad. Uno de los más recordados es el final del capítulo «¿Quién disparó a J.R.?», de Dallas, que fue incluso parodiado por Los Simpsons en el mítico capítulo «¿Quién disparó al Señor Burns?»

2. Series cliffhanger

Series que han usado cliffhangers

   El asunto también llegó al cine (aunque menos extendido), muchos recordarán cliffhangers como los del final de El imperio contraataca e igualmente algunos más modernos como en Batman Begins o Kill Bill Volumen 1. Existen series, además, que incluso han llegado a terminar definitivamente con cliffhangers que dejaban las tramas abiertas y daban al espectador la oportunidad de imaginarse por sí mismos un final, como sucedió con V, Carnivale, Pushing Daisies, Ángel, Lois y Clark: las nuevas aventuras de Superman, Kyle XY, Flashforward, o Me llamo Earl… Así mismo, y aunque parezca extraño, el recurso desde hace algunos años comienza a usarse dentro del medio de los videojuegos. Los más jugones todavía tendrán en la mente finales como el de Alan Wake.

   Por otro lado, es destacable remarcar y elogiar cómo se ha instalado por completo en las series actuales el efecto del cliffhanger de formas increíbles. Desde comienzos de este siglo puede verse la influencia del cliffhanger por todas partes y prácticamente los encontramos en todas las series de éxito. Desde aquella locura que fue Lost, pasando por 24, Prison Break, Dexter, True Blood, Alias, Galáctica, Breaking Bad, Juego de Tronos, Sherlock, The Walking Dead… Seguro que eres de esos que se ha topado con un gran cliffhanger y se ha llevado las manos a la cabeza. A todos nos ha pasado, ¿no es cierto? Pero… volviendo a lo que mencioné al principio de este artículo, sobre que nos encantan y los odiamos a partes iguales, ¿a qué se debe el hecho de que nos gusten tanto? Realmente, ¿sabíais que hay una explicación científica para esto? Pues sí, la hay, y recibe el nombre de efecto Zeigarnik.

   Este efecto define la tendencia humana a recordar tareas inacabadas o interrumpidas con mayor facilidad que las que ya han sido completadas. En 1927 la psicóloga Bluma Zeigarnik publicó un estudio acerca de este fenómeno tras observar que un camarero era capaz de recordar más fácilmente una lista de pedidos pendientes y, en cambio, se olvidaba rápidamente de los platos que ya había servido. El efecto se basa en las motivaciones naturales de terminación que tenemos los seres humanos. Zeigarnik lo demostró con su estudio al poner a realizar a unos cuantos sujetos una serie de tareas sucesivas, de entre 18 a 21 (como enigmas, problemas de aritmética, etc.), de las cuales la mitad eran interrumpidas antes de que pudiesen acabarse. Al terminar las sesiones, los sujetos recordaban con más precisión las tareas estructuradas que habían sido interrumpidas. ¿No os suena de algo? Sí, por supuesto, esas temporadas de series que terminan con un enorme cliffhanger. Y es cierto. Yo todavía recuerdo con mucha viveza aquella primera vez que vi el devastador final de la cuarta temporada de Dexter (hace de esto casi 7 años), o el apoteósico final de la tercera de Lost (emitido hace 9 años). ¿Os dais cuenta del tremendo impacto de un buen cliffhanger? ¿No creéis que es increíblemente absorbente, como si de una droga con propiedades adictivas se tratase, quedarse colgando del acantilado?

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