El papel era un bien muy preciado durante la Edad Media. Una práctica muy común en bibliotecas y scriptoria era el palimpsesto, que consistía en borrar el texto de manuscritos raspando la tinta con piedra pómez para volver a escribir encima, aunque normalmente solían quedar restos de escritura poco visibles sobre que delataban el proceso. Otra práctica habitual para reciclar manuscritos consistía en pegarlos en el interior de las encuadernaciones para reforzarlas, una costumbre que fue todavía más usual con los libros encuadernados entre los siglos XV y XVIII, puesto que con el uso de la imprenta se entendía que los manuscritos medievales habían quedado desfasados.
Esos fragmentos de textos, desechados y ocultos, podrían ahora salir a la luz gracias a una técnica de rayos X desarrollada por científicos holandeses, como informa el diario The Guardian. Bombardear un libro con rayos X de alta energía mediante un espectrómetro permite analizar la presencia y abundancia de diversos elementos como el hierro, el cobre o el zinc, principales constituyentes de las tintas medievales, incluso aunque estén cubiertos con una capa de papel o de pergamino. De esta forma el texto oculto aparece sin necesidad de quitar la encuadernación, no solo haciéndolo visible sino, y más importante, legible. El profesor Joris Dik, de la Universidad de Tecnología de Delft, señaló que el potencial de esta técnica para encontrar nuevos materiales con pistas sobre el pasado es algo sin precedentes hasta la fecha.
Hay que tener en cuenta por una parte que esos fragmentos de texto pueden ser los únicos rastros que queden de obras que no conocíamos o que considerábamos perdidas para siempre, y por otra que es una práctica tan habitual que se puede encontrar en uno de cada cinco libros impresos en la Edad Moderna, según estimaciones de Erik Kwakkel, historiador experto en libros medievales de la Universidad de Leiden. Esto significa que en una biblioteca con una gran colección podría haber miles de estos textos. Unos cálculos que se multiplicarían de forma exponencial en bibliotecas como la Británica o la Bodleiana en Oxford.
Con este procedimiento se ha encontrado, por ejemplo, el fragmento de un manuscrito del siglo XII que incluye extractos de la obra de Beda, un monje del siglo VIII. En uno de los casos fue posible leer el texto de tres páginas que habían sido pegadas entre sí; y en otro se encontraron fragmentos pegados debajo de una cubierta del siglo XVI. Gran parte de los descubrimientos hechos hasta ahora son textos de los siglos XIV y XV pero Kwakkel espera encontrar algún texto del siglo IX o anterior, quizá una Biblia, que es el documento estrella de la Edad Media.
Esta tecnología había sido usada anteriormente por historiadores del arte para descubrir capas ocultas de pintura. Como en 2011, cuando se descubrió debajo de una obra un autorretrato desconocido de Rembrandt, apenas esbozado. Es ahora la primera vez que se utiliza para sacar a la luz tintas medievales y la técnica ha demostrado ser efectiva. El problema es que el procedimiento todavía es muy lento, así que los investigadores están trabajando para desarrollar una técnica más rápida. De nada sirve que potencialmente tengamos a mano miles de textos ocultos si para desvelar uno solo es necesario invertir un día entero. Gracias al desarrollo tecnológico parece que las bibliotecas medievales están más vivas que nunca.
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