Decía Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica que, frente a la estetización de la vida política por parte del fascismo, el comunismo debía responder con la politización del arte.
Por otro lado, a raíz del beef entre C. Tangana y Los Chikos del Maíz, el rapero madrileño argumenta en una entrevista radiofónica en los siguientes términos, para mí de manera impecable.
«Su carrera profesional se basa en venderle a la gente ideas que ya tiene. […] No es cultura hacer espectáculo de la revolución, es usar la revolución para ganar dinero, es puro capitalismo. […] Quieren ganar dinero y usan la revolución como podrían usar cualquier otra imagen. […] No están haciendo pensamiento crítico ni están abriéndole la mente a nadie».
Conviene entender el uso que Benjamin da a los términos «comunismo» y «fascismo», y de que manera se relaciona con la producción artística, pues ello nos permitirá comprender mejor el sentido de ciertos fenómenos culturales que acontecen hoy día.
Pues aparentemente, Los Chikos del Maíz son un grupo de orientación comunista, con un planteamiento político claro y definido. En principio, podríamos pensar que se trata precisamente de esa politización del arte de la que hablaba el autor alemán. Sin embargo, da la impresión de que no es exactamente así.
Benjamin utiliza como ejemplo el futurismo de Marinetti. «La guerra es bella porque unifica en una gran sinfonía el fuego de los fusiles, los cañonazos, los silencios, los perfumes y hedores de la putrefacción». Al encontrar valor estético en la guerra, la muerte y la destrucción, Marinetti hace abstracción de las realidades humanas que precisamente padecen esas condiciones, y nos inmuniza contra el dolor ajeno. En esto caso hablaríamos de estetización de la vida política.
Por extraño que parezca, es posible establecer una analogía entre Los Chikos del Maíz y el poeta italiano. Los temas del grupo valenciano, convertidos en himnos o megáfonos de ciertos sectores de poder -autoproclamados de izquierdas-, nihilizan también la realidad social que precisamente pretenden esclarecer. Pues de lo que se trata en ambos casos es de poner el hecho creativo a las órdenes de la ideología política de turno, sea de izquierdas o de derechas, y convertir tanto a la obra como a la realidad sobre la que recae, en instrumentos de transmisión de determinados conceptos sesgados por la política institucional.
Encontramos así la siguiente paradoja: un grupo-protesta, de ideología explícitamente comunista, esconde un planteamiento fascista en lo implícito, máxime cuando precisamente de lo que se trata es de utilizar el dolor ajeno, la realidad social, para obtener rédito económico, en un esquema económico capitalista, sin modificar en absoluto las condiciones de la percepción.
Reducir el valor estético de la obra a su orientación política, o construir una obra de arte en base a una ideología preestablecida, se trate de la que se trate, será siempre fascismo, pues precisamente no genera pensamiento crítico ni le abre la mente a nadie. Al contrario, refuerza las condiciones estructurales ya dadas de antemano.
El arte, las condiciones estéticas que hacen que tal o cual producto artístico pueda ser definido como tal, las encontrará Benjamin en conceptos como el aura, la autenticidad, o el valor eterno de la obra. Y precisamente ahí sí podremos hablar de politización del arte, en tanto en cuanto dicho producto sí modificará las condiciones de percepción impuestas por la dinámica capitalista, a través de su mera exposición como obra de arte.
Señala Benjamin: «Fiat ars, pereat mundus», dice el fascismo, y espera, como la fe de Marinetti, que la guerra sea capaz de ofrecerle una satisfacción artística a la percepción sensorial transformada por la técnica.” La guerra o, en el caso que nos ocupa, la lucha de clases, los desahucios, o el hambre.
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