Corría el año 46 a.C. y por aquel entonces en Roma gobernaba un tipo llamado Cayo Julio César (hijo). Alguien más bien raro y empecinado en acumular para el imperio todo el poder posible. Y ya si eso un poquito también para él, que se lo había currado durante muchos años. Y no es fácil dirigir un imperio cuando una parte de la cámara que te ha elegido quiere matarte.
Porque la política por aquél entonces no era como ahora. En aquél momento, además de los scratches, los velados insultos en el senado, y alguna que otra obra teatral que se mofaba de quien ostentase el poder, igual te llevabas una puñalada que otra si tocabas donde no se debía. Y Cayo Julio César era muy de tocar donde no se debía y cambiar las cosas a su gusto.
Un par de años antes de que un grupo de senadores lo apuñalasen en las escaleras del senado (así estaban las cosas) empezó a tocar el calendario y a jugar con los años. Los cambios que introdujo no fueron lo que propició las puñaladas. Pero ayudar, lo que se dice ayudar, seguro que no lo hicieron. Al fin y al cabo el tiempo llevaba midiéndose así unos 3000 años.
Tres mil años es mucho. Son, así a voz de pronto, unas 3000 vueltas de la Tierra alrededor del Sol, y cerca de 120 generaciones egipcias. Porque el calendario que se usaba en Roma era el egipcio. Un calendario surgido a principios del tercer milenio antes de Cristo y que disponía doce meses de treinta días más cinco días para ir ajustando un poco la cosa.
No cayeron en que la Tierra tardaba 365,25 días en dar una vuelta alrededor del Sol. Bueno, alguno sí se dio cuenta, pero el clero fue bastante tajante al respecto de reformar el calendario e incluyó algunos castigos divertidos al que presentase una propuesta de reforma del calendario. Como secarse en mitad del sol del desierto atado a una roca hasta morir devorado por las aves.
Los egipcios eran muy suyos con estas cosas.
0,25 días al año (un día cada cuatro años) es lo que estuvo retrasándose el calendario con cada vuelta al Sol de la Tierra durante esos tres mil. No era de extrañar que los egipcios se sintiesen confusos al descubrir que las cosechas vagaban por el calendario y los siglos, y que no podía relacionarse un año con otro si se quería cierto rigor.
Llegado el año 46 a.C., a Cayo Julio César le entraron ganas de cambiar esas cosas que no se deben cambiar y decidió dar al traste no solo el calendario egipcio, sino cualquier otro calendario vigente. Por aquella época, unos cuantos calendarios lunares y solares más. Y los sustituyó por calendarios más robustos y serios, útiles y… con su nombre en ellos.
Porque Cayo tachó uno de los meses egipcios (el que coincidía casi por completo con el mes egipcio Epep) y puso su nombre sobre él. Ahora lo conocemos como Julio. No contento con cómo habían desfigurado los egipcios el calendario, Cayo incluyó un año bisiesto cada cuatro años para corregir el error y para que no hubiese más desfases de ahí en adelante.
Pensaba en el largo plazo. Pero claro, él qué iba a saber de que le quedaban dos años por delante…
Para compensar la deriva a lo largo de los años, Cayo incluyó nada menos que tres meses más al año vigente, el 708 de su era, lo que hizo del 46 a.C. un año con nada menos que 445 días. Hoy día conocemos ese año como annus confusionis (el año de la confusión). Algo comprensible para cualquier año con quince meses, tres de los cuales no deberían haber estado ahí.
Hola Marcos,
Voy un poco atrasada con las entradas porque las vacaciones hacen lo suyo, je, je, je; pero en verdad extrañaba leer y comentar el blog.
Ya había escuchado lo del mes de Julio pero no sabía toda la historia que había detrás, ¡y vaya historia!
Me llama la atención cómo como sociedad tendemos a excluir -por no decir matar- a todo aquel que se atreva a modificar el status quo.
Por cierto, ¿sabes si se ajustaron luego esos tres meses o los dieron por perdidos?
Saludos 🙂
Esos tres meses fueron una adhesión al 46 a.C. que no volvió a repetirse, de meses que no existían. Por ejemplo, imagina los meses del 1 al 12. El 46 a.C. fue algo como:
1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11-12-12-12-12.
El siguiente año fue un año normal 🙂