La experiencia que tenga un niño con la literatura durante sus seis primeros años de vida puede convertirlo en un lector para toda la vida. A fin de cuentas, existen estudios que afirman que si los niños no leen es culpa de los padres. Conscientes de ello, los especialistas recomiendan que los bebés tengan un contacto con los libros desde muy pronto. Ya no es solo que se haya demostrado que los niños que crecen rodeados de libros consiguen trabajos mejor pagados, es que el hábito de lectura en edades tempranas influye no solo en su capacidad lectora sino en su desarrollo integral como personas. La manera en la que se propicien estos primeros encuentros es, por tanto, decisiva. Y el tradicional debate entre libros tradicionales de papel y libros digitales tampoco podía faltar en este escenario.
Es cierto que los libros electrónicos tienen infinidad de estrategias para llamar la atención de los más pequeños. En un estudio sobre libros de cuentos digitales, los investigadores describen cómo estás historias pueden ayudar a aprender a los niños pequeños, especialmente a aquellos con dificultades o retraso en el lenguaje, ya que este tipo de formato refuerza la conexión entre la imagen y la palabra y eso permite integrar la información de forma más sencilla, pero al mismo tiempo pueden causar «sobrecarga cognitiva», al tiempo que deteriora el vínculo entre padres e hijos.
Este último aspecto es fundamental para Perri Klass, pediatra y directora del programa Reach Out and Read. Klass ha escrito un artículo en The New York Time defendiendo la importancia de los libros de papel frente a los libros digitales en esos primeros contactos con la literatura. No por el formato en sí, sino precisamente por el deterioro de la conexión entre padres e hijos. Klass hace referencia a otra compañera de profesión, Jenny Radesky, de la Universidad de Michigan, que afirma que los niños de menos de cinco años aprenden mejor cuando no son distraídos por elementos digitales, sobre todo cuando esos elementos no son relevantes para aprender, y cuando hay un adulto interaccionando con ellos. Otro estudio publicado en JAMA Pediatrics, este sobre las interacciones entre padres e hijos de entre 10 y 16 meses, desmotraba que cuando los niños jugaban con juguetes electrónicos tanto ellos como sus padres tendían a usar menos palabras y a vocalizar menos que cuando jugaban con juguetes tradicionales.
La cuestión es que lo que un libro digital puede aportar a la experiencia de la lectura nunca podrá estar a la altura de lo que puede aportar un padre. Un padre puede imitar el sonido de cualquier animal, un padre puede hacer preguntas, puede relacionar lo que hay en la página con la experiencia de su hijo, puede avivar la llama de la imaginación solo con palabras, lo que hace que su comprensión del texto sea más enriquecedora. Por no hablar de los beneficios que tienen tan solo treinta minutos de lectura no solo en los niños sino en los adultos que leen con ellos.
Más adelante siempre habrá tiempo para leer en digital. De hecho, se ha demostrado también que la lectura digital puede tener efectos muy positivos en los más jóvenes. Lo que está claro es que no hay que cerrarse en banda a ninguno de los dos formatos.
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