Datos del estudio

Datos del estudio

   Cabría pensar que tener un móvil tiene que ser por fuerza sinónimo de alfabetización pero esta apreciación es cuanto menos matizable. Partiendo de la base de que analfabeto es aquel que no tiene ni el más mínimo conocimiento de lectura o escritura, no existe una convención internacional sobre el nivel cualitativo de ambas destrezas a partir del cual se puede considerar que una persona deja de serlo. Incluso en países en los que la tasa de analfabetismo sea relativamente pequeña puede ocurrir que la comprensión lectura sea muy deficiente, lo que se conoce como iletrismo, ya que leer no es solo conocer las letras sino también el mensaje que estas transmiten. Una situación que se agrava especialmente en países en vías de desarrollo, donde además el analfabetismo suele aparecer asociado a otras condiciones como la pobreza extrema o el riesgo de exclusión social.

   Numerosas organizaciones pretenden mejorar esta situación pero para rentabilizar recursos y que sus medidas sean más eficientes es necesario saber cuáles son las áreas con tasas de alfabetización bajas e incidir directamente en ellas y no en otras zonas. El método que se emplea de forma habitual es llevar a cabo encuestas de puerta en puerta, pero este sistema requiere mucho tiempo, esfuerzo y dinero, por no decir que no es fácil repetirlo de forma regular y que cuando se empiezan a usar esos datos ya han perdido vigencia.

   Pål Sundsøy del Grupo de Investigación Telenor en Fornebu, Noruega, afirma haber encontrado un método más rápido y barato para determinar las áreas de alfabetización: utilizar los registros de llamadas de los teléfonos móviles. Para poner en marcha este sistema Sundsøy llevó a cabo una encuesta inicial a 76.000 usuarios de teléfonos móviles de un país en vías de desarrollo no identificado en Asia. La encuesta, realizada por una agencia en colaboración con un operador de telefonía, registraba el número de móvil de cada persona y si pueden o no leer. A continuación se obtienen otros datos como el número de llamadas que hace cada persona, cuánto duran las llamadas, la cantidad de mensajes de texto que mandan o se reciben y en qué momento del día, desde dónde se hicieron esas llamadas o envíos de mensajes o dónde se encuentran ubicadas las antenas de telefonía. Toda esta información permite construir un perfil para cada usuario y un patrón asociado a las personas analfabetas.

   Según Sundsøy existen varios factores que parecen predecir el analfabetismo: el lugar donde las personas pasan la mayor parte del tiempo o el número de mensajes recibidos y la diferencia con el número de enviados. Así mismo, los analfabetos tienden a concentrar su comunicación en pocas personas.

   El algoritmo ha demostrado tener una alta fiabilidad, de un 70%, lo que lo convierte en una herramienta útil para todas aquellas agencias que deseen asignar recursos a áreas con altos índices de analfabetismo con vistas a erradicar esta lacra. Los analfabetos funcionales son incapaces de hacer tareas tan nimias y cotidianas como rellenar solicitudes de empleo, leer etiquetas de medicamentos o gestionar sus cuentas, lo que las conducen a un círculo vicioso de pobreza. Los móviles se han convertido en una poderosa arma para romper con este ciclo.

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