Libreria Books de Londres

Libreria Books de Londres

   Para ganarle el pulso a Amazon y a otros escaparates virtuales, o por lo menos para aguantar el tipo, muchas librerías se han visto obligadas a reinventarse. Antiguamente las librerías eran lugares donde se iba a comprar libros y poco más. Si acaso, a charlar un rato sobre literatura con el librero y para casa. Reinventarse o morir, dicen.

   Cada vez son más las librerías que se llenan de botellas de crianza, de grifos de cerveza, de confortables sillones, de música refinada o mesitas vintage, lugares apacibles en los que viajar por las páginas de un libro mientras se toma una taza de café, un frappé, un refresco, un vino o una cerveza, donde pasar un rato agradable, intercambiar opiniones, conectarse a Internet y consultar el correo electrónico, asistir a exposiciones, a presentaciones de libros y revistas, a coloquios y a todo tipo de eventos culturales. Cualquier excusa es buena para seducir al cliente, incluso crear espacios que parecen sacados de otro mundo o permitir que sus clientes pasen la noche en ellas. Incluso se ha llegado a esa fórmula desde el camino opuesto: cada vez son más las cafeterías que terminan haciendo un hueco a los libros. No quiero quejarme de intrusismo, pero esa circunstancia ha derivado en una curiosa situación: personas del mundo de la restauración metidos a libreros.

   Conscientes de que esta situación se ha ido bastante de las manos, un grupo de librerías londinenses se ha rebelado contra este nuevo concepto de librerías para reivindicar un modelo más tradicional. Es lo que ha ocurrido con Libreria Books, situado en el East End de Londres, que se ha declarado como una zona libre de WiFi y de café. Su fundador, Rohan Silva, ha declarado en el diario The New York Times que se decidió a abrir una librería así porque estaba harto de ese mal que aqueja a muchos amantes de los libros: el incómodo e insoportable sonido de los móviles, que altera la tranquilidad que debe haber en una librería. «Queríamos que la gente usara su intuición humana cuando compraran libros. Pueden obtener WiFi en cualquier momento, sin necesidad de ir a una librería», declaró Silva.

   Otras librerías que se han sumado a la campaña son Tenderbooks, Buchhandlung Walther König , Lutyens & Rubinstein y Word on the Water. Todas ellas evitaban también el WiFi y el café, bajo el lema de que en la era digital una librería debe ser un refugio. El uso del móvil no está prohibido pero sí mal visto. A nadie se le ocurre estar mirando el móvil en ellas, y si recibes una llamada sabes que lo educado es salir a hablar a la calle. En todas ellas se asume que las personas que las visitan están más interesados por los libros que por el WiFi o el café, por lo menos en ese momento.

   Su objetivo no es atraer clientes a toda costa, sino simplemente vender libros y, de paso, convertirse en un espacio libre de distracciones, más allá de los propios libros. Una filosofía que, en un mundo cada vez más apresurado y digital, encaja a la perfección con la de la lectura slow.¿Pueden este tipo de librerías seguir siendo rentables hoy en día? Si existe una librería que es capaz de vender un único libro, ¿por qué no? Solo el tiempo lo dirá.

Comentarios

comentarios