books-library-legal-ss-1920-800x450   Llevamos ya muchos años matando al libro impreso. Si atendemos a las cifras no hay que sorprenderse: entre 2008 y 2010 las ventas de eBooks llegaron a dispararse hasta un 1.260%. No cabe duda de que la revolución tecnológica que estamos viviendo está a la altura de la que en su día se vivió con la imprenta de Gutenberg. No es solo un mero cambio de soporte, sino una nueva forma de concebir la lectura. Sin embargo, pasado el entusiasmo de esa burbuja digital, la situación parece ser bien distinta a la que pintaba hace unos años. Según datos de la Asociación Americana de Editores, publicados por el New York Times, las ventas de libros digitales cayeron un 14% durante los cinco primeros meses de 2015 con respecto a 2014. Además, en ese año los eBooks representaban el 23% de los ingresos totales del mundo editorial, mientras que en 2015 el porcentaje bajó hasta el 20%. Una tendencia que puede deberse en gran medida a un exceso de fatiga digital por parte de los usuarios.

   El último estudio realizado por el Pew Research apunta en esa misma dirección. Un 6% de los encuestados leen libros exclusivamente en formato digital, frente al 38% que lo hacen solo en libros impresos. Existe otro 28% que combina ambos formatos. El 65% afirmó haber leído un libro impreso en el último año, el mismo porcentaje que en 2012. Si se tienen en cuenta además libros digitales y audiolibros, el número de personas que han leído en los últimos doce meses un libro, ya sea impreso o digital, aumenta hasta el 73%, mientras que en 2012 era un 74%. El 28% dijo haber leído un libro digital en el último año, mientras que el 14% escuchó un audiolibro. Curiosamente estos datos contrastan con otra encuesta realizada por Pew Research en la que se indicaba que los jóvenes son más propensos al formato digital.

   Es cierto que son datos de Estados Unidos, pero si nos trasladamos a España la situación es parecida. Según datos del último Análisis del Mercado Editorial de España de la Federación de Gremios de Editores de España el peso del libro impreso sobre el total editado crece por primera vez en los últimos cinco años, representando el 75%. En cambio, la edición digital desciende un 1,9% respecto al año pasado, pasando del 23,2% al 22,3% del total. Esto supone que por primera vez se invierte la tendencia que favorecía al formato digital y que se inició en 2008 ‒hay que matizar que estos datos se basan en el ISBN y que por tanto no tienen en cuenta libros autopublicados en plataformas digitales tipo Amazon‒.

   Otro dato interesante que se saca del informe del Pew Research es que si bien es cierto que el número de personas que ha leído un libro electrónico en los dos últimos años más o menos se ha mantenido estable, alrededor del 28%, la manera en la que consumen esos libros ha cambiado mucho. El uso de teléfonos móviles y de tabletas ha creciendo tanto que el clásico eReader se ha visto apartado a un segundo plano. El 13% encuestados usaron sus móviles para leer en el último año, frente al 5% de 2011. Con las tabletas ocurre algo parecido: de un 4% de 2011 se pasa a un 15%.

   El papel impreso está lejos de rendirse. Incluso Amazon, que podría ser una de las grandes beneficiadas del cambio digital al eliminar la figura del editor, transigió y comenzó a abrir sus primeras tiendas físicas. Entender que la revolución digital está al mismo nivel que la revolución de Gutenberg implica ver más allá de la cuestión de los soportes. Lo que el libro digital ha puesto en entredicho es el modelo de acceso al conocimiento y a la cultura, a la manera en la que lo consumimos y lo compartimos. Una revolución que nace de lo digital y que acabará contagiando al libro impreso. Tal vez haya que matarlo para que nazca un nuevo modelo. Quizá haya que proclamar a los cuatro vientos: «El libro impreso ha muerto… ¡larga vida al libro impreso!»

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