
Hodge corriendo para salvar sus manuscritos. Fuente: New Orleans Advocate
Una característica que suelen compartir los escritores de la era digital es la de hacer copia de seguridad de sus trabajos. Es conveniente ser precavido y no apostar el trabajo de quizá mucho tiempo a un solo ordenador o a un USB porque nos podemos llevar algún que otro susto. Además, con la nube no cuesta nada automatizar el proceso de respaldo de esos archivos que tanto esfuerzo nos ha costado sacar adelante. Si no, que se lo digan a Gideon Hodge, un escritor que recientemente se ha visto en la tesitura de poner su vida en peligro para salvar dos de sus manuscritos.
Todo empezó cuando se produjo un incendió en el interior de una casa abandonada en el barrio de Broadmoor, Nueva Orleans, que rápidamente se extendió a las casas colindantes. El incidente fue tan rápido que a alguno de los vecinos afectados apenas les dio tiempo de salir con lo puesto y perdieron prácticamente la totalidad de sus posesiones. Pero no fue ese el caso de Hodge. Cuando salía del trabajo este escritor recibió una llamada de su novia comunicándole la terrible noticia y, como fulminado por un rayo, tuvo una especie de revelación de lo que suponía aquello. En el interior de su casa guardaba el portátil con la única copia de dos novelas completas que había escrito.
Ni corto ni perezoso, Gideon se precipitó hasta su casa y al llegar a ella no dudó ni un segundo en atravesar el humo y pasar al interior, ignorando los gritos de los bomberos para que se detuviera. Afortunadamente el ordenador estaba intacto, y Gideon pudo salir con él en sus manos, frente a la atónita mirada de bomberos, vecinos y curiosos. El resto de la casa se había perdido en el incendio en su totalidad. «Cualquiera que alguna vez haya creado arte sabe que no hay sustitución posible para eso», dijo Hodge más tarde. «Era más o menos el trabajo de mi vida», añadió. Ni siquiera se había planteado la opción de tener miedo.
Dentro de lo que cabe, la historia de Hodge tiene un final feliz, pero no hay que perder de vista que se lanzó sin dudarlo a una trampa mortal y que las consecuencias podrían haber sido funestas. Sin ir más lejos, en circunstancias parecidas murió el sevillano escritor Rafael de Cózar en el 2014. Al igual que Hodge, Cózar no dudó en atravesar las llamas que estaban consumiendo su biblioteca, pero a diferencia del autor norteamericano, Cózar no intentaba salvar ningún manuscrito sino su valiosa biblioteca de más de 9.000 libros. Otro diferencia importante es que Cózar murió en aquel incendio.
Esto nos enseña que no hay nada material que esté por encima de la propia supervivencia, ni los libros, por más que los amemos, ni el trabajo de una vida, que siempre podrá reconstruirse, siquiera parcialmente. Y esto nos enseña, en definitiva, la importancia de ir haciendo copias de seguridad de nuestros libros. Nunca se es demasiado precavido cuando sentimos que lo que tenemos entre las manos es irreemplazable.
No hay comentarios