Hace poco leí que a J.K.Rowling la tildaban de homófoba porque en la saga juvenil que todos adoramos –o debiéramos adorar– no aparece ningún personaje LGTB, no digamos ya alguna pareja de más que amigos que se haga carantoñas al volver a las salas comunes tras un partido de Quidditch, o algún giro sorprendente protagonizado por Gilderoy Lockhart, quizá. El caso es que sin saber muy bien cómo –supongo que la gente tiene suficiente tiempo libre para dedicarse a elaborar hipótesis sobre el mundo mágico, quién pudiera– a alguien se le ocurrió que Sirius Black era gay. Y ni corto ni perezoso le expuso dicha teoría a su creadora mediante Twitter, esa fantástica herramienta social que sirve para todo y para nada, y fue también mediante Twitter que la misma Rowling afirmó con rotundidad que no, que Sirius no era gay. Y se abrió la caja de los truenos. Una horda –¿se puede decir horda?– de seguidores de la escritora cambió las varitas mágicas por tweets, y bajo el hashtag #JKRowlingIsOverParty se dedicaron durante varias horas a demostrar que la escritora no sabía tanto de Harry Potter como ellos, los fieles lectores de la saga (¿?), y como no conseguían que la autora claudicara y convirtiera a Sirius en gay, ellos mismos se tomaron la literatura por su mano y mostraron su desprecio a lo que ellos consideraban una muestra vergonzante de homofobia

«¿Te acuerdas de aquel tiempo en el que J.K.Rowling representó y apoyó nuestra comunidad y contribuyó al empoderamiento de la juventud LGTB? Yo tampoco».

La escritora J.K.Rowling. Fuente: The Independent.

La escritora J.K.Rowling. Fuente: The Independent.

   No es la primera vez que ocurre, ni la primera vez que leo cosas de este estilo, pero hoy me ha dado por reflexionar acerca de la separación autor-narrador-personaje. Consideremos lo siguiente: nadie en su sano juicio tildaría de terrorista a Chuck Palahniuk ni de sádico a Bret Easton Ellis, dos de los escritores más reconocidos de la llamada Generación X [inciso: los escritores, después de grandes discusiones muy discutidas y de intensos consensos muy consensuados, hemos decidido segmentarnos cual Pokémon en generaciones según nuestra fecha de aparición, así están los Generación X (c.1960-c.1980), los Generación Y (c.1980-c.1995) y los Generación Z (c.1995-2010)]. Sin embargo, ahí está El club de la lucha o American Phsyco. Tampoco se nos ocurriría pensar que Pierre Lemaitre se disfraza por las noches de asesino, pero qué soberbia que es su Irène, amén de otros títulos del francés. Pero son extremos, ¿verdad? Asesinos, psicópatas, destructores de la sociedad contemporánea… se les presupone la ficción.

Incluso cambiaron los datos referentes a Sirius Black en Wikia. Fuente: Twitter.

Incluso cambiaron los datos referentes a Sirius Black en Wikia. Fuente: Twitter.

   Echemos ahora un vistazo a la televisión. Resulta que TV3 emite una serie bastante simpática sobre un profesor de filosofía que estimula a sus alumnos y los hace despertar del letargo institucional al que nos vemos sometidos cuando alcanzamos la adolescencia, llamado Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Merlí es una serie que cuenta con una buena acogida y que desprende buen gusto, que recuerda a ese Club de los poetas muertos y que, en ocasiones, tiene unos tintes cómicos remarcables. Pues bien, en Merlí hay una profesora que pide tiempo libre para asistir a la ANC (Assamblea Nacional Catalana), una organización que aboga por la independencia de Cataluña, y que muy de vez en cuando, por lo que he podido ver hasta la fecha, hace referencia al procés. ¿Se imaginan lo que ha provocado? En efecto: muchos críticos que valiéndose de Twitter tildan la ficción de «adoctrinamiento» y de «tendenciosa», cuando no de adjetivos más gruesos. Y resulta curioso, ¿no creen? Ficción, al fin y al cabo. Una ficción televisiva que no deja de lado el momento en el que nos encontramos –¿se acuerdan de Física o química?–, aunque a esos críticos quizá les hubiera gustado poder moldear a todos los personajes a su gusto y antojo, al igual que los seguidores de Rowling mostraron un gran empeño en que Black fuera gay.

La serie Merlí, emitida por TV3 y LaSexta. Fuente: El Periódico.

La serie Merlí, emitida por TV3 y LaSexta. Fuente: El Periódico.

   Parece ser que J.K.Rowling no es, a fin de cuentas, homófoba (¡sorpresa!). Y parece ser que la serie Merlí no se creó con la intención de adoctrinar a los adolescentes a favor del procés. Pero ambos ejemplos nos permiten replantearnos nuestro papel como lectores/espectadores y el papel del autor en los tiempos que corren. No, no todas las obras que leamos nos van a gustar, no en todas vamos a estar de acuerdo con el planteamiento, no en todas vamos a congeniar con los personajes. En mi novela 305 Elizabeth Street –pueden saltarse las siguientes líneas si no quieren leer publicidad nada subliminal– se desencadena una situación que cabrea a la mayoría de lectores de los que he recibido eso que llaman feedback. «¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?», se indignan como Alaska en su gran tema musical. Aunque me comprenden –o eso dicen–. En mi opinión, el caso Rowling presenta una gran diferencia con respecto al caso Merlí. Las críticas a Merlí surgen de aquellos que no quieren ver reflejadas posiciones contrarias a las suyas, mientras que lo que ha ocurrido con Rowling es más un deseo frustrado, la querencia de algunos por que esa saga que ha marcado nuestras vidas nos represente un poco mejor, nos acoja un poco más. Pero J.K.Rowling, al crear su obra, como cualquier escritor que se enfrenta a la página en blanco, no estaba obligada a satisfacer a todos, a proclamarse abanderada de esta o aquella causa, a representar a los colectivos sociales… El escritor decide lo que quiere escribir, y el lector decide lo que quiere leer. Y J.K.Rowling demostró gran maestría con sus Harry Potter (vamos a obviar el epílogo final de la saga, que de lo contrario me enciendo y tenemos tema para otro artículo). ¡Por supuesto que me hubiera gustado a mí tener un referente LGTB en Harry Potter! Pero también quise que Horacio Oliveira encontrara a la Maga en su vagabundear y no por ello considero a Cortázar un cabrón. Ficción, al fin y al cabo. Ficción.

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