¿Alguna vez te has preguntado si las bibliotecas tienen algún lugar en nuestro futuro? Dado que una vez no existieron, no es de extrañar que haya quien piense que en su momento desaparecerán. Quizá cuando no sean útiles. Lo que lleva a la pregunta: ¿Llegará el momento en que las bibliotecas no sean útiles? ¿Dónde podemos obtener la respuesta a esto?
Mi punto de partida es la ciencia ficción, un género en el que como decía uno de nuestros lectores, toca demasiados palos como para que alguno de ellos no llegue a ser correcto (gracias, Pece).
He realizado una serie de pesquisas y me he dado cuenta de que, como norma general, el concepto moderno de biblioteca no quedará muy bien parado en el futuro si tenemos que hacer caso de los escritores de ciencia ficción.
La ciencia ficción es para todos (para ti también)
Hemos hablado en este blog sobre la ciencia ficción, y sobre el futuro, en un intento casi absurdo de predecir este último. A veces hemos hablado incluso sobre lo fácil que resulta leer ciencia ficción (para la que, repetimos, uno no ha de ser ingeniero) o por qué nuestro mundo la necesita.
Me gustaría compartir con vosotros el siguiente fragmento (Gracias, Cris Mandarica):
«Existe una rama de la ciencia ficción mucho más oscura, más realista y mundana, donde los personajes son habitantes de un mundo como el nuestro, desplazado en el tiempo cien, doscientos años o un milenio. Se encuentran tan perdidos y tienen tanto miedo del mundo que les rodea como tú o yo. Y el hecho de que la técnica los haya mejorado en algún parámetro no significa que sean superhéroes o que puedan afrontar el día a día mejor que nosotros»
Es la ciencia ficción que ha levantado las masificadas series modernas y ha conseguido que el público acepte este género casi sin percibirlo. Ciencia ficción de tapadillo en las que, sin irse a series como The 100, The Expanse o Residue (localizadas en un futuro lejano), se nos habla de personajes del día a día. Presentes. Realistas y reales.
Basta con mirar a nuestro alrededor para ver El ministerio del tiempo, Person of Interest o CSI. En todas se plantea una hipótesis de partida, y la serie avanza tratando de resolver la pregunta…
¿Cómo vivirán los humanos en esa realidad?
Una realidad separada de la nuestra en algo. En el caso de El ministerio del Tiempo, ese algo es el propio Ministerio, un organismo público basado en una red de puertas que dan a la historia pasada. En Person of Interest tenemos los grandes avances de reconocimiento facial como núcleo, y nos plantea la pregunta de hasta dónde llegaremos en la identificación de las personas. Obviamente el centro de CSI es la solución a la pregunta ¿Cuánto zoom se puede hacer sobre un objeto sin llamar la atención del público?.
Todas estas series (también lo vemos en películas y libros, aunque las series modernas suelen ser más conocidas) tratan, en esencia, de personas siendo personas. Siendo ayudadas en ocasiones por algunos avances hoy más o menos lejanos, pero con conflictos y emociones que encontraríamos en el día a día.
Es en esta línea en la que llevo trabajando un tiempo. Especialmente en la pregunta «¿Cuánto apego le tiene el humano medio actual al modo en que accedemos a la cultura?».
El apego a los conceptos conocidos
He podido percibir que cada vez que alabo los libros recibo una oleada de amor y apoyo, caritas sonrientes y muchos Me gusta (lo mismo ocurre en el subtema Bibliotecas); mientras que cuando insinúo que estos morirán en un futuro (incluso uno lejano) recibo críticas de todo tipos, insultos incluidos. La existencia del presente, y de que todo seguirá como hasta ahora, es una idea infecciosa.
Casi tanto como el hecho de que todo cambiará pronto, y que no se sabe si lo hará a mejor o a peor. Es quizá ese desconocimiento y salto al vacío de la ciencia ficción lo que echa a muchos lectores hacia atrás, prefiriendo la seguridad y firmeza de aquellos libros conocidos con entornos conocidos y finales conocidos.
«Es más seguro así» piensa sea parte del cerebro que te insta a percibir como malo todo aquello que sea relativamente nuevo.
Y quizá sea por eso mismo por lo que nos es muy complicado aventurar qué vendrá en nuestro futuro próximo, o qué dejará de estar en él. Una mezcla de desconocimiento, de duda, y de no querer ver más allá que esta ilusión a la que llamamos presente y que sabemos pronto desaparecerá.
Por ejemplo, somos conscientes de que los vehículos de combustión tienen los días contados, así como el modo en que consumimos carne, pero hacemos lo posible porque no cambie con la esperanza de que no lo haga. ¿Nos pasará igual con los libros? ¿Nos ocurrirá igual con las bibliotecas (volveré sobre esto en breve)? ¿Seguiremos luchando en contra de un cambio de uso que sabemos que ya está ocurriendo?
Hemos luchado durante siglos contra los cambios
Ayer mismo Alejandro Gamero publicaba un lamentable incidente cultural: Una autora es condenada a seis años de prisión por escribir un cuento inédito. Esto ocurría hace unos días en Irán, y aunque desde la moderna Europa nos parezca atroz y repudiable, lo cierto es que en esto de tachar de lo que se puede o no escribir lo inventamos nosotros.
En Europa fuimos los primeros en prohibir lo que no podía ser pensado, dicho, o escrito. Hemos creado muchos organismos públicos cuyo origen ha sido precisamente el de ralentizar un pensamiento heterogéneo y bloquear cualquier tipo de cambio. En aras, claro, de la decencia y la civilización. (No).
No hace ni un siglo que occidente se estremeció con varias olas de un bloqueo radical en contra de un pensamiento crítico y de la mezcla. En contra de los cambios. Y dado que el futuro es un cambio importante (y su foro ha venido a ser con frecuencia la ciencia ficción), no es de extrañar que nuestras antiguas raíces luchando en contra de un cambio sigan convirtiendo este género en un apestado, en una mujer victoriana sin corsé o en una persona de color entrando en un baño público en el siglo XIX.
Aunque se haga de un modo inconsciente.
Sin embargo estas noticias tangibles nos escandalizan sin tener presente que somos el freno de temas que si bien no parecen tan urgentes, no dejarán de tener una importancia terrible en el futuro. Somos nuestro propia ancla, y deseamos seguir aferrados a unas costumbres que sabemos desaparecerán con el tiempo. ¿Te has planteado alguna vez…
¿…qué será de las bibliotecas en el futuro?
Las bibliotecas son, cada vez con menos frecuencia, lugares de los que extraer libros con conocimiento de tal o cual tema (excluyendo, claro, las especializadas de facultades). Hace tiempo que Internet las obligó a trasformar sus atestadas estanterías en miles de pupitres donde estudiar.
Porque cuando todos tenemos una biblioteca universal en nuestro teléfono móvil lo que necesitamos no son volúmenes impresos, sino espacio donde estudiar. Así, muchas de ellas han ido cambiando de manera paulatina su estructura para ofrecer servicios demandados: sillas, mesas, WiFi y uno o dos enchufes por puesto.
El cambio de las bibliotecas desde la pertenencia a una élite allá en Alejandría a centros de día para personas sin pupitre ha costado dos milenios. Pero los cambios más recientes están ocurriendo hoy día, y estarán con nosotros dentro de una década. La pregunta que podemos hacernos es:
¿Estamos preparados para dejar de lado las bibliotecas? ¿Estamos preparados para que las bibliotecas desaparezcan?
En el próximo artículo hilaré fino qué tienen que ver los tres pilares de este artículo (ciencia ficción, bibliotecas, y cambio) a través en una recopilación de las segundas en el género de la ciencia ficción.
LAS BIBLIOTECAS EN EL FUTURO (II). EL ACCESO A LA INFORMACIÓN
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