Hablaba en el artículo anterior sobre cómo tendemos a rechazar el cambio. Todo tipo de cambio. Y si es con respecto a nuestras bibliotecas, más aún. Simplemente no queremos ni oír que en algún momento dejarán de tener sentido, y que quizá terminen por extinguirse.

bibliotecas-futuro

   Y, sin embargo, es este el futuro que más muestran los tratados de ciencia ficción: la muerte de las bibliotecas. Al menos, las bibliotecas tal y como las conocemos, ojo. Nuestra lectora Gladys Lynn escribía en el artículo anterior que era posible que las bibliotecas evolucionasen en museos de nuestro presente, y con la librera de Libros 10 tuve una apasionada conversación sobre cómo las librerías puede que resistan como lugares de conservación de volúmenes históricos.

   ¿Hacia dónde van las bibliotecas? ¿Van a morir? Y, si es así, ¿cuándo? A lo mejor la ciencia ficción tiene las respuestas…

¿La muerte de las bibliotecas?

   Recuerdo aquella escena de una película estrenada en 2004 pero que relata un hipotético año 2035. En esta película, adaptación del libro Yo, robot de Isaac Asimov, un inspector de policía llamado Spooner habla con un tal Lawrence Robertson, directivo de la compañía U.S.Robotics.

INSPECTOR SPOONER: Sé que esta es una semana importante para ustedes, pretenden llevar un robot a cada hogar. Mira, esto… esto no es lo mío, pero tengo una idea para un anuncio. Podría verse a un carpintero haciendo una preciosa silla. Y luego aparece uno de sus robots y hace una silla mejor el doble de rápido. Y entonces aparece sobreimpreso «U.S.R., jodiendo al ciudadano».

LAWRENCE ROBERTSON: Ah…

INSPECTOR SPOONER: Y fundido en negro.

LAWRENCE ROBERTSON: Entiendo: su padre perdió un trabajo por un robot. Usted es de los que hubieran prohibido Internet para que no cerraran las bibliotecas. Los prejuicios no atienden a razones.

   En este futuro, ahora a dos décadas de distancia, un Internet quizá más completo que el que vemos hoy día ha sustituido a las bibliotecas hasta tal punto que estas han cerrado. No dice que hayan desaparecido, simplemente cerrado. Quién sabe, quizá deje de tener sentido mantenerlas abiertas al público si este usa otro medio de acceso a la información o si deja de usarlas para el estudio.

Las bibliotecas interactivas

   Algo parecido podría ocurrir en el futuro de Alexander Hartdegen, curiosamente otro de los personajes de Isaac Asimov. Este profesor victoriano usa una máquina del tiempo para dar un paseo por 2030 y descubrir a Vox 114, un asistente electrónico de biblioteca un tanto curioso.

   Para empezar, Vox 114 no tiene un cuerpo como el nuestro: toda su consciencia se alberga en una esfera enorme a la puerta de una biblioteca sin libros. Estos ya no hacen falta: Vox 114 se los sabe todos, de memoria. Es, como él mismo se define «soy un fotónico activado por fusión con capacidad visual y verbal conectado a todas las bases de datos del planeta. […] Un compendio de todos los conocimientos humanos».

   En otras palabras, es todas las bibliotecas del mundo que han llegado a existir, a la vez, y a través de una pantalla interactiva en la que se ve a un hombre. Es el profesor por excelencia que lo sabe todo, sobre absolutamente todo. Al menos, todo lo que saben los humanos del presente.

   Algo similar ocurre en el film I.A., donde un pequeño robot acude en busca de la sabiduría del Dr.Know, una cabina interactiva que recuerda a la evolución de nuestros Siri, Cortana o OK Google modernos. Pero a diferencia de estos serviciales buscadores, el Dr.Know cobra por cada búsqueda realizada y por cada respuesta respondida. Además, trata de engañar a quien busca para que efectúe más y más preguntas. Un acceso al conocimiento mediante micropagos… ¡espeluznante!

Las bibliotecas-bunker

   Durante varios episodios traumáticos de la historia humana (como el alzamiento del nazismo en Centroeuropa a lo largo del siglo pasado) se construían búnkeres para proteger libros prohibidos. Algo similar ocurrió en España durante la dictadura, así como en uno de los capítulos de Stargate Atlantis que menciono a continuación.

   Evidentemente en un entorno de ficción pura, la humanidad se ha extendido a lo largo de una ramificación de planetas. Todo bien hasta que aparece una raza que se alimenta de humanos y que realiza cada 400 años una «cosecha» al más puro estilo de La guerra de los mundos.

   Cada cosecha se seguía de siglos de edad de las tinieblas. Pueblos caóticos que trataban de llegar a su máximo potencial hasta que otra cosecha les robaba a sus mejores científicos e instituciones. Y vuelta a empezar.

   Para que esto no ocurriese se usaban las bibliotecas-búnker, que además de proteger el conocimiento estaban encargadas de la misión más importante de todas: escolarizar a todos los que quedasen de la cosecha anterior para seguir avanzando en sus conocimientos en lugar de quedarse estancados en la Edad Media.

   La idea no es mala para nuestra realidad. No porque nos vaya a atacar una malvada especie comehumanos, sino porque nunca se sabe si la arquitectura de Internet puede llegar a fallar en cualquier momento. De poder hacerlo sería buena idea tener un Plan B que nos alejase de la barbarie y de una nueva Edad de Piedra.

Todos los conocimientos humanos en dos CDs

   Mucho menos dramático es el guiño que hace la serie Futurama a la obsolescencia del CD cuando presenta todos los conocimientos que tiene la humanidad en el año 3000. Estos conocimientos se guardan en la Universidad de Marte, más concretamente en la Biblioteca de Marte.

   La Biblioteca de Marte es llamativa. Rodeada de bosques marcianos y con una verja metálica, un edificio tallado en roca firme ocupa varias hectáreas del (por otro lado) asequible suelo rojo. Sin embargo el edificio está completamente vacío y diáfano. No hay muebles, y desde luego no hay libros. En su interior, un pequeño stand con dos CDs:

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   Pero claro, en Futurama uno puede sumergirse de lleno en un Internet tangible gracias a unos trajes especiales, y nadie visita las bibliotecas, que se han convertido en meros almacenes de datos.

   Quién sabe si la ciencia ficción acertará o no. De momento lo que sí hace se plantear muchos futuros posibles. Sin embargo, todavía no he encontrado una visión del futuro que deje las cosas como están.

   Y vosotros, ¿cómo imagináis las bibliotecas de dentro de 50, 100 o 500 años?

LAS BIBLIOTECAS EN EL FUTURO (I). NO NOS GUSTAN LOS CAMBIOS

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