Las personas inventadas, especialmente las personas inventadas al detalle, son difíciles de rastrear en la historia. Colocadas junto a personajes de la historia en la época en la que supuestamente nacieron les hacen parecer reales a nuestros ojos, y resulta complicado decir qué parte de la historia es mentira y qué parte es real si uno se apoya en elementos creíbles.
Un ejemplo de esto último es Amico di Medi, uno de los pintores de cámara de Felipe III que tuvo el honor de coincidir con Velázquez no solo en su trabajo en el Palacio del Buen Retiro, sino en su periodo de formación en Italia. Amico, del que apenas sí se sabe que nació en Milán y se formó en Niza y Venecia.
Por supuesto, me acabo de inventar a este pintor. Pero bastaría con repetirlo a lo largo de varios capítulos de un libro o en unos cuantos artículos, enlazarlo a Wikipedia y poner algún que otro rastro por aquí y por allá como para hacerlo más creíble. Tanto que se podría tardar décadas en desmentir su existencia.
La bicicleta de Leonardo
Esto, que se conoce como fake, hoax o bulo, es precisamente lo que ocurrió con la bicicleta de Leonardo da Vinci. Es muy posible que muchos de vosotros os hayáis asombrado hace tiempo cuando visteis un titular como «Leonardo da Vinci inventó la bicicleta» o alguna burrada histórica similar.
La bicicleta de Leonardo, que nunca llegó a existir
Y es que según demasiados titulares de periódicos relevantes, da Vinci dibujó en su Códice Atlántico el perfecto contorno de una bicicleta. Incluso grandes museos han llegado no solo a mostrar el falso dibujo, sino a crear una maqueta a escala 1:1 de cómo hubiese sido la bicicleta de Leonardo.
Aunque da Vinci era un tipo de recursos (quiénes somos para cuestionar su obra) no fue él quien dibujó con cierta tosquedad esa bicicleta en su códice.
Todo empezó cuando el documento Códice Atlántico fue sujeto a restauración, una iniciativa del ingeniero Nando di Toni (prometo que este italiano sí fue real) en los primeros años 1960. Alguien, no se sabe muy bien quién, dibujó de manera bastante rudimentaria la bicicleta en una de las páginas. Quizá la dibujó por error, o quizá porque le hacía gracia.
Lo que sabemos a ciencia cierta es que fue en el 76 que alguien se puso a comparar el Códice original y diversas copias realizadas durante siglos, resultando que solo en el original aparecía la bicicleta de Leonardo.
La bicicleta de Mede de Sivrac
Más complicado de desentrañar fue el caso del conde francés Mede de Sivrac, quien desde 1891 hasta bien entrado el siglo XX fue el inventor del celerífero, uno de los precursores de la bicicleta. El hecho de que nunca llegase a existir no parece que fuese un impedimento para este conde, quien a día de hoy sigue apareciendo en enciclopedias y libros sobre ciclismo como el inventor de la bicicleta. O al menos como uno de sus precursores.
Para la bicicleta moderna quedaba aún mucho tiempo, pero la hazaña atribuida a Mede de Sivrac la realizó en 1817 el alemán Karl Drais, inventor de la laufmachine (del alemán, máquina de correr), a la que posteriormente se le añadió una dirección, frenos, y finalmente pedales.
La laufmachine de Karl Drais
Sin embargo, cuando el divulgador francés y periodista Louis Baudry de Saunier descubrió hacia 1890 que el invento en el que se movía la moderna sociedad parisina lo había inventado un alemán no pudo con la idea. En lugar de publicarla tal y como había ocurrido, decidió inventarse al conde Mede de Sivrac, un francés como Dios mandaba.
En su ímpetu adelantó la invención de la bicicleta nada menos que tres décadas, no fuese a descubrirse por accidente que otro alemán había hecho algo parecido a la laufmachine tiempo atrás, y curándose en salud.
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