Chang Kong Sang, uno de los mejores y más reconocidos artistas marciales del mundo, más conocido simplemente como Jackie Chan. Este director, guionista, actor, productor, comediante, cantante, acróbata, doble de acción (y muchas cosas más) procedente de Hong Kong, y nacido el 7 de abril de 1954, ha sido noticia no hace mucho por la entrega de un Oscar honorífico a su persona. Un reconocimiento este bien merecido por su gran y extensa carrera cinematográfica, en la que ha participado en más de 100 películas. Pero Jackie, como muchos ya saben, no solo es un excelente artista marcial sino que, además, es un perfecto candidato para esta sección de «Se le va la olla», puesto que en su haber se encuentran algunas de las peripecias y locuras más grandes jamás rodadas en la industria del cine.
Por si fuera poco, su figura está llena de curiosidades de lo más variopintas, y podemos empezar directamente echando un vistazo a su infancia ya que, Jackie nació en una familia pobre y a punto estuvo de ser vendido a un médico por tan solo 26 dólares. En el documental «Traces of the Dragon: Jackien Chan and his family», también se desveló que la madre del actor en sus días fue una contrabandista de opio muy importante dentro del crimen organizado en China. Y su padre, entre otros trabajos, llegó a ser espía del gobierno nacionalista y hasta jefe de la mafia. ¿Cómo se conocieron los padres de Jackie? Fácil: cuando el padre arrestó a la madre por el contrabando de opio.
Idea de los padres fue que Jackie estudiase desde temprana edad el Kung-Fu. Y también la ópera. Esto es algo que no muchos saben de él, pero sí, Jackie sabe cantar y estuvo matriculado durante diez años en la escuela de la Ópera de Pekín, donde tuvo que soportar jornadas de hasta 19 horas de estudio y entrenamiento. En esta etapa llegó a grabar 20 discos en 5 idiomas diferentes: inglés, cantonés, mandarín, japonés y taiwanés. De ahí le debió surgir la costumbre de cantar la canción final de sus películas.
El nombre de Jackie le viene siguiendo desde que trabajaba en la industria de la construcción, en Australia. Un compañero le puso el apodo de Jack porque le resultaba demasiado complejo pronunciar su nombre real. Poco a poco, todos empezaron a llamarle Jackie. Debido a sus dotes marciales, consiguió ir abriéndose hueco en el cine y ya con diecinueve años era doble y coordinador de especialistas, y tuvo la oportunidad de aparecer junto a Bruce Lee en pantalla en Operación Dragón, en 1973, durante una corta escena.
Cuando el maestro Lee murió ese año, el público y el director Lo Wei vieron en Jackie un sustituto perfecto, pero a él esas comparaciones no le gustaban demasiado porque cuando trataba de imitar a Lee era un desastre, así que quiso reconducir su carrera hacia un estilo más humorístico inspirado en el de Buster Keaton y Fred Astaire. Fue así como empezó a triunfar de verdad, a pesar de que a mediados de esa década llegó a trabajar en películas pornográficas para mantenerse económicamente. Como él dijo: «Tuve que hacer de todo para sobrevivir». También fue encargado de seguridad en bares, trabajo que dejó por iniciativa propia al darse cuenta de que podía hacer mucho daño si se producían peleas reales.
A finales de los 70 se atrevió a dar el paso de ser guionista, director y productor de sus propias películas, con lo que tendría mayor control artístico. A partir de ahí, su carrera estuvo plagada de éxitos tras éxitos llegando a ser el mejor actor pagado de Asia, y toda una estrella de las pelis de acción en los 90 en Hollywood. Aunque en los 80 también le surgieron peliagudos problemas como el de las organizaciones criminales de China, que por aquella época se habían infiltrado en la industria del cine de Hong Kong para lavar dinero. Los actores eran extorsionados por estos criminales, pero Jackie se negaba a pagarles, con lo que empezaron a acosarlo y se vio obligado, al igual que otros muchos actores por aquel tiempo, a llevar siempre encima consigo armas e incluso granadas por su propia seguridad.
Otra de sus anécdotas más bizarras es la de las dos fans suyas que se suicidaron al conocer la noticia de que el actor se iba a casar. Jackie comentó que una de ellas se mató en el metro, lanzándose a las vías del tren, y la otra se envenenó enfrente de su oficina. Y hablando de fans, una vez fue golpeado por uno durante la grabación de Hora punta 2. El hombre se disculpó diciendo que creería que Jackie pararía el golpe.
Ahora bien, sin lugar a dudas, las mayores locuras de Jackie proceden de sus rodajes y su fama de no querer ningún doble de acción. Es por todos conocido que en sus películas, Jackie reproduce las escenas de riesgo él mismo sin filtros ni trucos. Su equipo de dobles y acróbatas y él, de hecho, se pegan de verdad y usan unas almohadillas especiales en manos y pies para prevenir lesiones. Tanta fama tienen de hacerse daño que todos ellos están vetados de las compañías de seguros. Jackie se ha comprometido a pagar de por vida a sus compañeros por cualquier herida o lesión que sufran en los rodajes.
Y para lesiones, las suyas, porque la lista personal de Jackie es tremenda. Atención: se ha roto la nariz tres veces, una rodilla, la mandíbula, los pómulos, la cadera, los dos tobillos, la mayoría de dedos de las manos, y su mayor lesión por excelencia es una fractura de cráneo. Esto sucedió cuando grababan La armadura de Dios, en 1985. Jackie estuvo a punto de morir en este rodaje. Durante la fatídica escena de acción, Jackie tenía que saltar a un árbol, pero tuvo la mala suerte de resbalar y además la rama se rompió. Cayó de una altura de aproximadamente doce metros y golpeó el suelo con la espalda y el cráneo. Rápidamente fue atendido por especialistas y sobrevivió. Como secuelas ahora tiene una ligera pérdida auditiva y un agujero en la cabeza rellenado con un tapón de plástico. Normal es que hace unos años dijese en su cuenta de Facebook lo siguiente: «Tengo que jugarme menos la vida en mis películas. Después de tantos huesos rotos y tantos stunts, tengo que cuidarme mejor para seguir trabajando». Y eso esperamos nosotros. Que se cuide, y que siga trabajando para regalarnos muchos más años de risas.
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