No sé si usted, lector, tiene o no memoria. O si como a un servidor esta parece haber sido repartida a otros antes que a usted. Relegada a otras personas y, por tanto, tan escurridiza que uno ha de hacer malabarismos para conservar todos esos conocimientos en alguna parte. Si es usted de aquellos que sufren de no acordarse de aquello que uno no se acuerda, es posible que identifique el significado cronológico de la pila de libros de abajo. Si no, permítame explicarle.

   ¿Ve el lector la imagen superior? ¿Veis esa torre de libros? Pues no es una torre de libros, sino una lista de conocimientos. Un compendio ordenado por orden cronológico de llegada que para algunas personas como la que escribe constituye toda una unidad externa de pensamiento –como pudiérase los post-it– y sin duda una parte importante de su mente.

La confusión entre desorden y orden

   Si el lector se siente identificado con este tipo de estructuras, estos montones cronológicos, es posible que haya sido catalogado en alguna ocasión como persona no ordenada. Después de todo los libros se insertan en las estanterías en un correcto modo horizontal, y cualquier modo de estructura vertical –como pináculos de libros– es percibida como algo fuera de lugar y desordenado. Incluso sucio, me permito añadir, pese a que el polvo se pase a diario.

   Eso sin mencionar los ocasionales picos de hojas de anotaciones caóticas que surgen de entre las páginas de los libros aquí y allá, o los bolígrafos que en ocasiones pueden usarse para marcar las páginas (y que se manifiestan cada pocos centímetros con sus puntas entintadas).

El montón de libros como unidad de memoria externa

   Permita el lector inexperto en este tipo de estructuras aclararle: no es desorden. La estantería en forma de pila está perfectamente ordenada. ¿El método de clasificación? El momento en que cayeron al montón.

   Los montones de libros guardan información imposible de almacenar en una estantería. Si el libro que uno busca ocupa una de las últimas posiciones de la parte de abajo esto indica que lleva mucho tiempo sin ser hojeado. Por contra, estuvo en las manos de un lector hace poco si se encuentra de los primeros.

   La verticalidad, especialmente para libros de consulta y sobretodo si estos se encuentran de manera permanente en manos de uno, es una herramienta asequible para recordar según qué cosas.

   Datos, fechas, determinado contenido dentro del libro. Al igual que hay quien recuerda con notas sobre la piel o post-its por las paredes, leer de manera natural los lomos de los libros (en lugar de verse uno obligado a girar la cabeza) ayuda a quien no es capaz de retener según qué conocimiento dentro de su cabeza.

   Si el lector es de aquellos que recurre de manera frecuente a apenas una veintena de libros sabrá de lo que hablo.

   Si no, permítame este consejo: no ordene el montón de libros de otro lector. Ya está ordenado.

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