Los cambios sociales están producidos por el engaño y a la sociedad, siendo consciente de esto, no parece afectarle en ningún aspecto mientras tenga su dosis de tecnología, una manipulación psicológica que abarca desde la élite gubernamental hasta las escuelas. La familia forma parte de este proyecto, viéndose cómplice del aparato adoctrinador del estado. Un autoengaño que pasamos de generación en generación, aceptando las reglas del sistema como única subsistencia.
La propaganda como cultura, los medios de comunicación legitimando el autoengaño, todo a través de las ofertas de sanaciones existenciales que le permite al hombre promedio interactuar con tranquilidad en una realidad de la cual está emancipado. La conclusión es que el engaño se ha convertido en una filosofía de supervivencia, de vida, que permite escapar a una realidad que, al parecer, consume la angustia y genera tranquilidad espiritual en las masas.
No es fácil analizar el comportamiento que lleva al autoengaño, pero lo cierto es que más allá de todo el asunto de la propaganda capitalista, existe siempre una actitud personal que lleva a este estado mental. La modificación de esta actitud es la base para solventar muchos de los problemas sociales. Se debe tomar en cuenta también que el nivel de autoengaño varía según los grupos, culturas y generaciones. Pero todo se inicia en la personalidad que, no estructurada, se ve dócil ante la propaganda de productos que le ofrece la televisión.
También, un individuo que se encuentra bajo frustración, fracaso o dolor, es decir, alguna dificultad a la hora de resolver o soportar el malestar ‒sea existencia o espiritual‒, se ve tentado a recurrir al autoengaño. Ya que la demanda social se ve bastante aventurada en este sistema que encapsula sus demonios.
La evasión de la realidad se ve caracterizada por la capacidad de aliviar y eliminar la angustia, mediante la ingestión de productos, redes sociales y neo-sectas que le ofrecen al individuo un grupo de responsabilidad ficticia.
¿Droga? ¿Contagio? Al parecer el autoengaño es la sepa social más destructiva del momento. Desviándonos de las responsabilidades sociales, el conocimiento y la razón como herramienta de supervivencia. Lo cierto, es que ya concebimos la vida a través del engaño y la utilizamos como motor para la fabricación de un placebo generacional.
La verdad, entonces, queda como un mito dentro de una oquedad mundana.
En el engaño se vive tranquilo, que no en calma. Una reflexión que todos deberíamos hacer. Qué aceptamos y a cambio de qué. Si la libertad total quizás sea cosa de eremitas y lobos solitarios, es cierto que los que caminan hacia ella, los que buscan la verdad (y la belleza) por cualquier vía suelen estar menos deshumanizados.
El círculo vicioso está servido desde la infancia (y ya ni esta se libra): nuestra misma forma de vivir genera ansiedad que se tapa y se disimula lo mejor posible a través de los recursos-parche que la misma sociedad ofrece. Desapegarse, subir al cerro a mirar con distancia y esmerarse en que en el propio hogar no entre la mentira es la tarea más ardua que podemos emprender, pero merece la pena.
Me quedo dándole vueltas a esta reflexión, como digo, necesaria…
El tema del autoengaño es sumamente complejo, y donde creo que habría que hacer una diferenciación entre lo que es el propio “autoengaño” de lo que es la “manipulación”. Término totalmente diferente, y que no han tenido en cuenta.
El AUTOENGAÑO sería la negación de toda certeza o evidencia clara, anteponiendo como argumentos cualquier absurda suposición. Normalmente este comportamiento IRRACIONAL está inducido por cualquier respuesta emocional, ideológica o creencia que haya sido inplantada en nuestra mente con anterioridad.
La MANIPULACIÓN, sin embargo, consistiría en generarnos intencionadamente una necesidad o un problema emocional, para luego ser nosotros los que generemos una respuesta totalmente RACIONAL y predecible.
¿Puede alguien, en ésta sociedad y en el estado en que estamos, creer que se es libre?