Siguiendo con las buenas noticias que planteaba a principio de año, cuando os decía que cada año morirán más artistas que el año anterior, hoy planteo otro de esos datos que parecen darnos vértigo, miedo, e incluso indecisión a la hora de elegir nuestra próxima lectura.

   Un dato que, pese a todo, podría catalogarse de bueno. Allá va el dato: cada año que pasa te será más y más complicado seguir a los grandes de la literatura. Y también a los grandes de cualquier otro ámbito, por cierto. Te explico por qué.

Cada año hay más premios sobre lecturas que te recomiendan grandes obras

   Recuerdo que hace unos años solo me dio por leer todos los libros agrupados bajo la categoría de los Premios Hugo. Los Premios Hugo, o Science Fiction Achievement Awards, surgieron en 1953 para premiar la ciencia ficción, y siguen hoy día repartiendo premios en este ámbito año tras año.

   Sin embargo, en 1965 y 1971 les salieron competencia seria. Aparecieron, respectivamente, los Premios Nébula y los Premios Locus, mundialmente conocidos, cada uno de ellos con varias categorías sobre la ciencia ficción. Pero esta, prolífica como es, no se detuvo aquí.

   A estos premios les han ido saliendo sub-premios y nuevas entregas, casi como si de spin-off se tratasen, alguno de los cuales han superado a sus padres en importancia. Entre algunos de ellos (en la Wikipedia hay cientos de premios y obviamente miles de premiados) se encuentran: el Premio Skylark (1966), el premio “Gran Maestro” de la ciencia ficción (Memorial Damon Knight, 1974), Premio Mundial de Fantasía (1975), Premio Juli Berne (1980), Alberto Magno (1989), Bradbury (guion, 1991), Ignotus (1991), Domingo Santos (1992), la inclusión en el Salón de la Fama de la Ciencia Ficción (1996), Minotauro (2004), Celsius (2008)…

   Para el lector que pase de la ciencia ficción esto quizá no le diga demasiado, pero lo cierto es que el número de premios que existen en esta temática es en ocasiones pequeño comparado con otras categorías. Drama, histórica, policíaca, suspense, terror… categorías hay para elegir, y todas con premios que se multiplican como conejos.

   Pero, ¿por qué cada año hay más premios (y premiados)? ¿Es que acaso nos estamos volviendo todos unos magníficos escritores?

Cada vez hay más escritores por persona

   No es un secreto que el mercado editorial (especialmente el mercado español) bulle de actividad. De hecho somos un país donde se escribe mucho más de lo que se lee, lo que explicaría por qué un escritor rara vez puede dedicarse a escribir. Y es una tendencia creciente: cada vez hay más escritores por persona.

   Hasta hace bien poco, escritor era alguien que había escrito una gran obra de la literatura, que si por mí fuera pasarían a llamarse primeras obras de la literatura por el brutal sesgo y barrera de entradas que tenían.

   Hacia 1900 se podía generalizar sobre la literatura que:

  • África estaba vetada, así como gran parte de Sudamérica;
  • las mujeres estaban vetadas;
  • de los hombres caucásicos que quedaban, la mayoría de ellos era analfabeto.

   En otras palabras, escribían pocas de las personas que estaban vivas, con lo que los grandes escritores (y gran parte está situado en las cercanías de principio de siglo) realmente atendían a una parte de la población irrisoria.

   Hacia 1950 muchas de estas barreras de entrada a la literatura se estaban solucionando (todavía hay lugares en los que queda palpable su existencia), pero aparecía otra. Junto con una amplia población que sabía leer y escribir estaba una mayoría poco interesada en consumir, y mucho menos en producir contenido. Aquello era poco menos que para universitarios, lo que dejaba al margen a buena parte de la población.

   Pero el último empujón ha llegado a finales del milenio pasado, en el que el rol del lector se extendió a buena parte de la población, y dio a principios de los 2000 el salto a la creación de contenido. Ahora, buena parte de los lectores son creadores no tanto de novelas como sí de microhistorias, relatos cortos, comentarios en blogs, pequeñas aportaciones en obras, y otras contribuciones (sí, Wikipedia y los microblogs entre ellos).

   Siguiendo esta cronología, es posible que el lector del futuro tendrá un poco de escritor dentro, y que ambas tareas estén correlacionadas como lo estuvieron en su día en el pasado.

Tu tiempo es limitado

   Aunque puede que esto último ya lo supieses. Tu tiempo libre es limitado y no podrás hacer nada para evitarlo. Teniendo en cuenta que cada vez florece más literatura, significará que deberás elegir con prudencia tu próxima lectura. Especialmente teniendo en cuenta que a día de hoy ya te es imposible leer a los clásicos.

   Si empezases hoy mismo, y aunque seas joven y dado a las lenguas, te llevaría toda una vida leer la mitad de lo que las culturas clásicas escribieron. No digamos ya si te vas acercando a la actualidad en las bibliotecas. Tratar de abarcarlo todo es casi un absurdo.

   En otras palabras: cada año debería costarte más elegir qué es lo que lees, añadiendo a la ecuación que cada año te quedará un año menos para leer.

   ¿Estresado? No te preocupes, que he arrancado diciendo que el dato podría catalogarse como bueno y sigo pensando que es verdad. Porque veámoslo del siguiente modo: imagina un tema concreto sobre el que te gustaría leer. ¿Lo tienes? ¿Ya?

   Bien, pues te doy mi enhorabuena porque hay miles de novelas similares, y en el tiempo que tardas en leerlas se habrán multiplicado por diez, siendo casi imposible que te quedes sin tu tema favorito.

   En otras palabras, los lectores debemos considerarnos tremendamente afortunados de haber nacido en un momento de la historia en el que el contenido no es que sea virtualmente infinito, sino que además está accesible a nosotros.

   ¿Qué haces todavía aquí? Corre a una librería, ¡que la cultura no espera a nadie! 😛

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