agujero grande en el suelo   Corría el año 2010 y el Gran Colisionador de Hadrones (Large Hadron Collider, LHC) del CERN era encendido por primera vez con éxito para un experimento. Para el que no lo sepa, el LHC es un gigantesco círculo de aceleradores magnéticos soterrado que acelera hadrones para su colisión.

   Es decir, es un canal por el cuál se lanzan protones unos contra otros a casi la velocidad de la luz para ver qué pasa cuando chocan. A pesar del poco tacto con el que lo he definido, se trata de maquinaria de precisión carísima

   Aunque a la mayoría de los lectores se la trae el pairo qué es lo que pasa cuando dos protones que viajan al 99,99% de la velocidad de la luz chocan, esto es un tema crucial hoy día para entender la naturaleza de la materia. Y, todo sea dicho, para hacer avanzar la ciencia.

el CERN está dentro de un agujero gigantesco

   A este tipo de experimentos carísimos debemos tecnología relativamente accesible para la población, como alguno de los tratamientos contra el cáncer por radioterapia. Es decir, no solo son cachivaches científicos para que los del CERN jueguen. Son dispositivos de relevancia en la medicina y la física, sin cuyo desarrollo y presupuesto probablemente no estarías leyendo esto en una pantalla de tan altas prestaciones.

   El problema surge no de la alta inversión de dinero, sino cuando se nos va del todo la cabeza y, mirando lo que hacen otros países, queremos hacerlo más grande que ningún otro (sin ninguna razón científica para hacerlo).

   Es el caso de América (God bless you, por otra parte), que se embarcó durante los años 80 en la construcción del mayor colisionador de hadrones de la historia. Se planeaba que los franceses estaban diseñando uno de 27 km de circunferencia en Europa capaz de consumir 7 TeV de energía. ¡Franceses, por el amor de Dios!

   Si unos remilgados franceses iban a construir esa monstruosidad, América lo haría del doble de tamaño. No, ¿qué doble? Construirían el mayor colisionador del mundo, de 87,1 km de diámetro y capaz de gastar 20 TeV cada vez que se encendiese. Y dicho y hecho, América pidió presupuesto para su construcción.

cómo iba a ser el agujero de grande

   Con un presupuesto de 8.000 millones de dólares construirlo y cientos de millones al año mantenerlo, los americanos lo tuvieron claro. Se pusieron a excavar. Al igual que el colisionador del CERN, el colisionador de Texas iría bajo tierra, en un túnel.

   En 1991 se desplazó tanta gente para trabajar en la faraónica obra que hoy día hay pequeñas localidades que surgieron durante los primeros meses de excavaciones, y cuya gente sigue allí. Aunque esto último no se sabe muy bien por qué.

   Dos problemas surgieron mientras los obreros taladraban el suelo con la gigantesca maquinaria de perforación. El primero de ellos es que con cada mes que pasaba el gasto estimado se multiplicaba. Si al inicio del proyecto se planearon 8.000 millones de dólares, hacia 1993 se estimaron unos 12.000 millones de dólares restantes tras haber gastado ya 2.000.

   El segundo problema es que había otro proyecto más divertido que jugar a los hombres topo, la Estación Espacial Internacional, con bastante más glamour de cara al público que un agujero en el suelo.

   Tras casi dos años de excavar y con los edificios del centro de investigaciones del que iba a ser el Superconducting Super Collider ya construidos, el gobierno de los Estados Unidos decidió cancelarlo. Por supuesto, sin hacer mención en ningún momento al abrumador hecho de que fue un disparate.

   Hoy día, casi quince años después, los costes habrían bajado bastante, pero por aquella época resultaba un imposible para el PIB del país si se querían mantener en marcha otros proyectos científicos.

   Y es así como Texas consiguió el agujero más caro del Sistema solar a un coste de 2.000 millones de dólares. Hoy día el único uso que tiene es quedarse inundado cuando llueve, pero poco más.

   Imágenes | Agujero gigante, CERN, Sur de Dallas, Estación Espacial Internacional

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