A pesar de que no suelo hacer reseñas de películas, anoche acudí al cine a ver Múltiple y salí –por primera vez en muchísimo tiempo– con buen sabor de boca. Algo que no ocurre con frecuencia. Este artículo no contiene spoilers más allá de los que ofrece el trailer, aunque sí alguna pista sobre la película.
El film arranca con el secuestro de tres jóvenes por parte de un individuo (Kevin) que sufre de TID. Trastorno de Identidad Disociativo. O, como se le suele conocer, personalidad múltiple. Dentro de él conviven 23 personas que deben turnarse para salir.
Múltiple, que puede hacer arquear la ceja a más de uno en el cine, y si acudís entenderéis por qué, está magistralmente dirigida por M. Night Shyamalan (El incidente, El bosque, Señales, El protegido, El sexto sentido…). Incluso hace un brevísimo cameo de sí mismo.
Como todas las películas de este director, la atmósfera de tensión se vuelve casi agobiante. La sensación constante de no comprender qué es lo que está ocurriendo hasta el final la hacen merecedora de la palabra suspense. El acertijo que compone la película se mantiene hasta el final, y tratar de desenredarlo antes de eso nos llevará a error.
El ritmo, perfecto. Sus 127 minutos pasan sin percibirlos, y las escenas lentas y rápidas se entremezclan para marcar un paso con suficiente consistencia como para no aburrirse en ningún momento.
Las escenas han sido construidas con esmero, y su distribución y luz juegan un papel importante en cómo la cámara las capta y las muestra a los espectadores. Con Shyamalan nada parece al azar. Y confiad en mí cuando digo que no lo están.
Ambientes lo suficientemente iluminados como para saber lo que ocurre pero sin la luz necesaria para verlo todo dejan sombras casi en cada escena, y los primeros planos del rostro se vuelven una característica clave de la película. Aunque estos planos se complementan con escenas más abiertas en las que lo único a lo que uno puede mirar es la cara de los protagonistas.
Destaca en todo la increíble actuación de James McAvoy. Si alguno ha visto Filth, el sucio, de 2013 (adaptación de la novela altamente recomendable Escoria de Irvine Welsh), comprenderá lo que le digo. Cualquier persona, ensayando delante del espejo, sabe lo fácil que es simular emociones; pero lo difícil que es hacer que parezcan reales.
James McAvoy transciende completamente esa barrera para esconder la verdad en sus facciones, y engaña al espectador. Es uno de los pocos actores capaces de hacer que uno se recoja en el asiento por miedo instintivo a lo que está diciendo el personaje mientras te ríes a carcajadas por el modo en que los ojos miran a la cámara. Control facial puro y duro de su rostro que en ocasiones nos hará dudar de su frágil salud mental. Por supuesto, gana en versión original.
Múltiple mantiene en todo momento la tensión de descubrir de quién es el verdadero protagonista del film. Por un lado está Kevin (o cualquiera de sus 23 identidades), y por el otro una de las jóvenes secuestradas, Casey Cooke, interpretada por Anya Taylor-Joy, y de la que recurrentes flashbacks nos mostrarán su pasado, y lo que tiene que ver con el presente.
Su interpretación es mucho más que aceptable, aunque no llega a inspirar como James McAvoy o Betty Buckley, actriz en este caso secundaria que roba protagonismo en su magnífica interpretación. (¿Tiene esta mujer alguna mala?).
Como con Shyamalan uno nunca sabe qué elementos han sido colocados adrede y cuáles simplemente ocurren de manera natural, este apantallamiento de Taylor-Joy por Buckley puede haber sido tan accidental como buscado. De ser así, la interpretación de Anya Taylor-Joy subiría un par de puntuaciones.
El personaje de Buckley es la Doctora Karen Fletcher, especialista en trastornos de identidad. Verla actuar merece, una vez más y disculpad que insista, la pena.
Pero no todo son halagos. La película también tiene sus puntos flojos. A la salida del cine varias personas conversaban sobre el uso innecesario de carne femenina. Resulta claro que de las tres chicas secuestradas una es actriz y las otras dos son meros cuerpos bonitos, algo que rebaja bastante la calidad de la película en general. Estas dos actrices casi parecían hacerlo mal adrede, y sus actuaciones resultan poco menos que penosas, rozando la vergüenza ajena. Por suerte, ahí estaban McAvoy, Buckley y Taylor-Joy para hacer ganar a la escena.
Destaco, aunque aquellos que no hayan visto la película no comprenderán el por qué, la escena final en la cafetería, y el personaje que aparece en última instancia junto con la frase que pronuncia.
Shyamalan nos tiene acostumbrados a los giros inesperados al final de sus películas, pero aunque hayamos visto toda su filmografía –recomendable ir con alguno de sus títulos en la panza mental antes de ver Múltiple para saber lo que digo– este momento nos golpeará sin poder prepararnos para él.
Ya en la penúltima escena el director añade una pista de audio que nos traerá reminiscencias de hace más de una década y que nos hará preguntarnos «¡Eh! ¿Qué hace esta canción aquí?». La respuesta a esta música aparece unos segundos más tarde.
Como en casi todas sus películas, nos obligará a verla de nuevo entera buscando esos momentos en los que no prestamos toda la atención que debimos.
Una pequeña joya del cine. Muy recomendable.
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