Ojalá se pudiera responder a esta pregunta eligiendo una u otra opción. Por suerte o por desgracia, es bastante más difícil tratar de dar una respuesta acertada a esta cuestión, puesto que no solo se trata de elegir en función de las preferencias personales de cada uno sino de tratar de esclarecer si el hecho de utilizar distintos soportes tiene alguna repercusión sobre los niños. Existen estudios en uno y otro sentido. Los hay que defienden que los primeros contactos con la literatura deberían ser en papel mejor que en digital. Muchos de estos estudios se basan en el análisis de la relación entre padres e hijos, y afirman que esta es más fuerte si la lectura se hace en papel. Es la tesis, por ejemplo, de la pediatra y directora del programa Reach Out and Read Perri Klass. Otros estudios, en cambio, dicen que la lectura digital puede tener efectos muy positivos en los más jóvenes porque el tipo de soporte hace que los libros sean percibidos como algo más divertido, sencillo e interesante.

   No parece que haya acuerdo al respecto. Y la cuestión no es, ni mucho menos, baladí. Las nuevas tecnologías están presentes en la vida de los niños a edades cada vez más tempranas y tanto padres como profesores tienen miedo a que los niños desarrollen una adicción a la pantalla digital que solo cree una falsa apariencia de que se está leyendo. Hay, desde luego, una realidad que no se puede negar: en general, a medida que los niños usan cada vez más dispositivos digitales su interés por la lectura va decayendo, entre los siete y los once años. ¿Es la tecnología, en parte, la causante de esa pérdida de interés? ¿Se puede utilizar para que los niños mantengan la afición por la lectura creando una experiencia similar a la que podrían tener al leer en papel?

   Scroll.in ha llevado a cabo un nuevo estudio que se suma a la lista cada vez más extensa de los que se están realizando últimamente. En él se le ha pedido a 24 madres y a sus hijos de edades comprendidas de entre siete y nueve años que lean un libro ‒a ratos la madre lee al niño y a ratos el niño lee solo‒, tanto en soporte digital como en papel. Una primera conclusión es que la memoria de los niños en lo que se refiere a narración y descripción no muestra ninguna diferencia entre los dos soportes. Sí se encontró una pequeña diferencia en las interacciones entre padres e hijos, confirmando lo que ya decían otros estudios previos, que la relación es más estrecha, que se produce una mayor cantidad de muestras de afecto. Esto puede deberse no solo al distinto significado cultural que reside en ambos soportes sino a un aspecto tan sutil como la diferente postura en la que se lee un libro impreso respecto a uno digital. La postura que adopta el niño con el libro digital es muy parecida a la que tiene cuando usa el soporte en solitario para otras actividades como jugar o navegar por Internet; en cambio, cuando los padres leían en papel se relajaban más, y algunos incluso se limitaban a escuchar las palabras, sin mirar el libro. La lectura compartida, por tanto, es muy distinta de la individual.

   ¿Son los elementos auditivos y multimedia de que disponen los libros digitales una ayuda para mantener el interés por la lectura o una distracción que hace que esta pase a un segundo plano? Según un estudio los niños pequeños que usan libros electrónicos pasan casi la mitad del tiempo jugando más que leyendo y eso hace que entiendan y recuerden menos de la historia que han leído.

   El problema, dicen desde Scroll.in, es que los libros son solo libros, con un único uso, pero un dispositivo digital puede tener una multitud de usos. Una posible solución, y así matar dos pájaros de un tiro, es que se diseñaran libros electrónicos que favorecieran el compartir la lectura como parte de las relaciones entre padres e hijos, que es uno de los episodios más importantes para consolidar a un lector a largo plazo. ¿Acaso no coincide también esa etapa en la que los niños van abandonando la lectura con el momento en que esta deja de ser una actividad en familia? No es una cuestión sencilla, pero los formatos digitales son soportes que están llenos de posibilidades, siempre que se usen correctamente. Más que incertidumbre deberían provocarnos esperanza en su potencial para consolidar lectores. Aunque, eso sí, todavía queda mucho camino por andar.

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