Padre Columba Stewart

Padre Columba Stewart

   Ya fuera como resultado de una planificada estrategia para borrar la identidad nacional de los territorios que ocupaba o simplemente por un afán expoliador, tan habitual en tiempos de guerra, el régimen nazi robó o destruyó de forma sistemática el patrimonio artístico, histórico y cultural de Europa. Mao Tse Tung hizo lo propio en la República Popular China clausurando escuelas y universidades. Y es que parece que la historia se ha encargado de demostrar una y otra vez que la destrucción de este tipo de bienes forma parte sustancial de cualquier conflicto armado o extremismo ideológico.

   Desde 2014 ISIS ha destruido o robado el patrimonio histórico y cultural en países como Irak, Siria y Libia, destruyendo obras de arte y artefactos históricos y saqueando lugares de culto, ya sea para el contrabando y financiación de las actividades del grupo o como parte de una campaña ideológica que tiene como fin, según informó Michael Danti, co-director de «The Syrian Heritage Initiative» en una entrevista a National Geographic, erradicar los sitios clave del Islam en la historia moderna. Eso explica que ISIS difunda vídeos en los que se muestra a sus miembros destruyendo sitios que son Patrimonios de la Humanidad por la Unesco, como ocurrió con las ruinas del palacio histórico en Nimrud, construido en el siglo IX a.C.

   Sea como fuere, incluso en medio de la devastación más absoluta la cultura lucha por sobrevivir. Lo hemos visto con la biblioteca secreta de Daraya, al sudoeste de Damasco, que sigue funcionando a pesar de los bombardeos y las hambrunas y en la que hay personas que están dispuestas a arriesgar su vida por salvar un puñado de libros. O en la historia del bibliotecario Abdel Kader Haidara, que logró salvar en Tombuctú casi 400.000 manuscritos de Al Qaeda, algunos de ellos piezas de la literatura medieval únicas en el mundo. Otro ejemplo sería el monje benedictino de 59 años Columba Stewart, al que The Atlantic le ha dedicado un reportaje porque ha pasado los últimos 13 años vagando desde los Balcanes a Oriente Medio para salvar manuscritos tanto cristianos como islámicos amenazados por las guerras, los robos y la destrucción por parte de ISIS.

Stewart en pleno trabajo

   Stewart dirige la ONG Hill Museum & Manuscript Library ‒HMML‒, que se dedica a fotografiar manuscritos en peligro para preservarlos. Este organismo trabaja con comunidades cristianas y musulmanas en lugares especialmente conflictivos como Irak y Siria, entrenando a equipos locales para enseñarles a fotografiar libros con siglos de antigüedad. Hasta la fecha, según estimaciones de la propia HMML, han logrado fotografiar más de 140.000 manuscritos completos, con un total de más de 50 millones de páginas manuscritas. Pero la digitalización es sólo la última etapa de un proceso lento, tedioso y a menudo frustrante, ya que para entrar en contacto con las diversas órdenes religiosas, organizaciones culturales y familias que tienen colecciones de manuscritos a veces puede llevar años de viajes y negociaciones dirigidas a ganarse la confianza de comunidades que han sido marcadas por años de guerra, por persecuciones y desplazamientos, y que tienden a desconfiar de los occidentales, debido sobre todo a los saqueos culturales que se produjeron durante la época colonial. Aquí es donde entra en juego la reputación de Stewart como monje benedictino.

   Todos esos esfuerzos, sin embargo, merecen la pena: 2.000 de los 6.000 manuscritos que lograron fotografiar en Irak entre 2009 y 2014 fueron destruidos por ISIS. Una noticia que es menos nefasta porque de no haber sido digitalizados se habrían perdido para siempre. Además, la preservación de un manuscrito en formato digital es bastante más sencilla que en formato físico, que tienen que ser almacenados en ambientes determinados, libres de humedad, y que son sensibles, además de a la acción humana, a elementos como el moho o los insectos. Restaurar este último tipo de manuscritos es un proceso muy complejo y caro.

Con algunas de las cajas que contienen los manuscritos rescatados de Tombuctú

   Tanto éxito han tenido las iniciativas de la HMML que ha ampliado su labor a otras países como la India ‒donde ya ha fotografiado unos 10.000 manuscritos‒, Etiopía ‒para digitalizar los Evangelios de Garima, supuestamente los manuscritos etíopes más antiguos que se conservan‒, Egipto, Líbano y Turquía o Malí ‒en este último país digitalizando los manuscritos que Haidara salvó de Al Qaeda en Tombuctú‒. Aunque la mayor parte de los manuscritos están relacionados con la religión islámica, muchos de ellos simplemente hacen referencia a la cultura del momento histórico en que fueron escritos. Pertenecientes a todas las confesiones y lenguas, desde el copto al maronita y del griego al latín, estos manuscritos no solo son la encarnación de una identidad cultural, son una herencia de la humanidad. Salvaguardándolos Stewart está camino de crear la colección de manuscritos digitalizados más grande del mundo islámico, un bien cultural que puede ayudar a que haya una mayor comprensión entre el mundo cristiano y el musulmán.

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