Banco Mundial de Semillas

   En 2008 Noruega construyó el Banco Mundial de Semillas, una enorme despensa subterránea de semillas de miles de plantas de cultivo de todo el mundo, situado cerca de Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, a unos mil kilómetros del Polo Norte. El objetivo de esta instalación, conocida popularmente como «Bóveda del fin del mundo», es salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento en caso de una catástrofe mundial. A tal efecto, la bóveda es capaz de resistir terremotos, impactos de bombas nucleares y cualquier tipo de desastre natural.

   Pero además de proteger el valioso material genético de cualquier eventualidad, era necesario hacer lo mismo con la herencia intelectual del mundo y por ello la compañía noruega de tecnología Piql ha puesto en marcha un proyecto para construir una segunda bóveda, esta para mantener a salvo los libros más importantes del mundo en caso de un desastre global. Piql fue fundada en 2002 y durante estos años se ha dedicado a desarrollar una tecnología que permita convertir los datos de formato digital a analógico. Esta técnica de almacenamiento será precisamente la que utilice para preservar los libros. Los datos quedaría impresos sobre cintas de film, lo que evita que puedan ser editables o modificables ‒en el caso de lo digital no solo hay que tener en cuenta desastres naturales sino también posibles ataques remotos‒. Sería algo así como tallar la información en piedra para asegurar su permanencia. Este soporte, además, permite su conservación a largo plazo, en principio al menos durante 500 años, aunque según la propia Piql se podría llegar hasta los 1.000 años.

   Esta bóveda, conocida como Archivo Mundial Ártico, será construida en la misma zona que el Banco Mundial de Semillas, en una antigua mina de carbón que fue abandonada hace más de dos décadas. Las condiciones climáticas dentro de la mina son muy estables, siempre bajo cero, y no se ven afectadas por el cambio de estaciones. Svalbard tiene además la ventaja de ser una zoel lugar sea más seguro en caso de conflictos bélicos.

   Aunque el uso más evidente sea el de almacenar las grandes obras de la historia de la Humanidad ‒no solo de la literatura clásica sino de la historia o de las ciencias‒, la bóveda podría servir de depósito para cualquier tipo de dato importante, desde los últimos estudios científicos hasta los planos de elaboración de tecnología. Los primeros Archivos Nacionales que han enviado datos, además de la propia Noruega, son los de Brasil y México. Ambos países han mandado los textos más importantes de su historia. Entre los documentos, por ejemplo, Brasil ha enviado su Constitución y México textos del período inca. Esperemos que no tengamos que necesitarlo nunca.

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