En La piedra de Sísifo hemos hablado muchas veces de distintos métodos para leer más libros y más rápido a lo largo del año ‒por ejemplo aquí, aquí, aquí y aquí‒. Ese interés por leer más y más rápido no es para nada moderno. Desde hace muchas décadas en Estados Unidos la lectura altamente eficiente se ha asociado con hombres de negocios ocupados y empresarios de éxito. A principios de la década de 1950, Steven Warren creó la Fundación para una Mejor Lectura. Con sede en Chicago, esta entidad era una escuela que enseñaba a sus alumnos a leer a una mayor velocidad manteniendo una comprensión óptima.
Uno de los aparatos que se utilizaban en la escuela eran unas gafas especiales que permitían analizar el movimiento de los ojos. Bastaba con colocar un par de espejitos con la inclinación adecuada debajo de unas gafas sin vidrios y un par de ojos adicionales parecía surgir sobre las mejillas. Con esta herramienta se podía observar los movimientos oculares de un lector y descubrir las razones de por qué la velocidad de lectura disminuía o problemas con la comprensión. O por lo menos eso decían. Para ello era necesario analizar la duración y el número de pausas oculares, así como la cantidad de movimientos oculares hacia atrás y la suavidad del ritmo en el movimiento ocular.
Sí, tal vez el análisis esté lleno de parámetros un tanto subjetivos y difíciles de concretar, pero no podemos culpar a Steven Warren y a su equipo de intentar hacer una medición con la tecnología que se tenía en su época. Actualmente, por supuesto, estamos a otro nivel. Con el software de Text 2.0 es posible hacer un seguimiento exacto del movimiento de los ojos a través de una cámara para saber qué parte del texto estamos mirando en cada momento y cómo reaccionamos ante parámetros más objetivos.
No hay comentarios