No hace mucho que me di cuenta de algo que ha cambiado mi manera de ver la lectura. Como casi todos los descubrimientos, este vino de casualidad. Además, me di cuenta mucho tiempo después del suceso que lo desencadenó. Un día levanté la cabeza del artículo que estaba leyendo y ya tenía en la punta de la lengua el concepto que lleva meses taladrándome la cabeza:

«Hay que leer variado para entender la cultura»

leer variado

   La cultura, probablemente esto sí lo tenga el lector en mente, es un concepto muy amplio. La cultura abarca absolutamente todo en nuestra sociedad, desde la política al modo en que nos relacionamos por la calle; y se extiende a través de un tiempo que va desde el presente a hace cerca de 100.000 años. Es un concepto difícil de cubrir, y por mi parte tan solo me limito a realizar una modesta aproximación generalista. Pero incluso eso es difícil si no ampliamos el foco de nuestra lectura y nos quedamos en un limitado círculo de libros.

   Cuando hablo sobre leer variado hablo de un variado tangible. De una diferencia que va más allá de que me guste la fantasía y que, gracias a ello, pueda saltar fácilmente a la ciencia ficción. Ni siquiera del momento en que saltamos de novela histórica a libros de historia, claramente relacionados pero diferentes en un sentido importante, lo consideraría variado.

   Hablo de pasar de divulgación a novela romántica, y de ahí a documentación sobre, por ejemplo, arquitectura bioclimática. Y luego a poesía, filosofía, vuelta a novela, y luego a ensayo. Cuanto más variopinto y diferente a lo anterior, mejor. Nos dará un punto de vista que no habíamos considerado previamente.

   Poca duda cabe que la cultura es un ente complejo. ¿Por qué lo simplificamos orbitando siempre alrededor de unos pocos títulos y formas similares de ellos? El modo actual de leer es el de dar vueltas alrededor de nuestro pequeño círculo de confort. Saltamos de una lectura a otra similar, quizá porque Goodread, Amazon o nuestro librero de toda la vida nos recomiendan pasar de uno a otro. Quizá elijamos nuestras lecturas de las fuentes de la lectura anterior, o visitemos con frecuencia cierta estantería de la biblioteca. Pero, sea como fuere, tendemos a leer mucho sobre un tema determinado, o de una forma concreta (novela, ensayo, teatro…) sin tener muy en cuenta todo lo demás.

   En mi caso, y durante muchos años, esas lecturas fueron la Dragonlance y otros reinos de fantasía similares. Creo que no leí otra cosa hasta bien entrados los 15 años. Momento en el que la novela de ciencia ficción entró en mi vida, ocupando casi los siguientes 10. Después me pasé a la divulgación científica, y casi no he leído otra cosa hasta el día de hoy, salvo contadas excepciones esporádicas.

Leer variado para aprender

   Sin embargo, un día dejé los libros empezados a un lado (sí, siempre dispongo de cinco o seis libros a punto de terminar) y empecé a leer un pequeño ensayo sobre la medición del impacto medioambiental en toneladas equivalentes de CO2. Lejos de ser una lectura aburrida, y aunque no tenía nada que ver con nada de lo que había leído antes de eso, el tema resultaba apasionante. Al parecer, las toneladas métricas de CO2 que de un modo tan amistoso se compran y venden en el mercado global para poder contaminar más, tienen el mismo problema que el PIB: son demasiado simples. Reducen todo a una magnitud, y obvian aspectos medioambientales tan importantes como la biodiversidad, y culturales tales como las poblaciones indígenas. No sé vosotros pero por mi parte, de no haber leído el ensayo mi cerebro no hubiese sido capaz de visualizar que el PIB representaba tan mal a la sociedad.

   Tras esto me propuse leer algo que no tuviese que ver con nada de lo que había leído con anterioridad (aquí tuvo lugar el momento zen). De modo que, de manos del lingüista Carlos Lenkersdorf me planté en una región del sur de México en la que el tojolabal todavía se usa. El tojolabal es una lengua maravillosa que nace de una cultura desconocida para la mayoría y que refuerza una cultura de la integración que en occidente nos hace mucha falta y nunca tuvimos. Resulta que el tojolabal tiene una predominancia del nosotros frente al yo que a mí me resultó no solo chocante, sino necesaria para muchos países como el nuestro, centralizados en la persona y abiertamente egocéntricos. En esta no tan pequeña región de México las decisiones se toman en grupo, y la culpa del delito cometido por alguno de sus integrantes es de toda la sociedad.

   Después de esto empecé a investigar diversas culturas y órdenes constructivos. Hoy en día está muy de moda el concepto arquitectura bioclimática, que básicamente es construye como lo hubiese hecho tu bisabuelo con lo que existe hoy día. De modo que me leí las 101 reglas básicas para una arquitectura de bajo consumo energético y el libro The New Ecological Home. Materials for bioclimatic design. Cabe destacar que aprendí sobre eficiencia energética en construcción. Pero a raíz de las pesquisas realizadas durante la lectura de ambos textos aprendí también sobre cómo la cultura moldea las viviendas, y sobre cómo el lugar donde esa cultura se desarrolla (y los materiales a los que estamos expuestos a lo largo de nuestra vida) conforman nuestra forma de ser y apuntalan nuestro carácter.

   Esto son solo tres ejemplos de los muchos que he reunido a lo largo del último año. Echando la vista atrás casi puedo saborear mi propia incultura e ignorancia hace doce meses. Lo poco que sabía del mundo, sus gentes y cultura. Y, por ende, me doy cuenta de todo lo que todavía no sé. Me pregunto qué descubriré en la siguiente hoja, y animo a todos los lectores a salirse de su zona de confort lectora.

   A atreverse a mirar el mundo desde otras ópticas y a leer variopinto. ¿No se tiene que comer de todo? Pues de leer, lo mismo. ¡Camarero!, un poco de todo. Póngame algo que no tenga que ver con nada de lo que haya leído anteriormente.

   Es una lástima que alternativas para encontrar nuestra siguiente lectura, como Goodreads, no dispongan de la opción libro diametralmente opuesto. En función de tus lecturas previas, localiza el libro más apropiado para abarcar toda esa cultura que todavía no has absorbido y aprendido, la que quedó fuera del tintero de tu bagaje lector.
Es posible que de aquí a un tiempo podamos solicitar a nuestra IA de bolsillo que nos recomiende libros en este sentido. Aunque, de momento, todo indica que habremos de patearnos unas cuantas librerías. Lo que tampoco está tan mal.

Imagen | Hans Braxmeier

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