El 27 de junio de 1928 Scott Fitzgerald conoció en persona a su idolatrado. Acto seguido se arrodilló a sus pies y besándole la mano le dijo: «¿Qué se siente al ser un gran genio, señor? Estoy tan emocionado de verlo, señor, que podría llorar». Uno puede imaginarse perfectamente esa escena y la entiende. A esas alturas Joyce era toda una leyenda en París y Fitzgerald no hacía mucho que había publicado El gran Gatsby, que apenas acababa de despegar en ventas. Un encuentro frente a frente entre dos gigantes literarios puede ser un éxito o un fracaso. Ahora bien, si en lugar de escritor uno de los protagonistas es una de las estrellas del rock más famosas del mundo el episodio resulta algo más insólito. Y lo es todavía más si el otro personaje es un escritor octogenario considerado uno de los mayores intelectuales del siglo XX. Estoy hablando, ni más ni menos, que de Mick Jager y de Jorge Luis Borges.
La anécdota la ha referido en numerosas entrevistas la viuda de Borges, María Kodama, que fue la única testigo del encuentro. Explica Kodama que se encontraba el matrimonio en el Jardín de Invierno del hotel Westin Palace, cuando apareció un joven Jagger, se acercó para saludar al escritor, se arrodilló ante él y le cogió la mano. La conversación, usando las mismas palabras que Kodama ha repetido una y otra vez durante décadas, habría sido algo así:
‒Maestro, leí toda su obra. Lo admiro mucho.
‒¿Y usted quien és? ‒preguntó un poco admirado Borges, que no podía ver.
‒Me llamo Mick Jagger ‒respondió el cantante.
‒Ah, Mick Jagger, de los Rolling Stones ‒le dijo el maestro.
‒Pero, maestro, ¿usted me conoce? ‒preguntó Jagger, tan sorprendido que casi se desmaya.
‒Claro, lo conozco gracias a María conozco su obra y me gusta mucho ‒le aclaró el maestro.
Sin embargo, Jagger desmintió que ese encuentro se hubiera producido en una entrevista que tuvo lugar en 1998, durante la segunda visita a Argentina de The Rolling Stones. «No, no me encontré, veremos si es posible en este viaje», dijo en la rueda de prensa, desconociendo aparentemente que el escritor llevara ya doce años muerto. En esa misma entrevista Jagger fue interrogado sobre la veracidad del supuesto encuentro con Borges, algo que él niega afirmando: «Es un fantástico escritor y sus libros eran muy populares en los 60 en Inglaterra. Lo he leído mucho y me hubiera encantado conocerlo, pero esto no sucedió».
Que Jagger había leído a Borges en la década de los 60 es algo que sí está documentado y es uno de los argumentos que Kodama emplea para testimoniar la admiración que sentía el cantante de rock hacia el escritor argentino. En 1970 se estrena una película titulada Performance, dirigida por Donald Cammell y Nicolas Roeg y protagonizada por James Fox y el propio Mick Jagger. Para empezar la cinta, que desató un escándalo por su carácter experimental y su mezcla de sexo, drogas y rock´n roll, tiene una clara influencia borgiana, aunque apenas existan estudios o artículos sobre el escritor que pongan de manifiesto esta vinculación.
No es solo que se pueda establecer un paralelismo entre el submundo criminal inglés y el de los compadritos argentinos, es que las referencias a Borges son constantes y evidentes. En un momento determinado aparece Mick Jagger en el personaje de Turner leyendo uno de los párrafos más significativos del relato «El sur» y más adelante hace una referencia a «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius». Además, por si fuera poco, en un de las escenas de la película, en plena aluniación, aparece una imagen de Borges, como si no fuera lo suficientemente explícita la alusión.
Al no estar documentado el encuentro entre Mick Jagger y Borges, confirmado por uno de sus protagonistas y desmentido por otro, no pasará de ser una leyenda urbana. Lo que no es ningún mito es la admiración que la estrella del rock sentía por el anciano escritor argentino. Por lo demás, ante la duda, dejemos que nos invada la agradable ficción de la literatura.
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