Escribir es un proceso muy complejo en el que el cerebro y la mano se tiene que poner de acuerdo. ¿Acaso podemos aprender más sobre el primero si tenemos en cuenta el resultado del segundo? Aunque la grafología no se considera ciencia, y por tanto sus conclusiones no pueden ser comprobadas de forma fiable, esta técnica afirma que es posible hacer el retrato profundo de una persona analizando su forma de escribir. La manera en la que se escribe, defienden los grafólogos, permite descubrir más de 5.000 rasgos distintos de la personalidad, así como otros datos de interés como pueden ser el diagnóstico y seguimiento de enfermedades. Para ello, se estudia el tamaño de la escritura, la inclinación de las letras, la presión y la velocidad, la dirección de las líneas, cómo de unidas o separadas están las letras e incluso los puntos sobre las íes o los rabillos al final de cada letra.

   En el blog de Ale Pilonieta me he encontrado una infografía donde se explican algunos de los parámetros generales que se pueden aplicar para analizar la escritura y las conclusiones que se desprenden del tipo de caligrafía. Ale aplica estas reglas a su propia caligrafía y obtiene así unas conclusiones sobre su personalidad. Lo curioso de esto, porque como ya he dicho es una pseudociencia y como tal no se puede creer a pies juntillas, es comprobar si los resultados se corresponden con lo que uno conoce de sí mismo.

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