Amazon acaba de abrir su primera librería física en Nueva York, en un espacio de 370 metros cuadrados situado en pleno centro de Manhattan. El local responde al curioso concepto de librería que tienen todas las que el gigante del comercio electrónico ha abierto hasta la fecha. Se trata de una librería con una escasa variedad de títulos, unos 3.000, elegidos cuidadosamente según la puntuación que han recibido en su página. Ninguno de los libros que se venden tienen una puntuación de menos de cuatro estrellas o, al menos, figuran en las listas de las obras más vendidas, han sido seleccionadas por algún experto o esté entre los más populares de GoodReads.

   La tienda se divide en secciones que recuerdan al sistema que se utiliza en su página: hay una sección con las obras más populares en la zona, otra con los más leídos en Kindle, así como una de recomendaciones de libros similares. A diferencia de las librerías clásicas, y aquí está una de las propuestas más rompedoras de Amazon, los libros están expuestos con su portada, no con su lomo, para que la experiencia sea más visual y similar a la que se tiene cuando se compra online –lo que tiene el inconveniente de permitir ofrecer una cantidad bastante considerable de títulos menos que las librerías tradicionales–. Al igual que en la página de Amazon, debajo de cada libro se muestra la puntuación que ha obtenido gracias a los lectores y algunas críticas.

   La de Nueva York es la séptima librería que la compañía abre en Estados Unidos, en ciudades como San Diego, Portland, Oregon y su ciudad natal, Seattle. Además, en los próximos meses está previsto abrir una nueva librería en Nueva York y otra en Washington D.C. La empresa tiene pensado implementar un sistema que permitirá a los consumidores evitar las filas para pagar por los libros al tiempo que recorta gastos: solo tendrá que bajarse una aplicación, escanear un código que tendrá a la entrada, pagar por los libros que le interesen a través de Internet –el cargo se hace en su cuenta– y salir de la librería. Ni siquiera tendrá que cruzar palabra con un librero ni con nada parecido.

   Ahora bien, un año y medio después de que Amazon abriera su primera librería física en Seattle, ¿qué balance se puede hacer de ella? Según explica Tiernan Ray en Barron´s, deja bastante que desear. Todos esos detalles que hacen que sea una librería distinta, que lo igualan con el Amazon online, funcionan bien en la teoría pero cuando se llevan a la práctica resultan decepcionantes. Sí, está todo eso que forma parte del sello distintivo de Amazon –libros valorados con más de cuatro estrellas, placas con críticas de los lectores, recomendaciones de obras similares–, pero le falta vida. El fondo de libros que se muestra es bastante escaso, nada que ver con los cientos de miles de libros que hay en sus almacenes. Sin ir más lejos, en la sección de poesía, dice Ray, solo hay 25 libros, una selección muy pobre y aleatoria. La sensación que se tiene con tan pocos libros es la de estar visitando una especie de exposición de arte conceptual sobre libros. Pero como librería es un lugar bastante vacío y aburrido.

   Uno de los puntos más importantes de la librería es el área central, con varios lectores de Kindle y Tablet Fire. También hay un Kindle en cada estantería, como una forma de invitar al cliente a que le eche un vistazo al contenido de los libros –en lugar de abrir los propios libros–. Sin embargo, advierte también Ray, no siempre funcionan bien y la experiencia no resulta cómoda. O cuanto menos no es comparable al hecho de estar en una librería y poder abrir las páginas del libro que te interesa para echarle un vistazo.

   El problema principal de esta antiséptica librería es que no tiene bien definido a qué tipo de cliente va dirigida. Está claro que no va para los amantes de los libros, que sin duda preferirían por librerías de las de toda la vida. Pero, y esto es lo más curioso, tampoco parece enfocada a los usuarios habituales de Amazon. Este tipo de clientes, acostumbrados a una experiencia rápida y eficaz comprando libros, tampoco parece el tipo de usuario que va a desplazarse a una librería física para conseguir libros de la manera tradicional. En otras palabras, ¿para qué ir a una librería física de Amazon pudiendo encontrar más y mejor por Internet? Sin embargo, parece que Amazon continúa apostando fuerte por esta estrategia, que no parece sino una forma de obtener publicidad, algo que desde luego nadie puede negarle que está consiguiendo.

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