Los jóvenes se pasan muchísimo más tiempo con un móvil que con un libro en las manos. Ante esta realidad constatada caben dos posibilidades: poner el grito en el cielo advirtiendo, sin más, que las nuevas generaciones son adictas a las nuevas tecnologías o que cada vez leen menos, o buscar soluciones verdaderas que traten de aprovechar la obsesión por lo digital en favor de la lectura. Podrá gustar más o menos la iniciativa, pero con esa intención nació Wattpad, cuya aplicación para móvil tiene hoy en día millones de descargas en todo el mundo. O Pigeonhole, que ha resucitado el formato de la novela serializada para enganchar a jóvenes y no tan jóvenes a la lectura con una vieja fórmula que tiene sus orígenes en el siglo XIX.
Aunque hoy en día la técnica del cliffhanger es denostada por una gran cantidad de lectores y escritores, esta ha demostrado su efectividad no solo en las decimonónicas novelas por entregas sino, modernamente, en muchas series de la pequeña pantalla. Pigeonhole es una una startup londinense que nació a mediados de 2014 y desde entonces ha conseguido crear una comunidad de fieles seguidores que periódicamente están al tanto de las actualizaciones de las entregas, llamadas staves en honor al padre de la serialización, Charles Dickens, que dividió Cuento de Navidad en cinco staves y no en cinco capítulos, como si fueran estrofas de canciones, en consonancia con el título del libro. Los libros además se pueden leer completos y de un tirón siempre y cuando la serialización haya terminado.
Cada entrega viene con contenidos extra que se incorporan a la estantería del usuario: entrevistas, referencias históricas, audiolibros y materiales del autor que funcionan a manera de un «detrás de las cámaras». Suscribirse a una historia es gratis y solo se paga una vez que se haya leído completa. Aunque los precios no son demasiado altos, los primeros suscriptores de cada libro tendrán la oportunidad de conseguirlo totalmente gratis. La página ofrece además muestras gratuitas de todos los libros para que el lector pueda decidir qué es lo que quiere leer. Si las entregas han terminado puede comprar el libro como podría hacer en cualquier otra librería. Y si el libro llega a los 5.000 suscriptores, se publica en edición impresa.
Con el formato de las novelas por entregas Dickens publicó Los papeles póstumos del Club Pickwick durante veinte meses entre marzo de 1836 y octubre de 1837. Las cifras no dejaron dudas a los editores de lo acertado de la fórmula: la primera entrega vendió unas 500 copias y la última 40.000. Las herramientas actuales pueden hacer que este fenómeno sea todavía más descomunal. Basta con potenciar la parte más social de la lectura. En ese sentido Pigeonhole es más que una comunidad de libros serializados, es un verdadero club de lectura en el que los usuarios pueden hablar de un mismo libro a medida que lo leen, compartiendo puntos de vista e incluso hablando directamente con los autores. Por algo será que la comunidad ha pasado de 10.000 usuarios en 2016 a 18.000 actualmente.
Con una fórmula similar al de Pigeonhole, basada en la serialización, otras comunidades han demostrado las posibilidades del formato por entregas. En 2015 se lanzó Radish, que ha llegado a crear una comunidad de unos 300.000 lectores y libros de 700 autores. Un fenómeno que también es conocido en Oriente, donde en 2013 se lanzó KakaoPage, que aunque pasó por un mal bache en 2014 remontó y según Wired factura unos 90 millones de dólares.
En una época en la que muchas editoriales se han visto en la necesidad de adaptarse al mundo digital o morir, unos pocos proyectos han demostrado las posibilidades de la vieja idea que hizo que la literatura se convirtiera en un fenómeno de masas en el siglo XIX. Si es que no hemos cambiado tanto.
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