Garamond, Bodoni, Jenson o Baskerville son algunos de los apellidos más ilustres en el mundo de la tipografía. Sin ser conscientes, nos cruzamos con ellos, y con muchos más anónimos, en cada una de las líneas de los textos digitales que escribimos o leemos. Gracias a su labor, en algunos casos desarrollada hace siglos, podemos darle forma armónica y equilibrada a las ideas a través de las palabras. La letra ha sido, desde los orígenes de la Historia, vehículo y herramienta para expresar pensamientos y transmitir conocimientos; creer que su forma, ya sea en la caligrafía o en la tipografía, sea un simple adorno sin más es no hacer justicia a una parte de la escritura que ha demostrado ser importantísima a lo largo de la historia.
Dejando a un lado la prejuiciosa idea de la tipografía como ornamento, esta ha mostrado en repetidas ocasiones su poder, incluso con más eficacia que las palabras que representa, para aglutinar valores culturales, para simbolizar ideas, para normalizar dictaduras o para separar naciones. Tan considerable es su capacidad de evocación que basta con ver una determinada tipografía para que rápidamente la asociemos a unos valores. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con Comic Sans, que despierta todo tipo de odios y fobias en la red. Pero dejando a un lado el gracioso caso de este tipo de letra, Ben Hersh ha analizado para Backchannel algunas tipografías que, por distintos motivos, sí han desempeñado un papel esencial en la Historia y que hoy en día no dudamos en asociar a unas ideas determinadas.
Uno de los casos más interesantes es el de la letra gótica, también conocida como Blackletter. Hoy en día este tipo de letra, densa y elaborada, algo anticuada e ilegible y con cierto aire esotérico, tiene connotaciones muy curiosas. Es el tipo de letra que uno espera encontrar en el tatuaje de un presidiario o en un disco de black metal. No es que la letra en sí sea negativa pero sí que da la sensación de que quien la utiliza es un chico malo. Para entender por qué ocurre esto hay que observar parte de su historia.
Durante siglos, aproximadamente desde 1150 hasta bien entrado el siglo XVII, fue la tipografía habitual en la Europa occidental, pero a partir de los siglos XV y XVI comenzó a convivir con la tipografía Antiqua, sin tanto adorno y de trazo más simplicado. En Alemania se da una situación que demuestra hasta qué punto puede la tipografía representar una cultura entera. En el país germánico Blackletter, en su variedad Fraktur, convivió con Antiqua durante la primera mitad del siglo XX, lo que llevó a largas y acaloradas disputas sobre cuál era el mejor tipo de letra. El uso de una y otra tipografía quedaron circunscritos a un tipo de texto determinado: Antiqua quedó para los textos latinos mientras que Fraktur se utilizó para el alemán. Incluso para el inglés se usó Antiqua, lo que hizo que los diccionario de inglés‒alemán fueran muy vistosos tipográficamente.
Cuando el Sacro Imperio Romano Germánico fue invadido y disuelto en 1806 como consecuencia de las Guerras napoleónicas, surgieron muchas voces nacionalistas tratando de definir qué valores eran los propiamente alemanes. En este contexto el debate entre las dos tipografías quedó todavía más polarizado: Antiqua, que representaba lo no alemán, pasó a considerarse de segunda categoría, más frívola y superficial; Fraktur, en cambio, más densa, oscura y trabajada, pasó a ser un símbolo de las virtudes alemanas. Si a esto le añadimos el gusto romántico por la Edad Media, podemos entender la pasión que esta tipografía despertó en el siglo XIX. Viendo que tenía propensión a utilizar Antiqua, la madre de Goethe aconsejó a su hijo que no abandonara la letra germánica, ni siquiera en las cartas informales. Hubo quien llegó a considerar como una ofensa que un libro alemán se escribiera en Antiqua.
Como símbolo de los valores alemanes, no es difícil entender por qué Fraktur fue adoptada como la letra oficial del régimen nazi. Hoy en día hay prejuicios hacia esta tipografía en la misma medida en que los hay con el apellido «Hitler» o con el tipo de bigote conocido como «cepillo». Sin embargo, a partir de 1941 Fraktur cae en desgracia en favor de Antiqua. Hitler firma una circular en la que Fraktur es descrita como una «letra judía» ‒emparentada con Schwabacher, el tipo de letra anterior a Fraktur hasta mediados del siglo XVI‒ y se prohíbe terminantemente su uso, tanto dentro como fuera de Alemania y para cualquier tipo de texto. Muchos historiadores piensan que el cambio de letra pudo estar motivado por las dificultades para entender Fraktur en las zonas ocupadas. Una segunda circular prohibió una segunda fuente, Kurrent ‒en su variedad Sütterlin‒ , que era una evolución de Blackletter introducida en los años 20. Todas estas tipografías quedaron desterradas de la enseñanza y hoy en día han quedado reducidos a usos muy concretos, a letreros, marcas de cerveza y otras formas de publicidad, donde se utiliza para transmitir una cierta rusticidad y vejez.
Otro ejemplo de tipografías que simbolizan ejes ideológicos distintos lo encontramos en los Balcanes, una región especialmente fragmentada por divisiones étnicas y culturales. Las distintas tipografías que convivieron en la zona daban cuenta de esa diversidad: latina, gótica, cirílico y árabe. Durante la Guerra Fría el uso del alfabeto latinos o del cirílico eran símbolos de lealtad a potencias mundiales contrapuestas. Incluso después de la caída de la Unión Soviética, la tipografía continúa transmitiendo una ideología política, ya sea la nostalgia de la pasada era soviética o la defensa del Occidente globalizado. En este contexto el uso de una determinada tipografía podía causarte muchos problemas.
Para acercar posturas, en 2013 los diseñadores croatas Nikola Djurek y Marija Juza crearon la tipografía híbrida Balkan Sans, que utiliza los mismos glifos para representar letras equivalentes en el alfabeto latino y cirílico. Puede parecer un intento simbólico por despolitizar las tipografías o por educar en la tolerancia y el respeto, pero en realidad Balkan Sans puede tener una utilidad real. El croata y el serbio son lenguajes similares muy diferentes en sus formas escritas. Balkan Sans los hace mutuamente inteligibles, facilitando enormemente la comunicación entre naciones.
Si hay una cultura que sea consciente del valor que tienen las formas de las letras, esa es la árabe. El desarrollo del arte caligráfico árabe está íntimamente ligado a la expansión del Islam desde el siglo VII. Puesto que el islam prohíbe la adoración de representaciones figurativas, la caligrafía se convierte en una especie de sustituto a esa decoración figurativa en lugares sagrados. En lugar de representar a Dios o al profeta, el arte islámico los sustituye por la representación caligráfica de sus nombres, o por versículos extraídos del Corán. Eso explica el desarrollo de la caligrafía en esta cultura hasta el extremo de ser considerado un arte por derecho propio. Este tipo de letra presenta infinidad de situaciones en donde su uso está cargado de connotaciones ideológicas y culturales, desde la aljamía ‒de una lengua no árabe con caracteres árabes‒ hasta el alfabeto de chat árabe, diseñado para comunicarse en idioma árabe a través de Internet.
Pero no es necesario irse a contextos lejanos en el tiempo o en el espacio para comprobar hasta qué punto un tipo de letra puede representar una manera de ver el mundo. En las pasadas elecciones norteamericanas Hillary Clinton utilizó como parte de su campaña un logotipo en el que se representaba la hache de su nombre con una tipografía brillante, llena de dinamismo, en la que se destacaba una flecha. Frente a esto Donald Trump contrarrestó con una gorra de béisbol con una tipografía completamente sin ninguna floritura, al estilo del clásico Times New Roman, con el tradicional mensaje de su campaña «Make America Great Again». Progreso y modernidad frente a tradición y conservadurismo. Toda una declaración de intenciones políticas simbolizadas en un tipo de letra.
No es posible pensar que es inocente algo que es prohibido por un régimen fascista, algo que puede simbolizar a toda una cultura entera y que tiene la capacidad de polarizar el mundo en arios y no arios, en serbios y croatas, en árabes y occidentales, en liberales y conservadores. Así que la próxima vez que utilices una tipografía determinada, párate a pensar ¿qué dice sobre mí? ¿En qué lugar me deja en la guerra de las ideas el tipo de letra que utilizo?
[…] Cuando la tipografía se convierte en una poderosa arma en la guerra de las ideas […]