Foster Walace, mmmm, ñam ñam

  «Devorador de libros» es un término que se utiliza, de forma popular, para la persona que lee muchísimo. Pero esta expresión a veces puede tener una interpretación completamente literal en el extraño trastorno alimentario conocido como bibliofagia, al que Miguel Albero le dedica un capítulo entero en su imprescindible ensayo Enfermos del libro ‒y aprovecho también para recomendar Firmin, la mejor novela sobre bibliogafia que se ha escrito‒.

   La mayor parte de los bibliófagos pueden dividirse en dos tipos: los que padecen este desorden como consecuencia de algún problema psicológico y los que han sido condenados a la bibliofagia como pena por sus delitos. De estos últimos Frederic Rowland Marvin recoge algunos ejemplos en su libro The Excursions of a Book-lover. No es que sea un castigo muy habitual a lo largo de la historia, pero en ocasiones la condena por haber escrito un libro prohibido ha sido la de comérselo entero. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con IsaaK Volmar, que escribió algunas sátiras contra Bernard, duque de Sajonia, y fue obligado a comérselas todas.

   Aunque habría que hacer un tercer grupo para la humorista Jamie Loftus, que en el último año ha decidido comerse un libro entero por pura irreverencia literaria. El libro elegido es La broma infinita de David Foster Walace, en una edición de 1.079 páginas, un libro que despierta una reverencia casi religiosa entre sus lectores y que se ha convertido en una de las novelas más adoradas del siglo XX. Como ocurre con algunos libros, leer La broma infinita es una tortura debido a su dificultad, así que cuando lo terminas sientes una especie de síndrome de Estocolmo literario. O lo amas o reconoces que ha sido una indecente pérdida de esfuerzos y tiempo.

   El año pasado la humorista Jamie Loftus, que admite no haberlo leído, tuvo una extravagante idea que parece pensada para enfurecer a los amantes del libro de Wallace: comérselo página por página durante un año entero y compartir todo el proceso a través del hashtag #eatinfinitejest. Ahora, para celebrar que se ha cumplido el año, Loftus ha subido un vídeo en el que recopila algunos de los momentos. En él la vemos comiéndose el libro por la noche, haciéndose sándwiches con él o tomándolo como acompañamiento del café. Quizá Loftus no sea una escritora de culto pero hay que reconocer que su broma no es menos infinita que la de Wallace.

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