Es un hecho: la mayoría de los libros de ayuda a la escritura venden humo. Pero el libro del que vamos a hablar hoy (Escribir bien: O cómo fracasar mejor en el arte de la escritura, de Isaac Belmar) vende algo mucho más difícil de comprar en un mundo en el que pagamos por que se nos oculte la realidad: vende experiencia real sin adornos. Vende rotura de mitos y caída de velo.
«Las personas, cuando queremos creer queremos creer, y algo tan insignificante como la verdad no nos detendrá», dice Isaac, para quien la escritura va sobre escribir (y poco más, en realidad). En Cómo fracasar mejor en el arte de la escritura nos desvela la (¿Amarga?) verdad sobre el mundo del escritor.
Motivación a empujones
Como nos tiene acostumbrados en su blog, Isaac arranca con la filosofía del Don’t Try de Bukowski. «Si no estás dispuesto a hacerlo, puedes cerrar este libro, no es para ti, como la buena escritura jamás es para todos», asegura. Y no puedo estar más de acuerdo.
A la gente no le suele gustar que le digan la verdad, especialmente si esta es que ponerse cinco minutos delante del ordenador fingiendo escribir no es escribir. Que escribir va también sobre leer, corregir, borrar, lanzar a la basura y pensar que uno es un cretino si consigue vender esa tragedia que acaba de vomitar. O que escribir no va sobre vender libros.
Como escritores, queremos que la gente se postre a nuestros pies o nos bese el anillo y otras cosas. Queremos dar el pelotazo y ser ricos gracias a nuestras letras. Pero la realidad es eso que existe fuera de las películas de Disney o los libros de autoayuda, y Belmar da buena cuenta de ello con una motivación que califico como motivación a empujones.
Siéntate. Escribe. No, no te levantes a comer a los 20 minutos. Una hora. Vamos, joder, una hora. ¿Qué hostias haces pidiendo ayuda? Sienta y escribe, coño.
Las palabrotas son mías, que de vez en cuanto sienta bien desfogarse, mientras que Isaac acude a fórmulas menos agresivas pero igual de duras porque «los humanos […] aprendemos sobre todo a golpes». Y claro, tiene razón.
Despierta, que te la vas a dar. O por lo menos abre los ojos
Alguien inteligente dijo en su momento que el mayor descubrimiento de la humanidad era el de su propia ignorancia. Pues bien, los escritores ignoramos el mundo real y nos construimos uno a imagen de nuestras esperanzas. Luego, cuando publicamos una basura como una catedral, nos quedamos boqueando en silencio, sorprendidos, de por qué no vendemos más.
El libro, al menos esta es mi percepción, actuará como una suerte de filtro para aquellos cuya motivación interna apenas llega para madrugar, y mucho menos para sentarse frente a un folio en blanco a horas intempestivas y escribir por el mero hecho de escribir sin pensar en nada más. Es, por tanto, un libro para escritores que tienen intención de esforzarse en lo que hacen.
A lo largo de sus páginas, el autor nos sitúa en la experiencia real de un escritor y en su día a día. Sin maquillaje, sin filtros de color ocre que envuelvan al escritor en un falso halo de romanticismos y, disculpen la expresión, sin vaselina.
Si algo he sacado en claro de este libro (aunque mi culo ya lo sabía) es que ser escritor es duro, y que por descontado no es una actividad para tontear si queremos llegar lejos. Uno no sabe pintar por saber coger un lapicero, ni sabe tocar un violín al colocárselo bien al cuello. Por qué pensamos que escribir es fácil es algo que también me he preguntado con los años.
El libro entero está planteado como un desmantelamiento sistemático de toda la basura comercial y los falsos mitos que rodean el mundo de la escritura. Lo cual es no solo necesario para desintoxicar la mente de quien quiere llegar lejos.
También lo es para quienes no están dispuestos a esforzarse en el camino. Si no lo intentan, nunca fracasarán, y eso que se ahorran. En serio, este libro puede ahorrar muchas horas amargas perdidas frente al folio.
Afirmar que mentimos es en parte verdad, y en parte no lo es
Para entender a Belmar hay que tener claro dos conceptos importantes. Por un lado, que un escritor es un perfecto mentiroso. Por otro, que a Belmar se le da de maravilla escribir.
Atad cabos y tendréis una maravillosa filosofía tan inconexa y absurda como la que puede surgir de cualquier persona que se diga tal. Imposible rendirse a la evidencia de que hacer generalismos no funciona, y que tu próximo Best Seller no saldrá de una lista de trucos rápidos.
Belmar tiene su propio estilo, y que este varía mucho de un libro a otro. Tras sus dos éxitos (para mí un éxito es un buen libro, a nivel económico igual se come los mocos) de Perdimos la luz de los viejos días y de Tres reinas crueles, de los que ya escribimos aquí, aquí y aquí; Escribir bien desvela una nueva forma de hablar al lector.
Si ya estáis acostumbrados a su blog www.hojaenblanco.com, entonces sabéis de lo que hablo. Si no, os lo recomiendo.
La ventaja de ser escritores es que no tenemos por qué estar de acuerdo con nosotros mismos. En muchos aspectos el estilo ensayista de Isaac es diametralmente opuesto al mío. Mientras que yo afirmaba (quizá con demasiada alegría en mi primer libro) las virtudes de salirse de la norma en la elección de tus lecturas, Belmar preferirá decirte que «leer lo mismo solo produce libros hemofílicos e hijos tontos». Ácido, sí, pero sincero. Para muchos, música para nuestros oídos por parte de quien domina la palabra.
El escritor que merece la pena es el que se tortura él solito
Pero también hay puntos de unión. Si este libro me ha gustado y lo considero un libro de elevado valor para cualquiera que quiera empezar a escribir quizá sea porque me veo reflejado en su (Isaac, huele a la legua) torturado autor. Un escritor que no sufra con su obra, que no se retuerza más que las líneas que escribe, no merece la pena. Punto.
Uno de los piropos más bonitos que me han echado sobre uno de mis libros ha sido «Sabes que vas a tener que reescribirlo entero, ¿verdad?». Isaac nos acerca a realidades similares con este libro sobre cómo afrontar mejor nuestras propias cagadas.
Un jarro de agua fría para aquellos que prefieren vivir de las mentiras del mundo de fantasía pero que, como toda ducha helada, nos devuelve a la realidad con fuerzas. Al menos, esta motivación a empujones funciona para mí. ¿Y para quién más?
¿Para quién recomiendo este libro?
No me habéis pedido la opinión, pero ya que habéis llegado tan lejos leyéndola, estiré un poco más vuestra paciencia. A pesar de que el autor aclara que el libro no da trucos, fórmulas ni consuelo, recomiendo el libro para estos tres perfiles de personas:
- Para los que piensan que escribir es fácil. Los que, llevados por el coaching moderno de «es una actividad que puedes hacer desde cualquier lugar» y otras bobadas similares (¿Alguien ha intentado escribir en la playa sin casi ver la pantalla y con arena metiéndose entre las teclas, o en una cafetería llena de ruido?). Este libro les bajará a tierra de un plumazo, para probablemente quedar plantados en el suelo. Darse cuenta de la realidad antes de darte tú una leche ayuda a evitar males mayores.
- Para los que ya eran conscientes de que escribir cuesta un riñón (a la semana) y buscan esperanzas. Al menos, una esperanza ácida en frescos tonos personales satinados de un humor poco ortodoxo pero que resulta más que agradable. Porque, ya que vamos a tirar nuestra vida por la borda, que sea con una sonrisa.
- Para los que tienen amigos o conocidos que se dedican a la escritura seria. Al igual que un asalariado es completamente incapaz de apreciar el trabajo de un autónomo a menos que viva con él, resulta imposible entender qué pasa por la cabeza de un escritor cuando se da cuenta a las dos de la mañana de un martes cualquiera que no ha comido nada en todo el día. ¿Quieres entender por qué tu amigo hace esas tonterías? Lee este libro.
- Por supuesto, para todo aquel que quiera entender que ser escritor es un proceso interminable que no terminará nunca en nuestra vida, pero aun así quieran mejorar su arte.
Porque escribir es un arte, e Isaac Belmar lo tiene.
Ya lo has leído, esta vez has sido el más rápido del oeste 🙂 Yo lo tengo esperando, pero tengo que esperar un poco porque ahora mismo estoy en fase de donar dos riñones al día 😉 Me ha gustado mucho todo lo que has dicho. Biquiños!
Soy Billy el rápido. Eso, o que no tengo vida, como creo
recordar que dijo Isaac 😛
Le he cogido cariño a las reseñas, y esta mañana ha volado medio libro de otro autor en un abrir y cerrar de ojos ^^