Alguna vez lo he dicho: la influencia de la lectura en nuestras vidas es mucho mayor de lo que imaginamos. Es mucho más que un pasatiempo o una manera de adquirir conocimientos. Leer puede hacer que modifiquemos, literalmente, nuestra percepción del mundo. O, como opina Raymond Mar, doctor en Psicología de la Universidad de York, en Canadá, que estudió el comportamiento del cerebro cuando una persona lee, la lectura es «una gran forma de expandir nuestro horizonte de experiencias». Y es que, como hemos explicado en alguna ocasión, hay estudios que afirman que leer la historia de un personaje en una novela es casi igual a vivirla a nivel cerebral.
Lo que ocurre es que los investigadores pensaban hasta ahora que este proceso se desarrollaba principalmente en la corteza cerebral, es decir, en la capa externa del cerebro. Pero un nuevo estudio, cuyos resultados acaban de ser publicados en la revista Science Advances, demuestra que la lectura es capaz de activar estructuras cerebrales mucho más profundas de lo que se pensaba.
Para comprobar cómo afecta el proceso de lectura al cerebro se analizó en grupo de analfabetos de más de treinta años provenientes de la India, donde la tasa de alfabetización ronda el 63%, debido a la pobreza y al limitado acceso a la educación. La mayoría de los participantes eran mujeres, que están mucho más afectadas por el analfabetismo que los hombres. A continuación dividieron en dos grupos a los participantes, muchos de los cuales eran incapaces de leer ni una sola palabra. A uno de esos dos grupos se le enseñó a leer durante seis meses y al otro no. Ambos grupos fueron sometieron a imágenes de resonancia magnética funcional antes y después del estudio.
En concreto se les enseñó a leer devanagari, una escritura utilizada para el hindi, el sánscrito y otros idiomas del sur de Asia. En el primer mes aprendieron unas 200 palabras; en el segundo ya podían leer y escribir oraciones simples; en el tercero aprendieron palabras más complejas y algunas reglas gramaticales, como las diferencias entre las categorías sintácticas o los distintos tiempos verbales y los géneros. Al transcurrir los seis meses ya podían leer a un nivel básico.
Cuando los investigadores examinaron los escáneres cerebrales tomados antes y después del estudio descubrieron que los cambios cerebrales no se limitaban a la corteza sino que afectaban a partes más profundas. En concreto aprender a leer había afectado una zona conocida como colículo superior, con la función motora y capaz de activar los movimientos oculares y otras respuestas. Además afectaba al pulvinar, el más posterior de los núcleos del tálamo. Estas estructuras cerebrales ayudan a la corteza visual a filtrar la información importante que recibimos visualmente, incluso antes de que la percibamos de manera consciente.
La lectura tiene la capacidad de mejorar el funcionamiento de estas partes del cerebro: cuanto más se lee mejor se usan. El estudio también mostró que el cerebro adulto es más adaptable y flexible de lo que se pensaba. Incluso aprender a leer a los treinta años puede significar una transformación profunda de las redes cerebrales.
Este estudio arroja nueva luz sobre las causas de la dislexia. Durante mucho tiempo los investigadores pensaban que este trastorno del procesamiento del lenguaje se debía a disfunciones del tálamo, pero ahora se ha demostrado que unos meses de aprendizaje son suficientes para modificar el tálamo. Según explicó a Mental Floss Falk Huettig, uno de los encargados del estudio, «podría ser que las personas afectadas muestran actividad cerebral diferente en el tálamo solo porque su sistema visual está peor entrenado que el de los lectores experimentados».
Las implicaciones sociales de una investigación de este tipo son enormes, tanto para las personas con dislexia como para los cientos de millones de adultos de todo el mundo que son total o funcionalmente analfabetos, ya que las conclusiones podrían ayudar a elaborar mejores programas de alfabetización.
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