La prisa por hacer y conseguir lo que hay que hacer y se tiene que conseguir en una vida decente y de éxito, no es algo que llevemos tatuado en nuestro ADN desde antes de nacer. Es algo que desde la cuna hasta la tumba nos es impregnado por diferentes fuentes.
Esas fuentes de las que bebemos sin darnos cuenta y sin sed, es a lo que llamo Las Autoridades; y es lo que hace que seamos como somos de cara a los demás. Porque lo que realmente somos es otra cosa…
Hablemos hoy de Las Autoridades:
Nacemos en una familia que nos mima y nos educa a su imagen y semejanza. Tenemos una madre que nos inculca sus miedos, como por ejemplo el de tener siempre dinero guardado «por si se rompe la lavadora». Tenemos un padre que nos instiga a ser siempre el mejor en lo que se haga, por ejemplo en el deporte. Estas son las primeras dos autoridades que nos transmiten su forma de ver el mundo.
La familia ejerce una segunda capa de influencia. Está esa abuela que se preocupa porque tengamos trabajo y pareja, y se pone triste cuando estamos solos y desamparados, o no entiende que queramos dejar un trabajo precario mientras aireamos la mente y los sueños dándonos un caprichoso viaje, y dice lo de «como están las cosas, ¿cómo vas a dejarlo?».
Todos los que nos quieren, quieren lo mejor para nosotros; pero a veces lo que consideran mejor para nosotros, es simplemente lo que a ellos les hace estar más tranquilos en relación con nosotros. A veces heredamos miedos de otros, envueltos en papel de regalo con forma de corazón. Es nuestra tarea desempaquetarlos y aprender de ellos. De esa forma siempre recibiremos aprendizajes amorosos bañados en una cobertura de complejos y miedos ajenos; pero al fin y al cabo seguirán siendo regalos con un bonito lazo.
Facundo Cabral contaba esto:
Decía que eran muy pobres, y a los 14 años su madre le acompañó hasta la estación del ferrocarril para que fuera a la gran ciudad a ganarse las habichuelas. Entonces se despidieron y ella le dijo:
«‒Hijo, este es el segundo y último regalo que puedo hacerte. El primero fue darte la vida, y este es libertad para vivirla».
Se trata de recibir con gratitud todo lo que nos dan nuestras autoridades, aprender de ello, y quedarnos con lo que nos ayuda en nuestro fatigoso caminar, sacando de la mochila lo que no nos permite ser nosotros mismos, encadenándonos a las condenas, ritmos y destinos elegidos por otros.
Sapere aude, o se valiente, audaz, para saber las cosas por ti mismo; es decir, atrévete a pensar. Y es que las autoridades están en todas partes, simplemente no permitas que nadie vierta sobre ti la basura de sus mentes. Tampoco tengas prisa por llegar a donde otros creen que tienes que llegar; para cada cierto tiempo, y levanta la cabeza para comprobar si caminas en la dirección que has elegido por ti mismo.
Hemos hablado de los padres y la familia, pero hay muchas más autoridades cobijándonos, como la religión, la escuela, los amigos, el entorno laboral o la pareja. Siempre todas ellas con sus propias limitaciones, prejuicios y miedos vertidos de parte de sus propias autoridades.
Hay otras de las que es fácil desintoxicarse.
Hace un par de años llegué por 5ª vez a Santiago de Compostela en un viaje de peregrinación, que tanto me gusta y tanto me enseña, y charlando con un tipo, en el Monte do Gozo, ya cerquita del final, le comenté que quería ser escritor, y que tenía un libro empezado que no conseguía terminar. El me miró fíjamente a los ojos, y dijo:
«‒No podrás hacer lo que quieres hasta que elimines lo que te contamina».
Esta frase resonó mucho tiempo en mi cabeza y me dio mucho que pensar sobre lo que no me deja ser yo mismo. Entre otras muchas cosas, las autoridades, como los medios de comunicación que conforman la burbuja social en la que vivimos.
¿Para qué sirve una pompa de jabón?
No lo sé, pero tal vez una burbuja sea una pequeña estructura que nos rodea, delimitando nuestro espacio, y haciendo que dejemos de ver lo que hay fuera hasta olvidar que existe porque corremos de un lado a otro como pollo sin cabeza o burro con orejeras, o como en la película de El show de Truman, creyendo que lo que vemos es TODO lo que existe.
¿Qué es real?
¿La realidad es lo que dicen los noticiarios de la radio mientras estamos atascados en una caravana? ¿La realidad es que un violador ha vuelto a salir de la cárcel por 5ª vez? ¿La realidad es que la selección de fútbol de tu país se enfrenta a un partido decisivo el jueves por la tarde a la hora de las cervezas con los amigos? ¿La realidad es que en tus grupos de WhatsApp los viernes siempre alguien pone «¡por fin viernes!»?
Creo que la realidad es mucho más grande que todo eso. Pienso que hay un universo infinito para explorar cuando sacamos la cabeza de nuestra pequeña burbuja y abrimos los ojos.
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