Una de las páginas del cuaderno. Foto de Sandra Spanier

   Cuando el huracán Irma pasó por Key West, Florida, el escritor Brewster Chamberlin se temía lo peor. No era solo que hubiera afectado a su casa, es que en ella guardaba algunos documentos de incalculable valor. Sandra Spanier, profesora de inglés en la Universidad Estatal de Penn y directora del Proyecto Cartas de Hemingway, también se temió lo peor. Y es que ambos habían encontrado, dentro de un gastado cuadernillo marrón, el que se supone que podría ser el primer relato de Ernest Hemingway, escrito a los diez años ‒con fecha del 8 de septiembre de 1909‒ y hasta ahora inédito. El miércoles 27 de septiembre Brewster, después de pasar por calles llenas de escombros y árboles caídos, llegó a su casa y descubrió que el edificio estaba intacto y el cuaderno con la historia de Hemingway a salvo, dentro de una bolsa térmica.

   Con un carácter que casi podría calificarse de acaparador, Hemingway fue muy minucioso guardando detalles sobre su vida, no solo fotografías y cartas sino recibos, tickets, radiografías, boletines de notas, revistas de tauromaquia y casi cualquier cosa digna o no de ser guardada. Cuando el autor murió en 1961 una buena parte de ese material quedó disperso por los distintos lugares que frecuentó a lo largo de su vida, desde su ciudad natal en Oak Park, Illinois, hasta Key West, pasando por Cuba o por su casa de Ketchum, Idaho. Durante años la cuarta esposa del autor, Mary Welsh Hemingway, estuvo recolectando parte de ese material, incluyendo algunos manuscritos inacabados y las memorias de lo que acabaría convirtiéndose en París era una fiesta.

   En su búsqueda de ese material, en 1962 Mary viajó a Key West para visitar a Telly Otto «Toby» Bruce, que había sido mecánico y manitas de Hemingway, así como su amigo y confidente, y en ocasiones chófer. Mary recuperó todo lo que consideró importante de una pila de cajas que había en un almacén detrás del bar Sloppy Joe´s, uno de los locales favoritos del escritor, y el resto se lo entregó a Bruce. Ese material, que incluye entre otras cosas fotografías de Hemingway, algunas cartas, un mechón de su pelo y 46 estampas, relato del fotógrafo Walker Evans, ha permanecido en manos de la familia de Bruce ‒actualmente está en poder de su hijo, Benjamin «Dink» Bruce‒. Desde hace más de una década Brewster Chamberlin, que entre otros trabajos ha escrito una biografía sobre Hemingway, se ha esforzado por catalogar ese material.

   Y es ahí donde apareció el cuadernillo con la primera historia de Hemingway. No es extraño que un hallazgo tan importante pasara desapercibido para Mary. El cuaderno, viejo y lleno de manchas de agua, parece una especie de bloc de notas de un jovencísimo Hemingway de diez años. En la cubierta encontramos un mapa del norte y centro de Estados Unidos, en su interior un texto más extenso, sin título, de unas catorce páginas, rodeado de fragmentos de poesía y de apuntes de gramática, incluyendo las reglas de puntuación y del uso de las mayúsculas. Ese texto, escrito en forma de cartas dirigidas a sus padres, cuenta un supuesto viaje de Hemingway por Irlanda y Escocia, como si fueran los fragmentos de un diario. Solo que Hemingway nunca hizo ese viaje, por lo que aquella historia se convertía automáticamente en el primer intento del autor por escribir ficción. Tanto es así que en un momento el jovencísimo autor cuenta la historia de un hombre muerto que regresa una vez al año para reconstruir el castillo de Ross en Irlanda y celebrar una fiesta nocturna, volviendo a su tumba al amanecer.

   En palabras de Robert K. Elder, «la historia prefigura al escritor que iba a ser, no solo en términos de economía del lenguaje y uso del paisaje, sino también en su mezcla de reportaje con ficción. Esta es una técnica que Hemingway emplearía a lo largo de su carrera para inyectar realismo en sus historias».

   No hay ninguna corrección en el texto ni tiene ninguna nota, por lo que no es posible saber si Hemingway escribió el relato como parte de un ejercicio de clase o si lo hizo por iniciativa propia. Sandra Spanier cree posible que lo hiciera con la intención de ser publicado en la revista infantil St. Nicholas, que realizaba concursos literarios mensuales, en uno de los cuales participó la hermana mayor de Ernest, Marcelline. Tal vez incluso, Spanier baraja la posibilidad, Ernest pudo escribirla con la intención de convertirse en autor y de publicarla ya a los diez años.

   Lo que el huracán Irma ha demostrado es que es necesario que este documento de incalculable valor esté a buen recaudo. Es por eso que «Dink» Bruce se está planteando la posibilidad de venderlo, para que acabe en un lugar donde pueda ser debidamente estudiado.

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