La librería Bartleby (Calle Cádiz 50, Valencia). Comics, libros, vino y un buen ambiente para hablar de lo que más nos gusta.

¿De qué se habla en una tertulia literaria?

Alberto Torres Blandina (Cosas que nunca ocurrirían en Tokio, Con el Frío, Contra los Lobos…) organiza estas reuniones en la librería Bartleby de Valencia. Un grupo de escritores, un libro en común, todo por hablar, nada que esconder. En ocasiones, los autores del libro elegido se arriesgan a unirse a la tertulia.

Por fortuna, se han encontrado las crónicas de lo allí sucedido.

 Febrero 2016

   Cuando Alberto nos propuso tertuliar este libro, me quedé un poco fuera de juego. No conocía al autor ni su estilo, y quizá por eso mismo me gustó tanto, fue toda una sorpresa inesperada, empaticé con cada línea del texto. En muchos momentos pensé que el autor me conocía, conocía a mis amigos, a mi entorno, y que solo se inventó el asunto ese de la habitación oscura para crear la trama.

La Habitación Oscura de Isaac Rosa

   La Habitación Oscura trata sobre un grupo de jóvenes que consiguen un local para juntarse, donde habilitan una habitación cerrada e insonorizada en la que no hay más que oscuridad. Lo que al principio puede ser una excusa para consumir energías de la mejor forma que un grupo de jóvenes pueden consumir energías —aquí valdría la máxima de «hazlo bien y no mires con quien»—, con el tiempo la habitación se convierte en núcleo de cobijo y resguardo frente a la realidad que les devora.

   Todos coincidimos que el punto fuerte de la novela es su narrador, o sus narradores, mejor dicho; una suerte de collage en la que todos los participantes del grupo toman la palabra, sin aviso, un párrafo puede ser uno, otro párrafo otro, a modo de monologo interior grupal, y la genialidad del autor consigue diferenciarlos, personalizarlos con su forma de hablar, sus fobias y sus ideas, expresando su propio punto de vista y haciendo avanzar la trama, sencilla, por otra parte, porque aquí lo importante no es descubrir si el asesino es el mayordomo —valga la parodia—, si no descubrir cómo a lo largo de los quince años en que recurren a la habitación oscura como centro de reuniones cada personaje —su vida, sus ideales y el producto de sus decisiones— se desarrolla de forma diferente y del todo inesperada a como planeaba. Así, la novela se convierte en una obra coral cuyo protagonista es una generación entera, la generación en la que nos prepararon y nos educaron para hacer grandes cosas, nos sirvieron un mundo lleno de oportunidades…y nos estrellamos, nos estrellamos cuando nos dimos cuenta de que ese mundo lleno de posibilidades se construyó a base de hipotecar ese futuro de color de rosa, y de que el pago de los intereses debíamos responsabilizarnos nosotros. Las oportunidades se convirtieron en papel mojado, y los trabajos precarios y el ritmo de vida de más y mejor nos pasaron una factura que no podíamos ni queríamos pagar. Los ideales de estos jóvenes (de esta generación) marchitaron, por lo menos en su mayoría, quedando solo la frustración y el arrepentimiento de las decisiones tomadas, de la vida adulta llena de responsabilidades (heredadas en muchos casos) que nos suponíamos, pero que veíamos tan lejanas que se convertían en quimeras de viejos. Como único escape a todo esto: La Habitación Oscura. Un lugar donde esconderse del mundo, de los demás y de uno mismo. En la tertulia, a más de uno se nos ocurrió que esta habitación sirve de metáfora, de volver al vientre, de que, al ver lo que hay ahí fuera, decidir no formar parte de eso.

   Y lo que son las tertulias, a saber cómo, relacionamos el impacto de la habitación oscura en los personajes con una sesión Gestalt, y propusimos hacer una, pero enseguida uno de los participantes nos avisó que acabaríamos llorando a moco tendido sobre aquello que nunca dijimos a nuestra madre, así que, mejor que mejor, decidimos construir nuestra propia habitación oscura y probar la experiencia, y Bartleby tiene una habitación al fondo que nos viene ni pintiparada. Hablamos sobre mantenerla como en la novela, oscura, insonorizada, alienada y ajena a todo y a todos, para hacer nada, o lo que nos venga en gana, y que, para validar la prueba sociológica, tendríamos que mantenerla así durante los próximos quince años. Al final no llegamos a un acuerdo para instaurar nuestra habitación oscura; en la novela no especifica el método y proceso de limpieza de una habitación así, sí habría turnos y usarían linternas —por lo que el sentido metafórico de la habitación perdería sentido— o, si, por el contrario, la habitación no se limpió en quince años, cosa que nos dio un poco de asquito, así que, con estas dudas, lo dejamos pasar, dimos por finalizada la tertulia y algunos nos marchamos a continuar la velada fuera de los límites de la librería. Como viene siendo habitual, lo ocurrido después queda en la conciencia de los asistentes y la incertidumbre de los huidos

   Al día siguiente, me hice un Gestalt.

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